Vilnius. Día 2: Recorriendo el gueto judío

por Cristina Monsalvo
Las Tres Musas Vilnius

Lunes 7 de diciembre – Vilnius

Nuevo día en Vilnius, y después de una noche reparadora en el Moon Garden Hotel tocaba ponerse de nuevo en marcha… y hay que ver que sensación tan rara abrir la cortina casi a las nueve de la mañana (vale, no madrugamos mucho) y ver que fuera apenas ha comenzado a clarear aunque las calles ya están llenas de vida. Así que había que ducharse y bajar a desayunar antes de abrigarse y  salir de nuevo a conocer más rincones de la bella Vilnius.

El comedor estaba en un semi sótano del hotel y sin duda era la parte más fría del mismo, aunque eso lo descubrimos cuando llegamos abajo y nos tocó subir para coger algo más de abrigo. Tomamos dulces, embutido, queso y hasta pipas de calabaza peladas, zumo de naranja y café (bueno, yo té, que el café salió de mi vida hace tanto que casi no recuerdo como sabe, solamente tengo claro que no me gustaba tanto como el sabor que me ofrecen las infusiones), todo acompañado de luces y música navideña.

Nada más salir a la calle bofetada de frío, de esos que te obligan a taparte todo lo que puedas, y es que además ese día no lucía nada el sol, el cielo aparecía totalmente cubierto y eso daba aún más sensación de “me estoy helando”.

Empezamos nuestra ruta del día en Vilnius por el mismo camino del día anterior, cruzando la Puerta del Alba para entrar en el casco histórico de Vilnius. La diferencia es que hoy no había prisa, y fuimos parando para contemplar todo lo que nos llamaba la atención, desde la Iglesia de Santa Teresa a las Puertas Basilianas, tras las cuales se esconde un tranquilo patio con un iglesia que luce unos desgastados frescos en su fachada. Lo único malo que nos estaba pasando es que todas las iglesias estaban cerradas, son lugares de culto y en la mayoría de lo casos se abren solamente para las misas.
Las calles estaban mucho más vacías que el día anterior, se había terminado el fin de semana, los turistas habían vuelto a su ciudad y la gente de la ciudad estaba trabajando, así que en algunos momentos teníamos la sensación de tener la ciudad para nosotros solos. Poco a poco fuimos avanzando hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento, un edificio que parece sacado de la antigua Grecia y puesto en el centro de la capital de Lituania. A su alrededor bonitos edificios de discretos colores se asoman a la plaza y bajo ellos tiendas, restaurantes… y una preciosa librería con una dueña encantadora que en cuanto dije que era española empezó a enseñarme libros de autores de nuestro país y guías de España. Además y aunque no quieras comprar ninguno de esos libros (no sabes lituano, así que no te lleves nada que luego no entiendas) puedes llevarte como recuerdo alguno de los preciosos puntos de lectura que tiene en sus estanterías.

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En este punto cambios nuestra ruta respecto a lo que hicimos el día anterior. Hoy nuestro destino era el camino que nos llevaría conocer la historia de los judíos en la que fue conocida como la Jerusalén del Norte. Para ello nos dirigimos a Rudininku gatve ya que en esa calle fue donde se encontraba el Judenrat, el edificio encargado de la administración del gueto durante la ocupación nazi. Unos metros más allá, una placa marca el lugar donde se encontraba la única puerta que daba paso al gueto.
En Vilnius hubo dos guetos, el primero se conoció como el Pequeño Gueto y todos los judíos que estaban en él fueron conducidos y exterminados en Paneriai, un bosque cercano a la ciudad. El segundo de estos guetos fue conocido como el Gran Gueto y en él estuvieron aquellos judíos que los nazis consideraban válidos para el trabajo. Gaono, Zydu, Ligonines o Stikliu gatve son algunas de las calles que formaron parte de esos guetos y por las que nosotros caminamos durante ese lunes gris. Hoy la ciudad ha vuelto a la normalidad y pocos recuerdos materiales quedan de lo que allí paso aparte de placas conmemorativas como las que hay en Rudininku gatve.

