Diario de viaje Japón: Kioto

por Cristina Monsalvo

9 de Octubre – Kioto

El viaje en tren desde Takayama con una cambio en Nagoya dura casi cuatro horas, pero como siempre en Japón son trayectos muy cómodos y la espera entre un tren y otro el justo para tomar un refresco y cambiar de anden.

Una vez en Kioto nos encontramos en el centro de una increíble estación de techos altísimos y espacios abiertos. Por sus pasillos se encuentran entradas a grandes centros comerciales y hoteles, además de un sin fin de tiendas de recuerdos y comida. También hay una gran oficina de turismos con empleados que hablan diferentes idiomas y facilitan planos y toda la información necesaria.

Nada más salir de la estación por su parte norte nos encontramos con la Torre de Kioto que sobresale del tejado del hotel Kyoto Tower. Dudamos si andar hasta el hotel o coger un bus, pero como no llevamos nada más que dos mini maletas con ruedas decidimos caminar y estirar las piernas. Además hace un día fantástico, todo lo contrario que en Takayama.

De camino a nuestro hotel, el Citadines Karasuma que está en Gojo dori, pasamos por delante del enorme templo Higashi Hongan-ji que está rodeado de un mini foso con nenúfares. No tardamos mucho en llegar a nuestro hotel, al igual que en Tokio es de la cadera Citadines. En seguida nos dan la llave y la maleta que mandamos desde la capital. Subimos a dejar todo para salir a descubrir la ciudad.

Plano en mano nos vamos al metro para llegar al Nijö-jö, el castillo de Kioto que poco tiene que ver otros del país. Cometemos el error habitual cuando se llega a una ciudad nueva: no tener claro como son las distancias reales. Y mira que llevamos un plano, y que dice la escala… pero da igual. Hay que confundirse para aprender, y a nosotros el aprendizaje nos cuesta un gran paseo desde la estación de metro Nijö hasta la entrada al castillo. Además comienza a poner muy gris, por lo que tenemos terminar mojándonos.
Una vez pagada la entrada, atravesamos el gran muro que rodea el recinto y nos acercamos a la gran puerta Karamon que da acceso al palacio Ninomaru, al cual se puede acceder, pero siempre descalzo. Tiene una sola planta y lo más llamativo del edificio, además de los largos pasillos, son las magníficas pinturas que decoran los paneles que separan las habitaciones y los llamados suelos “ruiseñor” que se Ieyasu mandó colocar para protegerse de cualquier posible traidor, pues suenan como si fueran pájaros en cuanto pones un pie encima… y comprobado que es imposible pasar sin hacerlos sonar.
En el interior no se puede fotografiar, así que el quiera verlo tendrá que ir….

Kioto puerta KaramonUna vez fuera del recinto del palacio queda recorrer los jardines, pero apenas nos da tiempo a hacer unas fotos a un precioso estanque cuando empieza a caer agua como si no hubiera un mañana. Nos protegemos debajo de los saledizos del tejado, y toca esperar un buen rato antes de que la lluvia pare. Finalmente conseguimos salir y recorrer todos los senderos que discurren por los enormes y preciosos jardines. La pena es que estaba todo muy gris, probablemente con sol sea aún más bonito.

La luz de día ya comienza a escasear, y toca pensar en cenar. Por si no habíamos caminado bastante, y para terminar de hacer hambre, nos vamos andando hasta la zona de Ponto-chö, zona de vida nocturna de Kioto. La verdad es que llegamos sin muchas fuerzas y terminamos cenando una suculenta pizza en un restaurante que tiene mesas junto a un canal, no podíamos haber elegido mejor modo de acabar el día.

