Dormir en Nantes: Oceania l’Hôtel de France

por Cristina Monsalvo
Dormir en nantes

Durante nuestra estancia en Nantes nos hemos alojado en el Oceania l’Hôtel de France. Hemos pasado en él dos noches, y aunque cuando entramos en su recepción dudé si era una acierto o no alojarse allí, reconozco que tras ver nuestra habitación, y sobre todo, pasar la primera noche, tuve claro que este hotel es una buena elección para dormir en Nantes.

Dormir en Nantes

El hotel ocupa una antigua mansión del siglo XVIII que presenta un aspecto exterior inmaculado. Sin embargo, al cruzar su puerta abierta a la comercial Rue Crébillon, me sentí un poco descolocada. El nombre del hotel escrito con luz de neón sobre la puerta no pudo parecer más fuera de lugar. Los sofás de la recepción parecían rescatados de un mal anticuario. Por no hablar de la moqueta, algo que cada vez me gusta menos en un hotel.

Sin embargo, está claro que primeras impresiones no siempre son acertadas. Y afortunadamente así me pasó a mi con este hotel en el que dormir en Nantes.

Ubicación del Oceania l’Hôtel de France

La situación de este hotel es sin duda uno de sus puntos fuertes. Junto a la Plaza Graslin y a un corto paseo del Passage Pommeraye, todo lo que hay que ver en Nantes está suficientemente cerca del Oceania l’Hôtel de France como para que se pueda llegar a cualquier lugar caminando. Incluso al Castillo de Nantes o al famoso Elefante de Nantes, ese animal fantástico que parece sacado de la imaginación del mismísimo Julio Verne.

Por si fuera poco, la parada del autobús que comunica la ciudad con el Aeropuerto de Nantes está a tan solo 10 minutos de la puerta del hotel. Además, esta zona está llena de comercios, cafés y restaurantes perfectos para comer en Nantes, algunos de ellos con terrazas en las calles peatonales de la zona.

Habitaciones

Con tanta moqueta en la recepción y los pasillos del hotel, reconozco que me iba temiendo lo peor. Pero fue abrir la puerta de la habitación y dejar fuera todo lo que hotel tiene de antiguo para entrar en una estancia moderna y perfectamente reformada.

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El hotel cuenta con 72 habitaciones, todas diferentes. La nuestra estaba en el cuarto y último piso, y era ligeramente abuhardillada. Nada que nos  molestase. El suelo de tarima, las dos camas cubiertas con edredones y ropa blanca (algo que cada vez me gusta más, lo de las colchas y mantas creo que tiende a desaparecer), un pequeño sofa, el escritorio,… La habitación no era muy grande, más bien justa, pero perfecta para pasar un par de noches sin llevar mucho equipaje. Además los colores la hacían especialmente cálida y confortable.

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El baño estaba dividido en dos estancias. En una, el inodoro. En la otra, la ducha y el lavabo. Las toallas de esas grandes y esponjosas en las que es un placer envolverse tras la ducha. Y las amenities, de la marca Rituals.

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No era la nuestra una habitación especialmente luminosa, ya que solamente teníamos una pequeña ventana en el dormitorio y otra en el baño. Pero lo mejor de ellas es que ambas tenían una cortina incorporada que no dejaba entrar nada de luz en cuanto las bajabas. Y que las vistas desde esas ventanas nos brindaban una preciosa vista de la Place Graslin.

Entre el equipamiento de la habitación tampoco faltaba una máquina para café e infusiones, que la verdad, no llegamos a usar. También había televisión, Wi-Fi en todo el hotel y cada dos días nos dejaban dos botellas de agua.

Desayuno

El desayuno se sirve cada día en un agradable comedor decorado en tonos naranjas y morados (el color preferido de mi amiga Cris, la que me acompañaba en este viaje). Es tipo buffet y hay poco de todo lo que es habitual encontrar en los desayunos de los hoteles. Huevos revueltos, salchichas, embutidos, quesos franceses, fruta, yogures,… No faltaba la zona de zumos, la de panes y un gran surtido de mermeladas.

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De entre todo ello sin duda me quedo con los deliciosos croissant que servían recién hechos cada día. Una locura, para comer uno detrás de otros.

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Lo que más me gusto del hotel

  • Aislamiento lumínico y acústico.
  • La comodidad de la cama. Incluso la almohada me pareció perfecta.
  • Los puntos de luz en la habitación, muy acertados para crear distintos ambientes.
  • Las toallas (me las hubiera llevado a casa).
  • La limpieza, especialmente en las habitaciones.

No me gustó

  • La moqueta y la decoración de la recepción, no hace justicia a lo que hay en las habitaciones.
  • Que no hubiera un lavabo en el cuarto del inodoro.
  • El armario es un hueco en la pared, espacio justo para colgar los abrigos y no hay ningún otro sitio para dejar la ropa.
  • Me hubiera encantado que en el desayuno ofrecieran huevos al gusto hechos en el momento. ¿Quién no quiere una tortilla francesa para desayunar estando en Francia?.

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