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Caminamos hacia Pylimo gatve, calle en la que se encuentra la Sinagoga coral. Este templo sobrevivió a la destrucción nazi ya que durante la ocupación fue utilizada como almacén farmacéutico. Hoy en día está en perfecto estado y es frecuentada por la pequeña comunidad ortodoxa judía de la ciudad. Al llegar a la puerta nos sorprendió la azul valla que la rodea, y que en la puerta había dos grupos de turistas que parecían indecisos sobre que hacer o sobre si se podía entrar. Yo había leído que la sinagoga estaba abierta todo el día y que admiten visitantes. Mire por todas partes y encontré un timbre junto a la puerta, y como lo peor que podía pasar es que no respondieran o que no nos dejaran pasar, pues lo pulse. Dos minutos más tarde estábamos dentro (nosotros y todos los demás que había fuera sin saber que hacer para entrar), en un templo luminoso y muy cálido donde un hombre de aspecto serio y casi siniestro nos indicó por donde acceder al interior de la sala de oración, en la cual un mujer encantadora nos explico algunas cosas de la historia de la sinagoga y nos dijo que podíamos hacer fotos y preguntar cuantas dudas nos surgieran.

Vilnius, Sinagoga CoralCurioseamos entre los bancos viendo los libros escritos en hebreo que descansaban en cada uno de ellos, los candelabros, los tapices, los textos en las paredes, observando la plataforma que hace de altar en las sinagogas y la Tora que contiene la ley de pueblo judío. Preguntamos por los dos niveles de la sinagoga, que aunque ya imaginábamos que eran las zonas de hombres (abajo) y mujeres (arriba), la respuesta de la mujer que nos había recibido nos confirmó que así era.
Al despedirnos y dar las gracias después de haber deambulado por todo el templo la mujer de repente me dio una abrazo y me dijo que era una de las mujeres más bonitas que había visto y que tenía una sonrisa tan encantadora que iluminaba a quienes tenía cerca. Lo que hizo que mi cara se iluminara también, pero de un rojo intenso que tardó en desparecer lo que tarde en salir a la calle y sentir de nuevo el frío en el rostro.

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Anduvimos de nuevo hacia las calles que fueron el hogar (por llamarlo de alguna manera) de todos los judíos recluidos en el gueto. Descubrimos durante el paseo que muchos de los edificios de Vilnius tienen un patio oculto, una entrada que lleva a un espacio que pertenece a las casas a las que se accede desde la calle o en algunos casos incluso desde el patio. Allí en algunos casos encontramos sencillamente un parking, en otros algunas tiendas y en un par de ellos las terrazas de algunos coquetos restaurantes.
Nuestros pasos nos llevaron hasta la iglesia gótica más antigua de la ciudad, San Nicolás, la cual pudimos ver nada más que por fuera pues de nuevo encontramos la puerta cerrada. Aún así no nos desanimamos y seguimos paseando hacia otra iglesia, la de la Asunción, con la esperanza de poder encontrar ese día algún templo católico abierto. Y hubo suerte, la conocida como la iglesia de las Arenas (por el barrio en el que se ubica) estaba abierta y pudimos acceder a un interior en obras que sin embargo nos obsequió con unos muros de ladrillo visto adornados con alguna bella escultura que hacen del templo un lugar tranquilo y sobrio en el que pudimos ver algunos fieles sentados en los bancos (suponemos que rezando)

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Habíamos pateado ya gran parte del antiguo gueto cuando llegamos a dos de las calles más turísticas de lo que fue aquel encierro para los judíos: Zydu y Gaono gatve. En ellas y en las calles más cercanas hay cafeterías, restaurantes, tiendas…. Un mundo que en nada recuerda lo que ocurrió allí hace solamente unas décadas. Al final de Zydu gatve pudimos ver la casa del gaón Elijahu Ben Sholomo Zalman y un busto en honor a este sabio judío que con tan solo seis años recitó el Talmud entero de memoria. Nuestro recorrido por esta parte de Vilnius terminó cuando llegamos a Didzioji gatve, lugar en el que el viajero puede ver otro de esos planos que indican que como fueron los guetos de la ciudad.

