15 de marzo – Kandy
Después de comprobar que las abejas que habían decidido dormir con nosotros están todas muertas, nos vamos a desayunar. Fuera luce el sol y nos espera un desayuno de esos que dan fuerzas para todo el día. Todo está perfectamente preparado y presentado, no solamente esta rico, es que visualmente es realmente atractivo, desde la fruta, al zumo o la tortilla de patata (si, parece ser que una española les enseñó a prepararla). Le pedimos de nuevo a Bárbara que si puede avisar a un tuk tuk para ir al centro de Kandy, y en pocos minutos tenemos allí al mismo chico del día anterior que esta vez nos lleva primero a correos para mandar unas postales y más tarde nos deja en el Templo del Diente de Buda.
Nada más bajar de nuestro transporte vi junto al lago una pareja de novios, y no pude evitar acercarme a curiosear. Me llamó la atención que el novio y la novia iban conjuntados en colores, pero también la cantidad de adornos que llevaba ella, ya fuera en la cabeza o en los brazos. No la faltaba un solo complemento. Posaron sonrientes para mi, y esta es la prueba de como se visten los novios en Sri Lanka.
Volvimos al templo, de nuevo pasar el control de seguridad y de vestimenta en el que decidieron que los pantalones de Arturo eran un poco cortos y tiraron de ellos hasta que le taparon dos centímetros más de pierna. Volvimos a dejar los zapatos y a subir las escaleras al interior del templo. El señor de la entrada nos reconoció enseguida y comentó que si nos apetecía volver de nuevo esa noche que no dudáramos en hacerlo. A la hora de nuestra llegada la puja había terminado, así que el templo estaba mucho más tranquilo que la noche anterior. Recorrimos pasillos y salas con tranquilidad, curioseando allá donde una puerta se abría, para más tarde volver a subir a la parte alta, el lugar donde se encuentra el relicario del diente y donde me sumé a un grupo de mujeres para depositar unas flores que llevaba para tal fin. No vimos el relicario nada más que en una gran foto en la pared, pero la verdad es que nos dimos por satisfechos. Antes de abandonar el recinto del templo más importante de Kandy nos empeñamos en hacernos alguna foto con nuestro palo selfie roto, y la verdad es que fue labor complicada. Pero entre risas y encuadres finalmente conseguimos alguna foto los dos juntos.
Aunque este templo es sin duda el lugar más importante que hay en Kandy, no habían acabado los lugares que queríamos conocer. Muy cerca del templo de Diente del Buda hay dos devales prácticamente contiguos, Natha Devale y Pattini, en los cuales se pueden ver elementos típicos de los templos budistas: bodhi trees, dagobas y santuarios. Junto a nosotros muchos fieles se acercaban allí a dejar sus ofrendas, encender velas o incienso, incluso a hacerse alguna foto con elefante que había allí.
Algo curioso que vimos desde estos devales era la imagen de una dagoba con una iglesia cristiana al fondo, y es que en Sri Lanka hoy por hoy parece que por fin los diferentes credos conviven en paz. Salimos por la parte trasera de estos devales pues nos llamaba la atención ver un iglesia en este país, y además hacia calor e intuimos que allí dentro haría algo de fresco. Y no nos equivocamos, la iglesia de St. Paul tenía todas las puertas abiertas, y corría un aire muy agradable que hacía que muchos fieles estuvieran allí dentro, algunos grupos daban la sensación de estar haciendo algo así como lo que conocemos como catequesis pues había un adulto con varios niños. Otros grupos eran sencillamente personas que estaban sentadas relajadamente con una charla tranquila en un tono suave que invitaba a hacer lo propio y quedarse allí un rato sin ninguna prisa por volver al calor.
Pasado un buen rato retrocedimos sobre nuestros pasos para volver a pasar delante del Templo del Diente de Buda y salir por la parte trasera del recinto. Nuestro destino era un lugar de esos que recuerdan a la vieja Europa y de los que hay unos cuantos repartidos por Sri Lanka. En esta ocasión conocimos el cementerio Garrison, un pequeño lugar salpicado de lápidas que nos cuentan lo jóvenes que morían los británicos residentes en Ceilán. El lugar está muy cuidado, limpio… parece que aún hoy alguien se preocupa porque el lugar siga en buenas condiciones.
El calor nos animó a pensar en hacer una parada, y el lugar sería un hotel cercano con una terraza en la planta baja. Lo había visto la noche anterior y me había llamado la atención, así que volvimos una vez más hacia el Templo del Diente de Buda, pero esta vez en lugar de cruzar sus jardines caminamos junto al lago rodeando la valla del templo más importante de Kandy. Vimos a mucha gente dando de comer a las carpas y hasta un pelícano solitario. Llegamos a nuestro destino (The Empire Hotel) y había tantas bebidas apetitosas en la carta que no sabía por cual decidirme, pero al final fue en té frío aromatizado que me supo a gloria.