10 de Octubre

Nuevo y soleado día en Kioto. Y tenemos una cita: la visita al Palacio Imperial a las diez de la mañana. Pero nos parece que tenemos tiempo para ver algo más antes, así que bien temprano salimos del hotel y tomamos el metro junto al hotel hasta la estación de Kuramaguchi. Desde allí tenemos que caminar en busca de un santuario Patrimonio de la Humanidad, el Shimogamo-jinja, situado en la bifurcación de dos ríos, el Kamo y el Takano. La verdad es que nos cuenta un poco orientarnos, pero gracias a los encantadores japoneses que vamos encontrando por el camino conseguimos llegar. Nadie habla una palabra de inglés, no digamos ya de castellano, pero ante nuestros seguramente mal pronunciados konnichiwa y arigatö todos sonríen y ayudan como pueden.
Entramos el recinto (gratuito) por un lateral, y nos encontramos con un claro rodeado de altísimos árboles, donde se situan los diferentes edificios del complejo, así como varios torii de diversos tamaños. Hay muchos farolillos de colores, que junto con el rojo de los edificios resplandecen bajo el sol de justicia que ya hay a esa hora de la mañana.

Kioto Shimogamo-jinjaSalimos del santuario y atravesando el camino bordeado de árboles llegamos al punto donde se bifurcan los ríos… y nos damos cuenta que se acerca la hora del visita al Palacio Imperial y que estamos a cierta distancia. Aceleramos el paso, llegamos a la valla de los jardines y parece que no va a acabar nunca, por más que andamos siempre vemos metros y metros de jardines delante de nosotros. Entre las prisas y la carrera llegamos agotados y sudorosos a la Agencia de la Casa Imperial (a través de la cual y desde España reservamos día y hora para la visita), desde nos mandan a la entrada del Palacio (hay que seguir andando) para acceder con el grupo de las diez de la mañana. Llegamos a tiempo y no somos los últimos. Nos van mandando a una sala con asientos, máquinas de bebidas y baños, donde nos ponen un dvd sobre la historia del palacio. Más tarde y con la guía de habla inglesa accedemos al recinto del Palacio y vamos descubriendo los diferentes edificios. Resulta una visita interesante que da la posibilidad de visitar con tranquilidad el lugar donde a día de hoy se sigue coronando a cada nuevo emperador.

Kioto Palacio Imperial Aprovechando que el sol luce nos vamos en bus (la parada estaba junto a la valla de los jardines imperiales) hacia el Pabellón Dorado, uno de los lugares más conocidos de Kioto. Los autobuses son de tamaño medio y al igual que vimos en otros lugares, se paga al salir con el importe exacto depositado en una máquina (si no tienes ese dinero justo, la misma máquina te posibilita cambiar previamente). Bajamos a poca distancia de la entrada a Kinkaku-ji. Originalmente fue una casa de retiro para un sogún, pero su hijo lo convirtió en templo. Después de pagar la entrada, se accede al recinto donde todo el mundo posa para una foto delante del lago donde se refleja el Pabellón dorado. El recorrido está marcado por un sendero que sube por una pequeña ladera desde la cual se puede apreciar otra vista del lugar. La verdad es que fue un acierto aprovechar un día de sol, la imagen del Pabellón sobre el lago es de las cosas más bonitas que recuerdo de Kioto.

Kioto Pabellón DoradoAunque el siguiente lugar que queremos conocer está algo alejado, el metro en esa zona no existe, y los autobuses no comunican como necesitamos, y aunque tenemos un buen plano con todas las opciones pensamos que podemos llegar andando. Por fortuna esta vez el objetivo no está demasiado lejos y además es cuesta abajo, así que antes de lo que pensamos llegamos al Daitoku-ji, un conjunto de templos zen rodeados de jardines y senderos sinuosos, es un lugar muy relajado y sin casi visitantes. En total hay 24 templos y subtemplos, pero solamente algunos están abiertos a las visitas. Nosotros no entramos en ninguno de ellos, nos limitamos a acceder hasta donde estaba permitido sin pagar. Al final ni teníamos tiempo ni presupuesto para visitar todos y cada uno de los templos de pago. Hay que fiarse del instinto y pensar que los que eliges son los mejores, al menos para ti.