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Vilnius es una ciudad pequeña que se recorre con facilidad, así que el tiempo cunde bastante pues sin caminar mucho se llega rápidamente de un lugar a otro. Así que en ese momento del día vimos que íbamos muy bien de tiempo, que quedaban cosas por hacer y que a pesar de todo a las cuatro volvería a ser de noche. Queríamos seguir viendo cosas y parar a comer implicaba invertir horas de esas pocas que nos quedaban con luz. Habíamos desayunado bien, así que nos compramos un café para llevar y un bollo y continuamos hacia la casa del compositor y pintor M.K.Ciurlionis. De nuevo nos encontramos con uno de esos lugares a los que para acceder hay que llamar al timbre. Una vez dentro pudimos dejar nuestro abrigos y nos explicaron un poco la historia del artista y su obra, todo esto mientras nuestro guía iba tocando piezas del músico para ilustrar lo que nos relataba. La verdad es que descubrimos un personaje peculiar, quizás podemos decir que era algo así como la versión lituana de Dali y resultó una visita interesante en la que además entramos en calor gracias a la potente calefacción de la casa. Lo único malo es que mi nivel de inglés es bastante básico, y aunque entiendo bastante bien me resulta un poco agotador porque todo se lo tengo que traducir a Arturo. Pero lo hago con gusto (hasta que me agoto, me enchufo a masa y ya no me entero de nada)

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Nuestro siguiente destino era la iglesia de Sta. Ana, pero la ruta que elegimos nos llevo por una de las calles más peculiares de Vilnius, la de la Literatura. Se trata de una callecita peatonal en la que las paredes sirven de homenaje a artistas lituanos. Pequeñas placas, dibujos o cualquier cosa que pueda estar relacionada con ese escritor pasa a formar parte de la decoración de la calle se pueden ver cosas como una dentadura o un puñado de tenedores.

A pocos metros nos encontramos con la iglesia de Santa Ana. Dicen de ella que es la más bonita de la ciudad, algo que es mucho decir en una ciudad conocida como la de las iglesias. Lo cierto es que la mayoría de ellas son barrocas, así que al menos lo que queda claro es que Santa Ana con sus amplias curvas y delicados pináculos es una agradable nota de color en las calles de Vilnius. De nuevo nos dieron con la puerta en las narices, porque la iglesia estaba cerrada y nos quedamos con las ganas de entrar, pero al menos si nos encontramos abiertas las puertas de la iglesia que hay justo detrás, la de San Bernardo. Nos llamó mucho la atención el conjunto que forman ambos templos, los dos de ladrillo, y aunque Santa Ana es mucho más estilizada, uno apenas tiene claro si se trata de la misma iglesia o de dos diferentes hasta que no está dentro de alguna de ellas y descubre que no se comunican.

Vilnius Iglesia de Santa AnaHabíamos cumplido el plan de visitas del día así que para aprovechar la poca luz que quedaba ese día pusimos rumbo a la Plaza de la Catedral. Aprovechamos que no estaba cerrada (casi nunca lo está, pero no quisimos dejar pasar la oportunidad de entrar en una iglesia abierta) y accedimos por una de las puertas laterales al inmenso templo que ocupa el mismo emplazamiento que tuvo en su día el lugar donde se rendía culto a Perkünas, el dios del trueno. Habíamos leído que lo más destacado del templo, que es bastante sobrio, era la capilla de San Casimiro. Sin duda ofrece un marcado contraste con el resto de la Catedral, pues en esta capilla todo es mármol y granito de colores, además de esculturas de estuco blanco y una cúpula barroca que se distingue sin problema desde el exterior.