Mientras nos tomábamos esas merecidas bebidas repasamos la guía para ver que venía a continuación. Queríamos dar una vuelta alrededor del lago, y llegar a un monasterio al otro lado de donde estábamos, y también curiosear por el mercado y algunas tiendas de Dalada Vidiya, una de las calles más animadas de Kandy, así que en el momento en el que el cielo comenzaba a cubrirse salimos para ver el lago desde todos lo ángulos. Junto a él nos pasó una cosa curiosa: un señor se nos acercó a ofrecernos unas magníficas entradas para un espectáculo que tendría lugar esa misma noche porque el presidente del país estaba en la ciudad. Menos mal que no nos interesó el tema y además ya estábamos avisados sobre ese tipo de cosas que resultan no ser más que un timo para turistas.
Un poco más allá entramos a ver uno de los monasterios de Kandy que teníamos en mente, el Malwatte Maha Vihara. Vimos algunos monjes bastantes serios y anduvimos entre edificios de habitaciones hasta encontrar un diminuto museo con algunos objetos bastante bonitos que hicieron que mereciera llegar hasta allí, y como no, descalzarse.
El cielo sobre Kandy se iba poniendo cada vez más oscuro y el bochorno aumentaba proporcionalmente. Volvimos sobre nuestros pasas y empezamos a curiosear por varias tiendas en las que los precios nos parecieron realmente caros, y entramos en un centro comercial donde el aire acondicionado estaba a tope. Entramos a ver un supermercado, curioseamos por algunas tiendas y volvimos a la calle para acercarnos al mercado que había en la calle un poco más allá. Muchos puestos de ropa y de telas, además de un fuerte a olor a pis es lo que encontramos allí. Arturo no tenía muchas ganas de caminar entre tiendas donde nada le llamaba la atención y donde constantemente alguien reclamaba tu atención para que compraras, así que se quedó esperando en la avenida mientras yo bajaba a ver la ropa. Al rato regresé a pedirle dinero porque había visto un par de pantalones, me habían pedido 1000 rupias por uno y al final me llevé dos por 800. No es que fueran una maravilla pero eran fresquitos y me vendrían bien para estar cómoda en los días que vendrían.
Hacia el final de la tarde empezó finalmente a llover, cosa que se venía anunciando hacia un rato por los truenos que habían empezado a sonar. Teníamos que guarecernos, y cerca de allí había un sitio que yo quería conocer, The Pub, así que cruzamos la calle para subir a ese local. Mis expectativas eran altas, había leído lo bueno del lugar, y la verdad es que me decepcionó. Lo primero el ruido: nos apetecía estar en la terraza, y cada vez que el semáforo de la calle de ponía en verde pasaban tantos coches que era realmente molesto el fuerte ruido de los motores de tuk tuk y autobuses. En segundo lugar, la suciedad: mesas que en algún momento debieron ser incluso bonitas ahora lucen deslucidas y sin ver una bayeta entre cliente y cliente. Y por último que hasta las seis no te sirven una cerveza fresca.
Así que aunque nuestra primera idea fue cenar allí, en breve decidimos buscar otro lugar más a nuestro gusto, y terminamos de nuevo en The Empire, sentados en uno de sus acogedores y coloridos comedores donde no se me ocurrió otra cosa que pedir uno de los famosos currys de Sri Lanka que no pude terminar, porque aunque me dijeron que no picaba, palabrita que algunos platos no había quien los tragara sin beber a continuación litros de cerveza.
Con la tripa llena salimos del restaurante y dimos una última vuelta alrededor del famoso templo de Kandy antes de buscar un tuk tuk para regresar a nuestro hotel. Nos pidió 500 rupias por llevarnos, le dije que 300 y al final pagamos 350. Por suerte este conductor era bastante más tranquilo que el de la noche anterior, cosa que agradecimos. Igual que no encontrar abejas en la puerta de la habitación, seguramente porque estaba a punto de empezar a llover. Teníamos la planta baja de la casa para nosotros solos, así que nos pusimos los pijamas y nos fuimos al precioso salón a leer mientras en el jardín se escuchaba caer la lluvia…
2 comentarios
Me encanto Kandy y el Templo del Diente de Buda. le pedimos a nuestro guia privado, que nos llevara a la celebracion en la noche… “pooja”. Maravilloso!
Los jardines botanicos de Peradeniya, los cuales se encuentran bastante cerca, son una maravilla. Vale bien la pena visitarlos con tiempo.
El lugar donde nos hospedamos, ya sabes, pues te quedaste ahi tambien…Baramba House…..divino.
Que recuerdos tan agradables…mientras escribo mis comentarios, me regreso a Sri Lanka y SONRIO.
Cierto Laura, nos alojamos en el mismo lugar. Un abrazo y feliz de llevarte de nuevo a Sri Lanka.