Diario de viaje Sri Lanka: visita a las cuevas de Dambulla

por Cristina Monsalvo
Cuevas de Dambulla

Diario de viaje, 14 de Marzo

Cuevas de Dambulla y llegada a Kandy

Si el día de ayer amanecía nublado hoy no es menos. Apenas podemos distinguir Sigiriya en el horizonte mientras tomamos nuestro último desayuno en esa zona de Sri Lanka. Hoy es el día en el abandonamos el que ha sido nuestro hogar durante tres días para ir hacia el sur, a Kandy, el corazón espiritual del país, haciendo una parada en las cuevas de Dambulla.

Tras desayunar, el check-out y colocar las maletas en el coche emprendemos el viaje por carretera en el que será el último día con este conductor sin nombre. Las carreteras siguen siendo tan buenas como en el resto del país, y los conductores igual de locos al volante.

Durante este trayecto haremos varias paradas, la primera en uno de esos lugares que formaban parte desde el comienzo de la organización del viaje de los imprescindibles: las cuevas de Dambulla. Cuando llegamos vemos que el cielo empieza a ponerse ligeramente más oscuro, pero confiamos en que no llueva inmediatamente y nos de tiempo a ver el lugar. Tras dejar el coche nos acercamos a la entrada del templo donde nos espera lo que parece la entrada a un parque de atracciones o una casa de los horrores.

Se trata de un Buda gigante dorado que sirve de entrada a un museo y bajo el cual también está la oficina donde comprar las entradas, caras, pero no tanto como las del las ciudades culturales.. Aquí solamente se puede pagar en rupias. Tras hacernos con nuestros tickets de acceso al templo, curioseamos un poco por la parte baja, subimos a ver más de cerca el Buda y hacemos algunas fotos mientras el cielo está cada vez más y más negro.

Dambulla
Comenzamos la subida hacia las cuevas de Dambulla por la escalera de la colina, se pueden llevar zapatos aunque muchos budistas suben directamente sin sus zapatos. Es una subida suave, pero cuando estamos más o menos a la mitad del camino comienza a llover con cierta fuerza. Uno se pasa el viaje con un chubasquero en la mochila, o un paraguas plegable, pero justo ese día nosotros hemos dejado todo lo que nos puede proteger del agua en el coche así que como justo pasamos bajo unos árboles decidimos parar y protegernos hasta ver si amaina un poco.

Hay gente que sube con grandes paraguas que despiertan nuestra envidia pero otros se paran bajo alguno de los árboles pues la lluvia cada vez cae con más fuerza. Como a mi no me apetece nada mojarme, aguantamos bastante rato, y en cuanto amaina un poco decidimos poner rumbo al templo. Al llegar arriba y antes de poder acceder al templo y la cuevas tenemos que dejar los zapatos o bien junto a un montón tirados en el suelo o en una caseta en la que cobran unas rupias. En vista del tema de la lluvia decidimos que mejor dejarlos protegidos si no queremos encontrarlos empapados al salir.

cuevas de dambulla
Vuelve a llover cuando entramos en el recinto de las cuevas de Dambulla y solamente podemos dar las gracias porque al menos todo lo que hay que ver está dentro de unas cuevas y apenas tendremos que estar bajo la lluvia.

Llegamos a la cueva 1 y hay tanta gente dentro que tenemos que esperar antes de poder entrar a ver el interior. Se trata de una cueva no muy grande, de forma rectangular, en la cual nada más entrar encontramos un Buda tumbado que ocupa prácticamente toda la cueva y a sus pies algunas estatuas más. La luz es muy tenue, huele a incienso y de fondo se pueden escuchar los rezos de un sacerdote que está al otro lado de la cueva y que descubrimos que reza a un dios hindú. Desde ese primer contacto con las cuevas de Dambulla ya me sentí fascinada por ese lugar, por el color de Budas y pinturas que decoraban techos y paredes, por el constante aroma a flores, por el ir y venir de budistas con ofrendas en sus manos.

