Navidad en Bruselas

por Cristina Monsalvo
Navidad en Bruselas

La historia de nuestra Navidad en Bruselas es un poco antigua, espero que no os importe, porque seguro que a pesar de los inviernos que han pasado ahora estaría de plena actualidad… Sus protagonistas son tres: Bruselas, la pequeña y coqueta ciudad belga que huele a chocolate; la Navidad, ese momento del año en que todo cambia de color y ni el cielo más gris consigue nublar la belleza que lucen las calles de las ciudades; y yo misma, empeñada desde hacía tiempo en contemplar alguna ciudad europea en el momento más luminoso del año. Y esto fue lo que pasó….

En Madrid era una mañana fría de diciembre cuando muy temprano pusimos rumbo al aeropuerto. Nos machábamos a Bruselas para disfrutar de lo que diera tiempo durante tres días en Bélgica. El vuelo con Ryanair había sido regalado: 2 euros por trayecto y persona, sin tasas ni recargo de ningún tipo. En poco más de horas estábamos aterrizando en el pequeño aeropuerto de Charleroi, a 46 kilómetros de la capital belga. El modo de llegar a Bruselas era un bus a precio barato cuyo recorrido terminaba en la estación de Bruselas-Midi, o en un taxi pagando mucho más.

El problema es que el bus no sale con toda la frecuencia deseada…. y la cola para comprar los billetes del autobús cuando llegamos a la taquilla era tan larga que temimos tener que esperar mucho más de lo deseado. Así que salí a preguntar el precio de un taxi de ocho plazas hasta el mismo lugar de Bruselas en el que nos dejaría el bus y si conseguía convencer a otros seis viajeros saldríamos en pocos minutos, además de que nos saldría más económico que ir en bus. Ni corta ni perezosa empecé a preguntar a unos y otros hasta conseguir que fuéramos 8 viajeros. Subimos todos al taxi y rumbo a la ciudad que era nuestro destino.

Una vez en la estación de Bruselas-Midi, cogimos el metro, limpio, cómodo y rápido, para llegar al hotel. Se llamaba Merivaux Hotel, y estaba en el Boulevard Adolphe Maxlaan, a pocos minutos caminando del metro y de la mayoría de los lugares de interés de la ciudad. La habitación era amplia y calentita, aunque un poco anticuada. Sin embargo la recepción era moderna, luminosa y ya decorada para la Navidad que llegaría en menos de dos semanas.

Dejamos nuestro equipaje en la habitación y nos abrigamos con bufandas, guantes, gorro… todo iba a hacernos falta en la gélida Bruselas. Tenemos que reconocer que no estamos muy acostumbrados a ese frío tan intenso pero no hay nada que el sistema “cebolla” (capa sobre capa) no solucione: camiseta de manga corta, otra de manga larga, jersey, plumas… Y así salimos a recorrer el centro de Bruselas, paseando por avenidas primero y luego por calles estrechas llegamos a la sin duda estrella de la ciudad: la Grand Place. Por el camino contemplamos restaurantes y tiendas con luces y árboles de Navidad, cada rincón de la capital invitaba a soñar en esas fechas de celebraciones y reuniones familiares.

Grand Place Bruselas

Tras recorrer la plaza disfrutando de las fachadas de cada una de sus edificios y rodear el árbol navideños, salimos de ella hacia el resto del casco antiguo de la ciudad en busca de una estación de metro. Nuestra intención era llegar a ver el símbolo de la ciudad: el Atomium. Por el camino pasamos por solitarias calles en las que pudimos ver algunos de los famosos murales que decoran edificios por toda la ciudad.

Atomium Bruselas

En Bruselas en invierno anochece muy pronto, así que cuando llegamos al Atomium, entre la hora que era (apenas las tres de la tarde) y las nubes que cubrían el cielo fuimos conscientes del poco tiempo de luz que nos quedaba para hacer alguna foto al símbolo de la ciudad construido en 1958 como motivo de la Exposición General de la ciudad. Con cada vez más frío dimos una vuelta alrededor de la estructura de más de 100 metros de alto, pero prescindimos de visitarlo por dentro, igual es muy interesante, pero a nosotros no nos motivo lo suficiente como para pagar la entrada.

Con más frío que otra cosa regresamos al metro para ir de nuevo al centro. Era hora de buscar un sitio caliente donde tomar un cerveza, otra de las cosas a las que huele Bruselas. Bajamos del metro en la estación Ste. Catherine y nos vimos sumergidos en uno de los mercados navideños más entretenidos de la ciudad. Parecía que todo Bruselas estuviera allí, ya fuera comprando regalos o adornos para el árbol, o bien tomando copas de vino caliente y riendo con los amigos. Paseamos acá y allá disfrutando del ambiente hasta que alcanzamos la iglesia que da nombre al metro frente a la cual estaba el tío vivo más peculiar y bonito que he visto nunca…

Mercado de Navidad Bruselas

Cenamos muy cerca de allí, en un local con estilo de bodega, llena de belgas cenando a una tan temprana como nosotros. No recuerdo el nombre del local, ni lo que cenamos, pero si que fue reconfortante disfrutar de aquella comida y que hacia un calor muy agradable, tanto que un par de horas después, tras acabar la cena, las cervezas y la charla, nos daba bastante pereza volver a ponernos toda la ropa de abrigo para salir a la calle…. Eso si, con frío o sin él ya habíamos acordado que el postre sería un gofre de los que habíamos visto vendían en el mercadillo navideño.

Pusimos rumbo al hotel, pero antes pasamos de nuevo por la Grand Place. Alguien nos había comentado que por noche el árbol se iluminaba y que había un espectáculo de luz y sonido en la fachada del Ayuntamiento, una de las cosas más originales que pasan en Navidad en Bruselas. Así que a pesar el frío y del sueño por el madrugón pusimos rumbo a la plaza. Sin duda mereció la pena, ya antes de llegar empezamos a escuchar el sonido de la música a cuyo ritmo se iban dibujando imágenes de colores en la fachada del más grande e importante de los edificios de la plaza. Era tan original y variado que aguantamos mucho tiempo junto a un montón de belgas y turistas fascinados por lo que era otro de los bellos detalles navideños de la ciudad.

Navidad en la Grand Place de Bruselas

Cansados regresamos al hotel donde descasamos en la gran cama de nuestra habitación, que resultó muy cómoda. Al día siguiente nuestra intención era ir a Brujas o descubrir todo lo que había que ver en Gante. Pero había que decidir, porque aún quedaban lugares por visitar en Bruselas.

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