Diario de viaje Sri Lanka: el momento mágico de la subida a Pidurangala

por Cristina Monsalvo
Pidurangala

11 de Marzo – Conociendo Aukana, Ritigala y Pidurangala

Abandonamos temprano Anuradhapura, nos marchamos hacia el sur con destino a Sigiriya, pero antes tenemos que hacer unas paradas para ver cara a cara al Buda de Aukana, pasear por la ruinas de Ritigala y subir a Pidurangala.
Después de desayunar y liquidar la cuenta del hotel, subimos al coche y volvemos a esas carreteras que nos siguen sorprendiendo por el buen estado en el que se encuentran. Son anchas y bien señalizadas… Lástima que conducen como conducen, es decir, tirando a mal (o lo que al menos nosotros pensamos que no es buena forma de ir al volante). También nos llama mucho la atención como se parecen todos los lugares por los que pasamos. Si son ciudades más grandes tienen el mismo tipo de edificios y tiendas; si son más pequeños enseguida vemos el templo budista y a veces una mezquita o templo hindú. Y de fondo siempre el color verde.
Poco antes de llegar a nuestro primer destino, el Buda de Aukana, tomamos una desviación de esa genial carretera por la que íbamos hasta ese momento y empezamos a viajar por una que aunque no es un horror nada tiene que ver con la anterior. El camino es bonito, a un lado se ve un inmenso lago al nivel de la carretera, y al otro, a un nivel inferior un bosque de cocoteros. Entretenidos con las vistas, cuando nos quisimos dar cuenta ya habíamos llegado. Nos bajamos del coche y lo primero que notamos fue el calor húmedo al que ya nos estábamos acostumbrando. Dejamos el coche y subimos una cuesta hasta las taquillas donde pagamos 750 rupias que al ver lo que había dentro se me clavaron en el alma. Nos quitamos los zapatos y tras caminar un poquito allí estaba. El horror. Una viajera me mandó una foto que no hacía imaginar que lo que me iba a encontrar fuera un lugar lleno de andamios tras los cuales se ocultaba el Buda. Antes de entrar me parecía un precio justo el que me cobraron por ver la mayor y mejor escultura de Buda de Sri Lanka, pero una vez dentro pasó a parecer un robo y así lo hice saber aunque evidentemente a ellos les daba igual. Cierto que la escultura la ves, pero sin perspectiva de ningún tipo, peor que ver una foto…. Así que os recomiendo que si lo tenéis en mente, antes de ir os aseguréis de que ya nada tapa esta fabulosa escultura, pues entre el precio y el desvío que hay que hacer la cosas es como para pensarla.

Pidurangala

Volvimos al coche bastante mosqueados, pero menos mal que enseguida se nos pasó al pensar que quedaba mucho día para que las cosas mejoraran. Así que vamos, rumbo a Ritigala, una montaña en la que íbamos a visitar los restos budistas de un monasterio, un lugar a medio camino entre Anuradhapura y Sigiriya al que no van muchos viajeros.

El conductor iba un poco perdido, tanto que se equivocó de camino y casi nos manda andando por un lugar que no era. Menos mal que lo debió de ver tan mal como nosotros y regreso a la carretera principal donde uno metros más allá encontramos varios tuk tuk. Ellos nos dijeron que la subida al monasterio era allí, pero que el coche no podría llegar por el estado de la carretera y que la distancia era de casi tres kilómetros. Así que la única forma era utilizar un tuk tuk que directamente nos dijo que el precio era 1000 rupias, algo que a mi me pareció exagerado. Y ni regateo ni nada. Si quieres subes y si no te vas andando. Al menos nos aseguró que ya no se paga entrada por visitar las ruinas, una cosa por la otra.

Dejamos nuestro cómodo y fresco coche para subir a nuestro transporte y llegar a las ruinas. Allí la vegetación era mucho más densa y la humedad mayor. Mucho calor, creo que donde más hemos pasado en Sri Lanka. Nuestra llegada coincidió con la de un colegio con montones de niños, y mientras ellos se organizaban aceleramos un poco el paso para adelantarnos y poder visitar el lugar con más tranquilidad. Durante la visita cruzamos un río, seguimos un sendero de piedra, pasamos por lo que debieron ser la habitaciones y también por los baños. Lo más curioso, un urinario en el suelo tallado y hasta con dos pies indicando donde debían poner los monjes los suyos.

PidurangalaFinalizada la visita fuimos a por nuestro tuk tuk y pillamos a conductor en plena siesta. Además es que hablamos en voz alta y ni se inmuto, estaba plácidamente dormido. A nosotros nos daba apuro despertarle (somos tontos, después de las 1000 rupias debía haber estado atento y hacernos hasta la ola al vernos llegar). Bajamos hasta el coche cuando ya empezaba a apretar de verdad el calor y cogimos carretera hacia nuestro siguiente campo base: Sigiriya

No tardamos mucho en llegar a la zona, pero antes de ir al hotel nos fuimos a visitar un lugar que iba a endulzar un día que había salido algo torcido. Se trataba de la roca de Pidurangala, un lugar poco visitado por turistas y que prometía regalarnos unas buenas vistas de Sigiriya.

Antes de subir a la roca le pedimos al conductor que nos parara para tomar una cerveza y así lo hicimos. Un rato de relax para comentar como estaba pasando el día y la expectación ante la siguiente visita. Cuando nos sentamos con nuestra cerveza, me daba apuro no ofrecer nada a Chami, así que le pregunté y me dijo que le apetecía una Coca-cola. Se la pedí… y aún estoy esperando un gracias o una sonrisa de agradecimiento.