Kioto Daitoku-jiNos espera uno de los santuarios más antiguos de Japón y también Patrimonio de la Humanidad. Se trata del Kamigamo-jinja, y para llegar lo hacemos en un bus que nos deja en el parking del santuario. Para entrar al recinto hay que recorrer una esplanada de cesped perfectamente cuidado y pasar bajo la puerta de cualquier santuario, el torii. Una vez en el recinto, hay más de 40 edificios, reproducciones exactas de los originales. El lugar está dedicado a Raijín, el dios del trueno y me llamaron la atención las dos mini montañas cónicas de arena blanca frente que dicen está esculpidas para el descenso de los dioses…. cosas de la fé.

Como ya está bien de visitar a templos y palacios, nos volvemos a subir al bus para llegar a Gion, el barrio más famoso de Kioto y que está situado en la orilla oriental del río Kamo. Aunque es una zona llena de locales nocturnos, restaurantes y tiendas de recuerdos, aún quedan zonas llenas de encanto, tal y como eran los hanamachi (barrios de las geishas), a cuyas calles dan las puertas de las okiyas (casas de maikos durante su aprendizaje).
Paseamos por sus calles hasta encontrar Shimbashi, una de las más bonitas de Kioto. Casas tradicionales, puentes y almendros crean casi un lugar de postal.

Kioto ShimbashiContinuamos nuestro paseo por el barrio y nos dirigimos al sur de Shijó-dori, otra zona de las partes más bonitas de Gion y donde he leído que al caer la tarde es posible ver alguna de las pocas geishas que quedan en la ciudad. Caminamos arriba y abajo, vemos taxis vacios que pasan constantemente, miramos cada puerta e intentamos adivinar que hay tras cada celosía de madera que tapa las ventanas, pero nos parece una misión imposible lo de cruzarnos con una geisha… hasta que de repente, una calle estrecha y vacía se llena con el color del traje de una maiko que camina todo lo deprisa que le permite su vestido hacia su cita. Nos quedamos sin habla, era como una aparición que pasó junto a nosotros y nos dibujó una sonrisa que decía “existen y podemos verlas”. Así que decidimos seguir caminando con la ilusión de ver alguna más. Y nuestro esfuerzo tuvo recompensa, pues vimos varias maikos y geikos en diferentes lugares. Fue realmente emocionante, yo estaba feliz y creo que Arturo lo estaba de verme a mi con esa alegría. Se que no se las debe perseguir ni hacer fotos, pero de verdad que cuando ves una no puedes evitar levantar la cámara y disparar.

Kioto GeishasDespués de la emoción de nuestro paso por el barrio de las geishas terminamos el día con otra cosa tipicamente japonesa: el sushi. Buscamos un restaurante que había visto recomendado, Chojiro, en la zona de Ponto-chö. Nos costó un poco dar con él y tuvimos que esperar un rato en las escaleras a que quedara vacía una mesa. Pero creo que acertamos. Un local moderno donde pides la comida a través de una tablet, el servicio es amable, hay una cocinera que habla perfectamente castellano y el pescado está realmente delicioso. Todo a su favor.

Y después de la cena, paseito al hotel y a descansar, que al día siguiente habrá más.

11 de Octubre

Hoy es el día que vamos a dedicar el sur de Higashiyama, las montañas de la zona oriental de Kioto. Vamos en metro hasta la estación con el mismo nombre que las montañas, y desde allí paseamos poca distancia hasta el primero de los templos que queremos ver, el Shören-in. Este lugar se distingue con facilidad por los enormes alcanforeros que crecen junto a sus muros. Fue primero residencia de una abad de la escuela budista Tendai, y posteriormente se convirtió en el templo que es hoy. Es un lugar muy tranquilo que hay que visitar descalzo (excepto los jardines, para eso te puedes calzar) y hay algunos paneles con unas pinturas realmente llamativas. El precio incluye la visita a todo el recinto.