Cuevas de Dambulla
Cuando salimos de la primera de las cuevas de Dambulla parecía que iba lloviendo menos así que nos atrevimos a caminar sobre el suelo mojado esquivando los charcos para ver el templo desde el exterior. Además la cueva ll tenía un cartel que decía que estaría unos minutos cerrada, así que aprovechamos para acercarnos a unos estanques con lotos donde demostré a Arturo que mi fobia a las ranas está casi superada…. Va dejando de llover y aunque está muy nublado hay mucha claridad.

Cuevas de Dambulla

Cuevas de Dambulla
En cuanto abren la cueva ll entramos a verla, sin duda es la más impresionante por la cantidad de Budas que hay en su interior, por la pinturas en paredes y techos, por la estupa que hay en su interior…. Al ser tan grande y aunque hay gente se ve con comodidad, uno se puede parar a observar cualquier cosa sin tener la sensación constante de estar en medio. Sin volver a salir a la calle podemos entrar a las otras cuevas, todas se encuentran debajo del pórtico blando.

Son de diferentes tamaños pero en todas se repiten pinturas que narran la vida de Buda y las grandes esculturas del Maestro en diferentes posiciones. Aún así, cuando estás allí, te das cuenta de las peculiaridades que diferencian a una de otro. Aunque en lo que sin duda son iguales es en la belleza y colorido.

Una vez más tardamos tanto en recorrer el lugar que visitamos que casi nos hemos quedado solos, y la verdad es que no nos importa. Después de dar otro pequeña vuelta por cada una de las cuevas de Dambulla recogemos nuestros zapatos y emprendemos la bajada hacia el coche.DambullaEn la escalera de repente se nos cruza un mono corriendo con algo en las manos: acaba de robar una bolsa a una mujer y con ella en las manos se sube a un árbol cercano en un posición en la que nos controla a todos, nosotros le vemos pero nadie puede alcanzarle. Abre la bolsa, saca una caja, le quita el precinto y saca de dentro una medicina para el asma. La mujer a la que se la ha quitado le mira esperando a que la tire, pues parece que de verdad la necesita, pero el mono no parece dispuesto a soltarla, para ellos todo lo que está dentro de una bolsa es comida y cuando nos vamos de allí el animal sigue dando vueltas a aquel bote pensando por donde podrá hincar el diente….

Seguimos ruta hacia Kandy y en el camino hacemos una parada en un sitio que nos deja muy mal recuerdo. Se trata de Nalanda Gedige, un pequeño templo de estilo muy similar a algunos del sur de India. Llegamos allí y para empezar el conductor nos deja directamente sobre un barrizal… yo llegado ese punto ya hablaba lo justo con él, estaba demasiado molesta como para tentar a la suerte lo más mínimo y terminar como el rosario de la aurora.

Así que nos bajamos y un señor se acerca a decirnos que no se paga entrada y se queda a nuestro lado empezando a contar cosas del lugar sin que nadie le haya preguntando. Siempre digo que si yo quiero un guía ya lo buscaré, no me gusta nada los espontáneos que se asignan ese papel sin preguntar a nadie, así que con corrección le decimos que no queremos guía y el nos enseña una chapa que lleva guardada y que le identifica como vigilante. Le decimos que muy bien, pero que cada uno a lo suyo.

Total, que llegamos todos al templo que comparado con otros lugares similares no nos dice mucho, pero bueno, ya que estamos allí lo vemos y preparo la máquina para hacer una foto. Y en ese momento el vigilante me dice que está prohibido hacer fotos. No se si reír o mandarle hacer gárgaras, pero me cuenta no se que película del ministerio y de que es un lugar protegido. Lo mejor de todo es que el conductor corrobora lo que dice y yo me pregunto si me ven cara de tonta.

Nos damos la vuelta y cuando no nos ven hago una foto, de esas por tocar las narices, nada más. Cuando volvemos al coche el sinvergüenza del conductor encima nos quiere hacer creer que en un cartel con forma de flecha escrito solamente en cingalés pone prohibido hacer fotos. Y curiosamente al lado hay un gran cartel en tamil, cingalés e inglés en el que no pone nada de eso. Sencillamente el vigilante se dio cuenta de que no iba a sacar una rupia de nuestro bolsillo y decidió fastidiarnos con las fotos. Y el conductor, poco avispado, se puso de su lado en el lugar de hacerlo del de sus clientes. Iba ganando puntos poco a poco. Y los cingaleses corroborando la fama de estafadores sobre la que ya había leído antes del viaje.