Pidurangala

Llegamos a Pidurangala pasadas las tres de la tarde, hacía calor pero teníamos que empezar a subir si no queríamos que oscureciera, y como no sabíamos el tiempo que iba a llevar al visita, lo mejor era ponerse a ello cuanto antes. Yo había leído en el blog de Viajeros Callejeros que Chami, el conductor, les había acompañado en esta roca, y claro, yo le pregunté al conductor si lo recordaba ¡¡¡y me dijo que era la primera que iba a ese lugar!!! De repente no entendía nada, y apunté mentalmente hablar con Vanessa para que me dijera que podía estar pasando.

Pidurangala

Volviendo a la roca, lo primero que hicimos fue pagar la entrada y atravesar el templo budista de la base de la roca para comenzar el ascenso, primero por escaleras hasta una explanada en la que un gran Buda tumbado descansa bajo una roca. Las vistas desde ese punto ya empezaban a ser preciosas, todo verde y frondoso a nuestros pies. Nosotros emocionados con nuestro palo de selfie estábamos empeñados en tener un montón de fotos juntos, cosa que nunca puede ser…. pero el palo salió malo y fue aquí donde dijo que no quería funcionar. Se comenzó a girar, a no abrir…. aguantamos con él como pudimos, porque el propósito era firme.

Pidurangala

El camino por Pidurangala seguía ascendiendo desde este punto, pero la cosa si iba complicando más y más. Nada de escaleras, rocas de diferentes tamaños por las que subir, no había un camino concreto que pareciese el correcto… pero sabíamos que había que llegar a lo más alto, así que como íbamos pudiendo subimos y subimos. El último tramo de ascenso  nos hizo incluso dudar de estar en el lugar correcto debido al enorme tamaño de las piedras que había que trepar, pero valoramos el mejor modo de hacerlo y enseguida estábamos arriba, solos con Sigiriya ante nuestros ojos.
Sin duda fue uno de los momentos más emocionantes del viaje. Yo, que soy muy tonta, no pude evitar ponerme a llorar, pero de alegría, claro. Sigiriya fue uno de los motivos que me hizo empezar a organizar este viaje, y ahora estaba allí, a pocas horas de vivirla.

Pidurangala, Sri Lanka

Nos sentamos en lo alto de Pidurangala a disfrutar ese momento y a recuperarnos de la subidita. Todo lo que no había salido bien durante el día quedó borrado. Ese lugar y esos instantes eran nuestro regalo. Pero la paz duro poco, pues de repente empezó a llegar gente, primero una pareja, luego unos amigos y más tarde un pequeño grupo. Todos llegaban agotados y quedaban maravillados al ver cual era la recompensa al esfuerzo.

Pidurangala

Decidimos seguir investigando por la gran roca y durante el paseo por la parte más alta de Pidurangala disfrutamos de otras vistas de la roca más famosa de Sri Lanka y del fantástico paisaje de la isla. Lo pasamos en grande sin hacer nada especial, solamente estar allí.

Pidurangala

Llegó el momento de bajar y de nuevo hubo que hacer un estudio para buscar las rocas por las que nos resultará más sencillo descender desde lo alto de colina. Eso fue la parte fácil. Porque la difícil vino cuando nos confundimos en el camino de descenso. No sabemos como pero empezamos a bajar por un lugar que llegado un punto no dejaba seguir avanzando. Y todo fue por seguir a otros chicos que bajaban delante de nosotros. No sabemos aún como consiguieron llegar abajo por ese camino, o si siguen perdidos entre la vegetación, pero nosotros probamos varias rutas y era imposible por todas. Al final dimos la vuelta y conseguimos encontrar la ruta adecuada para bajar desde lo alto de Pidurangala, pero no antes de 20 minutos de idas y venidas.

Agotados y acalorados llegamos al coche dispuestos ya a llegar al hotel (Aliya Resort). Mejor dicho, al hotelazo, porque de verdad que lo era. Según Arturo demasiado moderno, pero a mi me gustó todo, desde la amplísima recepción hasta la piscina con vista a las rocas de Sigiriya y Pidurangala, pasando por los jardines o la decoración. Después del check-in y de un delicioso zumo de mango, nos fuimos a la habitación a soltar las bolsas y darnos una ducha que nos habíamos ganado pero bien.

Pidurangala

Cuando conseguimos estar presentables ya era completamente de noche y si algo malo tenía este hotel es que no había nada cerca para poder salir a cenar. Además se sumaba la paliza de coche durante el día, de modo que nos quedamos a cenar en el hotel aunque era lo más alejado del lugar donde yo hubiera querido estar, ya que había mucha gente, y al ser tipo buffet siempre había personas de acá para allá. Pero bueno, cenamos rico y variado, además de estar a pocos metros de una cama que resultó ser no solo grande sino también comodísima.

Antes de acostarme tenía que hacer una cosa, y era escribir a Vanessa de Viajeros callejeros y mandarla una foto del conductor para saber si realmente era la misma persona que ella me había recomendado. Y en cuanto la mandé una foto me dijo que no era la misma persona… así que ya nos empezaron a cuadrar muchas cosas. Hablé con Arturo y decidimos que al día siguiente íbamos a escribir un mail a Chami para que nos contara que había pasado y cual era el problema para que no hubiera venido él que era lo acordado.

Con una duda aclarada nos fuimos a la cama con algún picotazo de mosquito en las piernas tras pasar un rato de charla en la terraza de la habitación.

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2 comentarios

Laura Arteaga 26/06/2016 - 10:15 PM

Maravilloso Sri Lanka. Gracias por compartir tus experiencias en esta bella isla. Recordar es vivir.

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Cristina 27/06/2016 - 7:11 PM

Por eso precisamente empecé el blog y Kris por el mundo vio la luz, para no olvidar tanta magia que se cruza en mi camino… Un abrazo

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