Kioto Shören-inEn un barrio lleno de templos y santuarios había que elegir que visitar y que no, es imposible conocer todos y cada uno de los lugares que salpican la ciudad. Nosotros nos guiamos principalemente por las recomendaciones de Lonely Planet y de algunos foros, así que el siguiente templo al que nos dirigimos fue Chion-in, cuya entrada al recindo es gratuita, tan solo hay que pagar para acceder a los jardines.
Este templo es la sede de la escuela budista Jödo, y es un lugar majestuoso, donde todo parece hecho a gran escala, desde los puentes a la campana, pasando por supuesto por la puerta y la enorme sala principal que nosotros solamente pudimos intuir pues estaba en obras y tapada por una estructura realmente grande. En la parte posterior del recinto hay unas escaleras que conducen a un cementerio en diferentes niveles, así como a otras zonas del templo. Merece la pena el pequeño esfuerzo de subir, pues las vistas desde arriba son bastante bonitas y sin casi gente.

Kioto Chion-inDe camino al colorido santuario custodio de Gion, el Yasaka-jinja, pasamos primero por Maruyama-koën, un parque con jardines, estanques y lugares donde tomar algo.
El santuario nada tiene que ver con los templos que habíamos visitado un poco antes. Aquí todo es bullicio, color y gente que va y viene. No tiene nada especial que le haga destacar, pero para nosotros era un lugar de paso y disfrutamos de la sonrisa de un grupo de jovencitas que iban vestidas con los tradicionales yukata y que posaron encantadas para nosotros.

Kioto Yasaka-jinjaEl paseo continuó por uno de los barrios mejor restaurados de Kioto, la zona de Ninen-zaka y Sannen-zaka. Es tan bonito como turístico, y las calles están llenas de encanto, con casas tradicionales, tiendas de recuerdos y restaurantes.

Kiyomizu-dera es probablemente el templo más visitado de esta zona de la ciudad, y hacia él fuimos subiendo la transitada Chawan-zaka que está bordeada de tiendas de comida rápida, de recuerdos y de artesania. Gente que sube y baja sin parar, todos con la cámara de fotos y alguna bolsa con su compras.
Al llegar a la parte alta de la calle encontramos la puerta de entrada al templo y una pagoda, que curiosamente lucen un precioso color rojo que hasta alturas del viaje nosotros ya asociamos más a los santuarios sintoistas que a los templos budistas. Hay que continuar ascendiendo y tras pagar el importe de la entrada ya se puede acceder a la sala principal, una gran estructura de madera con una gran terraza que se sostiene sobre cientos de columnas sobresaliendo por encima de la ladera. El nombre del templo quiere decir “del agua pura”, y el manantial con ese agua se encuentra debajo de la terraza, la gente hace cola para poder beber ese agua que parece ser tiene propiedades terapéuticas.
Desde la terraza del templo se puede ver al fondo otra pequeña pagoda roja de tres pisos, casi nadie llega a ella, pero está cerca del camino principal y es sencillo acceder.

Kioto Kiyomizu-deraVolvimos a bajar Chawna-zaka, teníamos que llegar a otro lugar en el que yo tenía una cita para recoger mi regalo de cumpleaños: me iba a convertir en maiko por un día. Desde España buscamos las opciones para una transformación en geisha, y esta me pareció la más interesante, así que reservamos para un día y hora concretos. Y fue toda una experiencia, ni yo misma me reconocía cuando terminaron de vestirme y maquillarme. Y que decir de Arturo que no supo que era yo hasta que no le hablé…. Sin duda uno de los mejores regalos de cumpleaños que he tenido jamás.

