Diario de viaje India del sur: Srirangapatnam

por Cristina Monsalvo
Srirangapatnam

25 de Octubre – Srirangapatnam

Ya entrada la tarde llegamos a Srirangapatnam, una ciudad construida en una isla a orillas del río Cauvery y a tan solo 16 kilómetros de Mysore. En ella reinó el sultán Tipu y de su fortaleza aún quedan en pie parte de las murallas y las almenas, las cuales pudimos ver desde el coche rumbo al lugar más importante del lugar: el palacio de verano de Tipu.
Este palacio construido en gran parte en madera está en el centro de unos bonitos y cuidados jardines, y debido a lo delicado de la pinturas que lo decoran está prohibido hacer fotografías, así que otra vez la cámara se quedó en la consigna. No es un lugar muy grande, una estructura cuadrada con arcos que se abren a los jardines y que actualmente están cubiertos con telas para proteger las preciosas pinturas que cuentan la vida cortesana en tiempos de Tipu.

Visto este lugar recorrimos con el coche el par de kilómetros que había hasta el imponente Gumbaz, la tumba donde se encuentran los restos de Tipu y sus padres.

Srirangapatnam

Mientras atravesábamos los jardines que conducían al mausoleo, el cielo se empezó a teñir de negro. Espesas nubes empezaban a tapar el sol, pero nosotros confiábamos en que pasaran de largo y no llegara a llover.
Dejamos nuestros zapatos en la base de la tumba y entramos al lugar hecho de mármol blanco con pulidas columnas negras del mismo material. Allí, cómo no, había musulmanes haciendo sus ofrendas, pero también muchos turistas hindúes y nosotros dos, la nota de color entre tanto turismo oriundo.
Nos estábamos acercando a la mezquita que había a pocos metros de la tumba cuando de repente empezó a llover, pero con tal fuerza y tan de repente que no pudimos ni pensar en ir a por las sandalias. Tuvimos que protegernos y esperar….

Srirangapatnam

Llovía y llovía…. y éramos conscientes de que nuestros calzado estaba ya empapado y que no había nada que hacer para salvarlo. Era mejor al menos no empaparnos nosotros también, así que aguantamos hasta que dejó prácticamente de llover y pudimos salir del cobijo que nos daba el techo delantero de la mezquita. Descalzos caminamos hacia el coche deseando llegar a Bangalore para poder darnos una ducha y recuperar el calor que la lluvia nos había arrebatado.

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