Nalanda

De nuevo en el coche ponemos rumbo a Matale ciudad cerca de la cual pararemos a visitar un nuevo templo, el de Aluvihara. Tras dejar el coche, subimos unas escaleras al final de las cuales está el lugar en donde pagar la entrada y en el que debemos dejar los zapatos. Esta vez no hay nadie esperando para que le demos dinero por controlar que nadie se lleva nuestro calzado. Y es que uno termina un poco cansado de pagar una habitualmente cara entrada y además tener que dar más dinero por algo que no es necesario como dejar los zapatos en una estantería.

Entramos en el templo y nos llama la atención la pared de roca totalmente negra en la que los budistas que visitan el templo dejan incienso en las grietas o velas encendidas en unos huecos tallados para ellos. Justo enfrente se puede entrar al templo bajo la roca. Podríamos decir que es el hermano pobre de Dambulla pues está construido en el  mismo estilo: una cueva, pinturas en cada rincón y estatuas de Buda. Aunque no es lo mismo que el que habíamos visitado unas horas antes, no carece de encanto y sobre todo merece la pena porque son pocos los visitantes.

Cuevas de Dambulla

La visita de Aluvihara no termina en esas cuevas. Hay que seguir caminando y un poco más adelante a la derecha hay un pasaje del terror, pues no podemos llamar de otro modo a ese tipo de museos de cera en el que figuras horribles muestran los terribles castigos que tendrá en el infierno aquel que peque en vida. Los cingaleses deben pagar entrada, pero los turistas tenemos incluido tan agradable paseo en el precio del ticket.

Aluvihara

También se debe subir a lo alto de unas piedras que hay dentro del recinto del templo. Cuando nosotros lo hicimos había llovido y había que subir con mucha precaución, pero las vistas desde arriba son bien bonitas. Hay una dagoba que se puede rodear para disfrutar del lugar desde todos los ángulos.

Aluvihara
Ya queda poco para llegar a Kandy y tengo muchas ganas de que así sea para terminar la relación con el conductor, que de repente se pone super simpático y nos dice que antes de llegar a nuestro destino pasaremos por los famosos campos de especias de Sri Lanka, que son muy bonitos y que merece la pena parar. Como vamos con tiempo, le decimos que vale y entonces veo que vamos pasando por un montón de ellos, algunos con entradas que parecen anunciar la belleza del interior, pero todos los dejamos atrás. Y cuando ya creemos que al final no vamos a parar, el conductor de desvía de la carretera para que bajemos en el lugar más cutre de todos los que he visto en el camino.

A lo mejor el interior de todos es similar, pero este es sencillamente un espacio con una serie de plantas al lado de cada una de las cuales hay un tarro de crema o de un aceite que una persona de ese tienda (porque al final eso era una tienda) nos va explicando los beneficios de la canela, el cacao o el jengibre. Una visita fea y poco interesante, sobre todo cuando recordamos nuestro viaje a Java, donde si que visitamos una verdadera plantación de especial y no un lugar cutre, sucio y mal gestionado como este. Evidentemente no compramos nada porque los precios eran de risa, pero de lo caro que era todo.

Volvemos a la carretera, y antes de llegar a nuestro hotel en Kandy, Arturo y yo decidimos que finalmente no vamos a pagar lo acordado a Chami. Creemos que se ha portado realmente mal con nosotros y que el conductor no merece ninguna atención por nuestra parte. Realmente no es un tema de dinero, pues dejamos de pagar 30 euros, es un tema de que la persona con la que habíamos llegado a un acuerdo no ha estado a la altura en ningún momento y lo que de verdad hubiera merecido es que no pagáramos nada hasta que él en persona no hubiera venido a vernos.

Alrededor de las cuatro de la tarde encontramos nuestro hotel en las colinas cercanas a Kandy, bajamos el equipaje y le doy al conductor sin nombre el sobre con el dinero, explicando que no va todo y que ya se lo he dicho a Chami por mail. Que no estoy contenta ni con su jefe ni con él. La cara que se le quedó fue de foto, porque él lo que quería desde le principio era que el viaje fuera genial para que habláramos de él a todo el mundo en España. Y lo haremos, pero no muy bien.