Maiko HenshinUna vez desmaquillada (a ver si no como salía a la calle…) nos vamos paseando tranquilamente bajo el sol de la tarde. Nos dirigimos a Gion disfrutando del paseo, parando en cada calle o rincón que nos llama la atención y curioseando en algunas tiendas con las que nos encontramos. Llegamos pronto a nuestro destino y celebramos el buen día con una cerveza. Luego salimos a ver si vemos alguna geisha y de nuevo tenemos suerte, aunque esta vez solamente es una. Terminamos cenando en un restaurante camino al hotel, pero todo estaba escrito en japonés así queno puedo dar más pistas.
Tocaba preparar maleta, porque al día siguiente nos vamos a Hiroshima y Miyajima y hay que dejar todo organizado.

12 de Octubre

Después de recoger todo el equipaje y desayunar nos marchamos de Kioto con una pequeña mochila. Dejamos todo en la consigna del hotel, pues vamos a regresar mañana por la noche. Es como hacer una escapada de fin de semana. Nuestro destino: Hiroshima y Miyajima.

13 de Octubre

Llegamos ya de noche a Kioto, y antes de entrar en el hotel cenamos en un restaurante cercano. Ya habíamos probado la experiencia de la máquina que registra la comanda. Es muy sencillo: indicas bebida y comida que quieres tomar, pagas y entregas la nota a una camarero. Más fácil imposible. A mi me recordaba la máquina un poco a las expendedoras de tabaco de España, pero con más botones.

Y con la tripa llena al hotel. La habitación esta vez nos gustó más, aunque la cama era un poco más pequeña (la otra habitación tenía dos juntas) el resto de la habitación nos resultaba más cómoda y espaciosa.

Citadines Kioto14 de Octubre

Hoy es mi cumpleaños, luce el sol y estoy en Kioto. ¿Qué más puedo pedir? Pues muy sencillo: visitar el santuario Fushimi Inari, uno de los lugares más conocidos de Japón gracias al paseo de la protagonista de Memorias de una geisha bajo sus torii.
Para llegar al santuario tan solo tuvimos que ir a la estación de Kioto y allí coger lo que sería una linea de cercanías hasta la estación de Inari. La verdad es que no elegimos el mejor día para la visita, pues en Japón el 14 de octubre resultó ser festivo y no era día lectivo, por lo que había gran cantidad de gente tanto en el tren como en el santuario. Pero era lo que tocaba, de modo que nos acercamos a la entrada del lugar, visitamos los edificios principales y a continuación empezamos a subir por la montaña bajo la hilera inacabable de torii rojos situados uno junto a otro. Es un paseo muy agradable que va pasando por los cinco santuarios que se extienden por las laderas boscosas del Inari-yama.

Fushimi-Inari, KiotoRegresamos a la estación de Kioto y desde allí fuimos en metro de nuevo a la estación de Higashiyama, esta vez para conocer la zona norte de las montañas. El primer lugar que visitamos es Heian-jingü, un impresionante complejo de santuarios construidos para conmemorar el 1100 aniversario de la fundación de Kioto en 1895. Son coloridas réplicas pero a menor escala del Kioto Gosho. Aunque no entramos a los jardines, alguien nos dijo después que merecen la pena (son la única parte de pago del complejo)
Durante la visita vimos a una familia celebrando el nacimiento de un bebé y posaron con agrado para nuestra cámara.

A continuación nos dirigimos al Sendero del filósofo, un camino peatonal que discurre junto a un canal a los pies del Higashiyama y que está bordado de árboles y banquitos donde sentarse a descansar. También encontramos algunas tiendas de artesanía con cierto estilo (y precio acorde) a lo largo del paseo.

Al final del sendero y subiendo una pequeña cuesta se llega al Ginkaku-ji. Es también uno de los lugares más concurridos de la ciudad, y previo pago se accede al recinto que aloja el conocido como Pabellón de plata, aunque dicho edificio nunca llegó a estar recubierto de ese metal. La verdad es que este lugar me decepcionó un poco, no se si por la cantidad de gente, porque el recorrido era estrecho e imposible desviarse de él o porque el pabellón me resultó tremendamente soso. Todo el mundo dice que merece mucho la pena, pero para mi son más bonitos otros lugares de Kioto.

