Diario de viaje Sri Lanka: nos vamos al sur y visitamos Buduruwagala temple

por Cristina Monsalvo
Buduruwagala

20 de Marzo – Frente al Buda de Buduruwagala temple 

Ese día tocaba abandonar Ella. Después del desayuno vendría a buscarnos el coche que habíamos contratado a través del hotel de Tissa, así que a las 8 de la mañana salíamos del hotel para dirigirnos al siguiente punto de nuestro viaje. El conductor resultó ser todo lo contrario al que tuvimos al principio del viaje, lo que demuestra que en Sri Lanka como en el resto del mundo hay gente de todo tipo y en este caso fuimos con un hombre educado, sencillo y amable. Emprendimos camino por la misma carretera en obras que el día anterior nos llevó a Ravana Falls y desde allí seguimos bajando por la ladera de la montaña hasta llegar de nuevo a la llanura, en este caso a la del sur del país, tan verde y exuberante como la del resto del país. Teníamos programada una parada en el templo Buduruwagala antes de llegar a Tissa. A mi en un momento dado me dio la sensación de ver una cartel con ese nombre indicando una desviación, pero en vista de que pasaban los kilómetros y seguíamos por la misma carretera, le dije al conductor que recordara que había que parar en ese lugar. Me miró con cara de “la hemos fastidiado” y me dijo que lo habíamos dejado atrás unos kilómetros pero que llamaría a su jefe para explicar lo sucedido. Y en pocos minutos estábamos volviendo sobre nuestro pasos para esta vez tomar la desviación que nos llevaría por una estrecha carretera bordeada de preciosas lagunas con lirios de agua y mucha vegetación hasta el templo.
Al llegar a Buduruwagala abandonamos el coche y sentimos ese calor húmedo que hacía día no notábamos, aunque no tan fuerte como el de las ciudades culturales. Un monje salió del monasterio junto al que dejamos el coche para cobrar la entrada y con ella en la mano comenzamos a caminar por una zona sombreada que nos llevó al claro donde estaba el Buda que da nombre al templo: Budu (Buda), ruva (imagen), gala (piedra)= Buduruwagala.

Buduruwagala
La calma era total, no había nadie en Buduruwagala  y solamente el canto de las aves nos acompañaba. Nos acercamos a las figuras esculpidas en la roca para admirarlas y nos quitamos los zapatos en el punto indicado para poder acercarnos a ellas en algunos casos trepando por ardientes y grandes piedras. Fue sin duda uno de esos momentos especiales del viaje sobre todo por poder disfrutarlos a solas y tener para nosotros aquel lugar.

Buduruwagala

Buduruwagala
Pero la paz terminó pronto en Buduruwagala, al cabo de unos minutos apareció una familia con niño chillón incluido, así que pensamos que lo mejor era llevarnos nuestro recuerdo de tranquilidad con nosotros y abandonar el lugar. Regresamos al coche y continuamos viaje hacia Tissa.
Al llegar a la ciudad vimos una de sus grandes dagobas y circulamos junto al gran lago de la ciudad para llegar a nuestro hotel, Shangri-Lanka Village, un lugar un poco alojado del centro de la ciudad. Allí nos dejó el conductor con el que quedamos para salir el día siguiente hacia Galle.
El hotel contaba con tres villas y una zona de comedor, recepción, cocina… Todo lo que tenían las villas de acogedoras y atractivas lo dejaba de tener esta otra zona sobre todo por el grueso cocinero descamisado que nos recibió y cuya imagen no cuadraba nada en aquel lugar. Nos invitaron a uno de esos deliciosos zumos cingaleses y nos fuimos a la habitación que resultó espectacular. Hacía tanto calor que pensamos que lo mejor era un baño en la piscina y una cerveza, así que salimos para instalarnos bajo una sombrilla y pasar allí un rato largo antes de que el calor pudiera con nosotros y decidiéramos volver a la habitación para dormir la siesta antes del salir por la tarde a o conocer la ciudad.

A última hora de la tarde salimos dispuestos a conocer algún lugar de la ciudad. Caminamos por el camino que separaba el hotel de la carretera y allí encontramos varios tuk tuk. Negociamos con uno para que nos llevara al lago y luego a la Tissa Daboga y al final por 300 rupias llegamos a un acuerdo. Salimos hacia el lago y nos llevo al punto más alejado de la ciudad donde bajamos para ver una bonita vista del lugar con grandes árboles cuyo tronco estaba dentro del agua y de cuyas ramas colgaban cientos de murciélagos tan grandes como lechuzas.

Buduruwagala

El chico del tuk tuk nos dijo que durante el día estaba todos allí y que al anochecer cruzaban el lago hacia la ciudad para buscar comida. Hicimos algunas fotos y yo me acerqué a unas vacas que había allí, me parecía que formaban una bonita estampa con el lago al fondo. Pero según levanté la cámara vi por el objetivo como una de ella se arrancaba hacia mi… y pies para que os quiero. Salí corriendo como alma que lleva el diablo antes las risas de Arturo y el conductor. Por supuesto que no me iba a ir sin foto, así que volví sabiendo ya que tenía que mantener las distancias si quería hacer la foto.

Buduruwagala

En la dagoba dejamos los zapatos en la puerta y entramos para caminar descalzos sobre la piedra y el verde que la rodeaba junto a un par de familias que habían llegado con sus ofrendas. El sol ya había bajado bastante y parecía que el calor iba siendo menos, incluso empezábamos a sentir una ligera brisa. No me gustó que cada vez había más perros callejeros, algo muy normal en Sri Lanka.

Guía de Viaje Sri Lanka

Así que abandonamos la dagoba para acercarnos a la ciudad en busca de algún lugar para cenar, pero aunque recorrimos su calle principal de arriba a abajo no vimos nada que nos gustara. Si encontramos un montón de pequeños locales con un cocinero en la puerta haciendo samosas de muchos tipos (carne, verdura, huevo…) que tenían una pinta espectacular. Paramos en un de ellos a preguntar y nos dieron a probar el relleno antes de pedir… gracias a ello olvidamos comer una de esas empanadillas, porque el relleno picaba como no está escrito. Así que seguimos andando y andando mientras cada vez estaba más oscuro. Yo había visto que en la carretera que llevaba a nuestro hotel había varios hoteles, así que fuimos hacia ella a ver que encontrábamos. Nos gustó el Safari Hotel y entramos lo primero a tomar una cerveza junto a la piscina con vistas al lago al fondo del cual se estaba poniendo el sol.
Anochecía y con ello los murciélagos empezaban a llegar. Eran inmensos, casi se podía oír el batir de sus enormes alas sobre nuestras cabezas. Y a la vez los mosquitos empezaban a atacar, de modo que pensamos que lo más sabio sería entrar en el restaurante del hotel, cenar allí y luego ya volver tranquilamente al hotel en un tuk tuk, había que descansar porque a la mañana siguiente tocaba madrugar y mucho. Nos esperaba el parque nacional de Yala con toda su fauna, pero para llegar a la hora de apertura (dicen que la mañana es el mejor momento para ver animales) había que salir del hotel antes de las cinco de la mañana…

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