Afortunadamente nuestro alojamiento en Baramba House era más de lo que esperábamos, desde los dueños que eran encantadores, al jardín, la habitación, la sala de estar….

Vista de las montañas de Kandy desde Baramba House
Tras instalarnos y tomar un delicioso zumo en la terraza, vamos pensando en bajar a la ciudad a dar una vuelta y cenar. Le decimos a Bárbara que necesitamos un tuk tuk, y en 10 minutos tenemos uno esperando en la puerta. Por 300 rupias nos lleva en menos de quince minutos al Templo del Diente de Buda. Está iluminado, y como aún es pronto para cenar pensamos que es buena idea un primer acercamiento al lugar más venerado por los budistas de Sri Lanka.

Tras pasar el control de seguridad en el que también controlan como vamos vestidos, estamos en el patio vallado y con jardín que precede al templo. Sabemos que hay que pagar entrada, pero tenemos duda si la misma puede valernos para esa tarde y para el día siguiente. Al preguntarlo nos dicen que no hay problema, que si nos dejarán entrar. Así que una vez más nos descalzamos y entramos al templo en el que hace poco ha comenzado la puja de la tarde. En la entrada nos regalan un dvd y nos dicen que efectivamente podemos volver al día siguiente.

Cuevas de Dambulla

Dentro encontramos un templo moderno lleno de gente que va y viene con flores en la manos. Les seguimos a la planta superior en la que encontramos una larga fila de personas esperando para llegar hasta el relicario que guarda el diente de Buda. Hace mucho calor y la cantidad de gente nos hace ver que tendremos que esperar demasiado si queremos ver nosotros también el relicario, así que nos conformamos con verlo en una foto esperando que al día siguiente podamos verlo más de cerca.

Cuevas de Dambulla
Abandonamos el templo y decidimos buscar un lugar donde cenar. Por fin estamos en una ciudad donde se puede caminar y encontrar restaurantes y cafeterías, al contrario de lo que nos pasaba en las ciudades culturales. Tenemos referencias del Slightly Chilled Lounge Bar (Bamboo Garden) que se encuentra a no mucha distancia del templo, así que comenzamos a caminar en la dirección que indica el mapa, pero poco a poco la calle va siendo más oscura y cada vez hay menos gente. Cuando estamos a punto de darnos la vuelta vemos un local abierto y entro a preguntar. Por suerte me indican que es el siguiente edificio, así que a pasar de que está todo oscuro vamos hacia él.

La entrada está por el lado opuesto a la calle, y tras subir una escalera nos encontramos en un amplio y animado local con una terraza exterior. Un camarero nos ofrece una mesa dentro, pero preferimos esperar, pues hace calor y en la terraza sabemos que correrá el aire y estaremos mejor. La carta es tan amplia que tenemos verdaderas dudas sobre que elegir, pero al final cenamos muy bien por poco dinero, y disfrutamos de unas cervezas mientras comentamos todo lo acontecido durante el día.

Llegado el momento de volver al hotel preguntamos a un tuk tuk en la puerta del restaurante, pero nos pide 600 rupias lo que me parece una exageración, así que bajamos a la carretera donde el primer tuk tuk que pasa nos dice que nos lleva al hotel por 400 rupias. Me parece bien, así que subimos y en breve nos damos cuenta que estamos con el Fitipaldi de Kandy. Menuda velocidad… y todo por calles al borde de precipicios. Yo iba agarrada a Arturo pues con esa velocidad y tanta curva estaba convencida de que saldría volando en cualquier momento.

Ya en el hotel todo el mundo está dentro de las habitaciones, así que decidimos retirarnos también, pero junto a nosotros entran en la habitación un buen número de insectos similares a abejas que no teníamos ni idea de como sacar de allí. Tras unos minutos de agobio al final terminamos metidos en la cama mientras aquellos bichos se acomodaban sobre las cortinas… Nosotros dormimos bien, pero algo pasó con las abejas pues a la mañana siguiente estaban todas muertas, y palabra que no nos picaron, que alguno estará pensando que si se habían envenenado con nuestra sangre, jejejeje.

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