Ginkaku-ji, KiotoRegresando al Sendero del filósofo lo recorremos en dirección contrario curioseando en el interior de algunos templos con los que nos vamos cruzando en el camino y disfrutando de las vistas que hay en ciertos lugares de los tejados de Kioto. Al final del camino llegamos a otro de los templos más interesantes de la zona, el Nanzen-ji, con un amplio recindo donde lo más llamativo es gran puerta principal y el acueducto de ladrillo que hay en la parte posterior. Un sendero que parte de este último lugar lleva a un santuario en la montaña pero nosotros no llegamos a verlo. También es posible disfrutar de un jardín zen, pero ya era tarde para entrar a la hora de nuestra llegada.

Ya solamente quedaba ir a cenar, y el lugar elegido fue un restaurante que ya habíamos visitado: Chojiro. Me apetecia cenar pescado y como la vez anterior había sido tan divertido y la comida rica, decidimos volver. Y salimos más contentos aún que la primera vez. En primer lugar probamos anguila, y jamás hubiera pensando que podía estar tan bueno ese pescado. Además al comentar con la cocinera que hablaba español que era mi cumpleaños, el dueño del local me preparo y obsequió con un plato de sushi tan bonito que daba pena comerlo. Y también me regaló una botella de un nuevo tipo de sake espumoso que resultó estar bastante bueno. Un fin de fiesta genial.

Sushi en Chojiro, Kioto15 de Octubre

El día amanece con lluvia y con pronóstico de que será así todo el día de modo que cambiamos el plan inicial sobre la marcha y pensamos que es el día perfecto para ir a Osaka y visitar su Acuario. Pero antes nos apetece acercarnos a uno de los mercados de Kioto, el Nishiki, que está cubierto y nos parece una visita perfecta para un día lluvioso. No está muy lejos del hotel, así que aunque llueve nos vamos paseando hasta hasta allí, tan solo una manzana al norte de Shijo-dori. Dentro encontramos tanto orden y limpieza como ya esperábamos, así como muchas tiendas de recuerdos, algunos restaurantes y puestos de comida donde vemos productos que no somos capaces ni de adivinar que son. Lo que más hay son diferentes tipos de algas y todo tipo de pescado y marisco, pero nada de lo que vemos consigue abrirnos el apetito… igual es porque acabamos de desayunar. Lo único que compramos en una tienda es un precioso paraguas transparente con flores de colores, y desde luego le vamos a dar buen uso ese día.

DSC_0333Para llegar a Osaka tenemos que ir hasta la estación de Kioto y desde allí podemos coger cualquier tren, así que una vez en la estación averiguamos el primer tren que sale y en apenas media hora estamos en nuestro destino.

16 de Octubre

Este día se lo vamos a dedicar a Okayama, en principio iba a ser una visita combinada en un solo día con Osaka, pero el tiempo ha impuesto que sea de otro modo, así que volvemos a la estación de Kioto, por la que ya nos movemos con cierta soltura, y tomamos el primer shinkansen que sale con destino a la ciudad que queremos visitar y a la que llegamos en algo más de una hora.

Al volver por la tarde a Kioto nos apetece volver a la zona de Gion, pasear, buscar geishas y tomar una cerveza en una especie de curiosa taberna que habíamos descubierto en la zona comercíal de Teramachi. A pesar de sus cuadros tipicamente japoneses, había algo en ese lugar que me recordaba a las bodegas y bares del antiguo Madrid. Arturo decía que si, pero creo que solo por darme la razón…. Os dejo aquí alguna foto a ver si alguien piensa como yo.

