Diario de viaje: sur del Valle Sagrado de los incas

por Cristina Monsalvo
Valle Sagrado de los incas

22 de Junio – Sur del Valle Sagrado de los Incas

A las once subimos al coche con Hugo para abandonar Ollantaytambo de regreso a Cusco. Lucía como todos los días un sol increíble, pero hacía algo de aire que refrescaba bastante el ambiente. Volvimos a pasar por la misma carretera que nos trajo a Ollanta dos días antes, pero esta vez al llegar a Urubamba nos desviamos hacia el sur. Primera parada: las salinas de Maras.

En mitad de la nada tomamos una desviación que nos llevó cruzando un llano y disfrutando de unas vistas preciosas hasta un lugar que a mi me recordó a la zonas de los tintoreros en Fez (Marruecos), pero en este caso todo de color blanco. Hay que pagar antes de llegar tan siquiera a poder disfrutar de una lejana vista del lugar, y puedo asegurar que había bastantes turistas que habían llegado en grupo, incluso algunos que iban con sus bicicletas, aunque a lo mejor esos llegan por otra ruta y se libran del pago.

El uso de estas salinas data de cientos de años atrás, y actualmente la explotación y distribución corre a cargo de los propios habitantes de Maras, quienes se encargan de trabajar el lugar y que han prescindido de intermediarios. Todas estas salinas están en una ladera y la sal que se va depositando en ellas proviene de un manantial que las atraviesa. Hay unas 5000 pozas y se puede pasear entre ellas con prudencia para no meter los pies o romper algún borde. Después de aparcar el coche, tuvimos que caminar atravesando una zona de puestos de venta de sal y de frutos secos que nos daban a probar. Unos metros más allá apareció ante nosotros el curioso espectáculo de las pozas blancas construidas como si fueran las tradicionales terrazas incas. Para variar y por si lo echaba de menos, una vez visitado el lugar y hechas algunas fotos nos tocó volver a subir todo lo bajado. Menos mal que el sueño reparador y el suculento desayuno me habían devuelto casi todas las fuerzas perdidas el día anterior.

Valle Sagrado de los incas

Nos alejamos de las salinas por el mismo camino que habíamos hecho al llegar, y nos fuimos hacia el pueblo de Maras. Sus calles estaban desiertas a esa hora, tan solo pudimos ver a lo lejos alguna mujer con su carga del mercado a la espalda mientras dábamos un pequeño paseo por la calle principal en la cual el único reclamo pueden ser las portadas de algunas casas en las que llama la atención la decoración en la que se mezclan elementos religiosos católicos con otros tradicionales del valle, como el maíz o el puma. Aparte de eso el pueblo nada como para que merezca la pena parar.
Pero se pasa por él para llegar a Moray, otro de esos curiosos lugares incas esparcidos por el Valle Sagrado de los Incas. Este se trata de una serie de andenes circulares que descienden cada vez más unos dentro de otros. Aún hoy no se tiene muy claro el sentido del lugar, algunos dicen que era un observatorio astronómico, aunque la teoría que tiene más fuerza es la que habla del lugar como una especie de “laboratorio” en el que se experimentaba con las plantas para encontrar la altura y orientación más apropiadas para su cultivo. En esta ocasión yo iba muy emocionada por bajar a ver el lugar de cerca, pero entre lo profundo que estaba, que luego que había que subir y que se nos hacía tarde para llegar a Chinchero decidí que lo mejor era verlo desde arriba y ya está. Eso si, vimos gente abajo y se les veía diminutos. Por cierto, la entrada es con el boleto turístico.

valle Sagrado de los incas

El último lugar a visitar ese día en el Valle Sagrado de los Incas fue Chinchero y para mi fue un final genial. No hubiera imaginado que ese pueblo pudiera ser tan bonito. Nada más aparcar el coche en la plaza pudimos comprar unos refrescos en una pequeña tienda y acercarnos a ver el famoso mercado de la ciudad. Es más pequeño que el de Pisac pero a mi gusto tiene más encanto. Las mujeres iban ataviadas con el traje típico de esta zona del Valle Sagrado de los Incas y vendían artículos textiles de gran calidad hechos por ellas mismas y que poco tienen que ver con los que se ven en el resto del país. Después de una vuelta por el lugar, nos dispusimos a subir (¡¡¡otra vez!!!) hacia la parte histórica de Chinchero pero antes probamos una comida nueva y muy típica: el choclo con queso.

Valle sagrado de los incas

Valle Sagrado de los incas

Con él en la mano empezamos a subir las empedradas cuestas de esta pequeña población del Valle Sagrado de los Incas. En cualquier rincón se distinguen restos de la que fue la antigua ciudad pero al llegar a lo alto del pueblo y atravesar los arcos que llevan a la plaza la evidencia del origen de Chinchero salta a la vista. Allí se pueden ver muros de grandes dimensiones sobre los que se levanta la iglesia que los españoles construyeron sobre el palacio inca. Bajando desde la plaza de la iglesia uno se encuentra en una gran explanada desde donde las vistas de las montañas, los restos incas y la iglesia son de lo mejor que he contemplado en Perú. Además a esa hora todo iba tornándose dorado y una suave brisa refrescaba el ambiente. El silencio era total pues aparte de nosotros no había mucha gente para un espacio tan amplio y se podía disfrutar del lugar sin ninguna molestia. Vimos a una señora separando patatas y otras que iban subiendo a la plaza de la iglesia con sus mercancías para vender a la espalda. Al asomarnos al borde de lo que parecía un precipicio vimos los andenes incas. De verdad que el conjunto es de esos que merece la pena visitar con calma.

Valle Sagrado de los incas

Valle Sagrado de los incas

Antes de regresar al coche entramos en la iglesia. Por fuera es sencilla pero su interior me gustó tanto como el resto del pueblo: techo y paredes estaban decorados con pinturas lo que dotaba al interior del pequeño templo de un colorido ausente en el resto de iglesias que habíamos visitado en Perú. Una vez en la plaza vimos que se había llenado de mujeres que habían colocado su mercancía sobre el suelo improvisando un mercado de artesanía. Al preguntarlas la razón del traslado de la parte baja del pueblo a esa zona nos dijeron que Chinchero es el último pueblo que visitan los grupos de turistas y que a todos los llevan directamente a la iglesia y a los restos incas, por lo que si algo podían vender aún ese día sería allí arriba. Desde luego estas mujeres se ganaban bien el dinero, porque había que verlas subir por aquellas cuestas con toda la carga de sus telas a la espalda.

Valle Sagrado de los incas

Al llegar al coche ya había bajado mucho el sol y comenzaba a refrescar, así que agradecimos tener allí a Hugo esperando y poder entrar al resguardo del vehículo. Salimos de Chichero y a los pocos minutos ya había oscurecido por completo. Al hacerse de noche el viaje, aunque corto, se hizo más pesado, sobre todo al entrar en Cusco y aumentar el tráfico. De todos modos no tardamos mucho en estar bajando el equipaje en el hotel donde pasaríamos la última noche en esa zona del país, al día siguiente nos márchabamos a Puerto Maldonado

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1 comentarios

Wataran 22/04/2017 - 2:17 AM

Impresiona lo espectacular de este lugar, la arquitectura de sus edificaciones, el prolijo trabajo de sus constructores. Se aprecia la capacidad de los artesanos que realizaron el trabajo con las precarias herramientas con que se contaba en aquella época, enormes rocas de muy alto tonelaje eran transportadas a la cima del cerro para levantar templos en donde veneraban a sus dioses.

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