Desde allí comenzamos a subir por la más elegante de las calles de la capital lituana, Gedimino prospektas, hasta el Teatro Nacional y ver allí la preciosa estatua de las tres musas, la cual desde aquí recomiendo a todos que vayan a verla si pasan por Vilnius. Son tan expresivas, tan estilizadas, tan iguales y tan diferentes entre si que no creo que puedan dejar indiferente a nadie.

Vilnius, Las Tres MusasYa que estábamos en Gedimino decidimos caminar un poco más para curiosear en uno de los centros comerciales más elegantes de la ciudad, Gedimino 9 (se llama así porque está en el número 9 de esa avenida, la verdad es que no se han complicado mucho con el nombre). Lo mejor de este lugar es que está ubicado en un antiguo edificio histórico de Vilnius, el cual ha sido restaurado con esmero, luciendo en el exterior tal y como fue en sus tiempos de gloria pero con un interior moderno donde encontrar tiendas de marcas internacionales y también locales donde comer, tomar un café o comprar chuches (algunas de las que tienen son españolas, como las bolsas de kilo de nubes).
Antes de regresar de nuevo al centro nos acercamos a Vilniaus gatve, una calle que parte de Gedimino. ¿Qué buscábamos? Pues Lucky belly, una oronda tripita que asoma en una pared de la calle que he nombrado y que basta tocarla para tener buena suerte. Así que estando tan cerca y aunque fuera con guantes no podíamos dar esquinazo a la fortuna.

Cuando salimos de Gedimino 9 ya era completamente de noche y aún no eran las cinco, así que había llegado el momento de buscar un lugar caído donde tomar una cerveza y hacer tiempo hasta la hora de cenar a la vez que entrábamos en calor. Para ello regresamos al centro de la ciudad en busca de un pub que habíamos visto la noche anterior: el Mad Dog, un local de estilo inglés frecuentado por turistas y locales a partes iguales. Como era pronto no había mucha gente, apenas un grupo junto a la barra. Tomamos asiento y pedimos de nuevo cerveza lituana ya que fuera de su país es complicado (que yo sepa) encontrarla. Pasamos un rato de charla, sobre todo del acierto que no estaba pareciendo haber decidido viajar a Vilnius en esas fechas, pues a pesar del frío y de los días cortos estábamos descubriendo una ciudad bella y muy interesante.
Acabadas nuestras bebidas aún nos parecía pronto para cenar, por lo que decidimos caminar hasta el museo-galería del Ámbar, un lugar cuya planta superior es una tienda donde encontrar objetos de todo tipo fabricados con ámbar, pero en el la planta del sótano ofrece una interesante exposición (gratuita) en el que se muestra de donde viene el ámbar, como los insectos quedan atrapados en él y como se trabaja este material para hacer con él todo tipo de bisutería.

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Mientras tomábamos la cerveza habíamos decidido ir a cenar a Senoji Trobele, un típico restaurante lituano algo alejado del centro, por lo que pensamos pasar por el hotel, dejar la cámara de fotos allí y ponernos alguna capa más de ropa. Preguntamos en recepción si el camino y lo datos que yo tenía para llegar allí eran correctos y si podíamos andar o era mejor coger un taxi. Nos dijeron que en 15 minutos caminando llegaríamos, así que salimos a la calle con la intención de andar solamente hasta que un taxi pasara delante de nosotros…. y llegamos caminando al restaurante. Porque no vimos casi coches, y taxi, ni uno solo. El local estaba lleno, tan solo quedaba libre una pequeña mesa que fue perfecta para nosotros. Mientras mirábamos la carta y pensábamos que pedir nos dimos cuenta que casi todas las mesas estaban ocupadas por turistas, aunque también había algunos lituanos por allí.
Pedimos todo platos típicos como no podía ser de otro modo, desde los cepelinai (una especie de croquetas de patata) a la lietuviskos salotos (la versión lituana de la ensaladilla). Todo estaba bueno y sin duda era contundente, salimos de allí agradeciendo el paseo que teníamos que dar para poder meternos en la cama y descansar de un día en el que habíamos hecho un montón de cosas y descubierto mucho de la historia y forma de vida de Vilnius.

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