17 de Octubre

Es nuestro penúltimo día en Kioto y nos queda una visita pendiente: la ciudad de Nara. Así que hay que solucionarlo y nos vamos a visitarla. Los trenes en este caso son locales y tardan una hora en unir ambas ciudades.

18 de Octubre

Toca preparar equipaje y hacer el check-out pues a mediodía abandonamos Kioto. Pero aún tenemos por delante una mañana para conocer algún nuevo lugar de esta ciudad que nos ha enamorado.
Lo primero que hacemos es ir hasta la zona de Gion, la hemos visto varias veces por la tarde y por la noche, pero nunca hemos caminado por las calles del barrio durante la mañana y el ambiente no tiene nada que ver: no hay turistas y si muchos trabajadores que se dirigen a su trabajo, furgonetas con el reparto del supermercado llevando mercancía a supermercados, e incluso calles vacias a las que asoman casas que con toda probabilidad son casas de té o bien okiyas y ante cada una de las cuales invento una historia con lo que ocurre dentro. Fijo que no doy una, pero se nos hace muy entretenido el camino.

Gion, Kioto

Caminando llegamos a la orilla de río, y tras cruzar el puente Shijö bajamos para hacer unas fotos de la parte posterior de los locales de Ponto-chö y ver la ciudad desde otra perspectiva.

KiotoVolvemos a Shijö-dori para subir al bus que nos llevará al noroeste de la ciudad donde están los dos últimos templos que vamos a visitar en Kioto, y también en Japón. El primero es el Ninna-ji, otro de los lugares Patrimonio de la Unesco en la ciudad. Tiene una gran zona que se puede visitar de forma gratuita y que fue la que nosotros vimos. En ella destaca una pagoda de cinco pisos rodeada de un bosque bajo el cual hay una alfombra de musgo de un verde reluciente y un aspecto tan acolchado que pude evitar pisar para comprobar la consistencia del terreno, que tal y como parecía, era blandido, como pisar nubes (bueno, ya sé que las nubes no se pueden pisar, pero si se pudiera seguro que sería como es musgo). En el recinto nos encontramos con un grupo de escolares de picnic, todos encantadores y sumamente discretos y educados como seguro lo son sus progenitores.

No demasiado lejos del Ninna-ji se encuentra Ryöan-ji, , que también es Patrimonio de la Humanidad. Nada más entrar al recinto pagamos la entrada que nos da la oportunidad de contemplar uno de los famosos jardines secos japoneses. Para llegar a la zona de templo donde está dicho jardín hay que pasear por un precioso bosque que rodea un enorme y precioso estanque.
Al entrar al edificio donde esta el mirador sobre el jardín zen, hay que descalzarse. Se pueden ver diferentes salas interiores con sus paneles bellamente decorados, y en un lateral, una terraza con un par de niveles de asientos donde sentarse a disfrutar del mar de arena del que sobresalen 15 piedras. Siendo sincera, a mi ni fu ni fa… Está bien por verlo, es curioso, pero nada más, personalmente me quedo con cualquier jardín tradicional con sus árboles y sus flores.

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Al acabar la visita al templo nos vamos a coger el bus que nos deja relativamente cerca del hotel, pedimos nuestro equipaje y nos vamos por última vez a la estación de Kioto por la que hemos pasado tantas veces en los últimos días. Cogeremos nuestro último shinkansen hasta la Tokio, y desde allí el último tren del viaje a Narita, donde vamos a pasar la última noche. Nuestro vuelo sale por la mañana y el hotel APA Keisei que hemos reservado cuenta con servicio gratuito de traslado al aeropuerto. Es un hotel pensado justo para eso, pasar una noche y salir a otro destino. Cerca hay alguno restaurantes y supermercados, pero nosotros terminamos tomando cerveza en un lugar con algo más de encanto que el resto. Luego a dormir la última noche (por ahora) en suelo japonés.

Porque Japón nos ha gustado TANTO que seguro volveremos.

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