Diario de viaje India del sur: Chettinad

por Cristina Monsalvo
Chettinad

12 de Octubre – Chettinad

Nuestro destino este día es Madurai, pero contamos con tiempo suficiente en esa ciudad para conocer todo lo que nos interesa, por lo que en este día no tenemos prisa por llegar. Después de barajar diferentes opciones, decidimos que lo mejor es cambiar la ruta inicial y desviarnos hacia Chettinad, una región poco turística al sur de Tanjore, en el estado indio de Tamil Nadu. Así que una vez acabado el desayuno, recogido el equipaje y pagado el hotel, nos vamos hacia nuestro destino con Vittal al volante.

El camino no ofrece mucho que ver, salvo verdes arrozales que llegan casi siempre hasta donde la vista alcanza. Tan siquiera pasamos por muchos pueblos ni vemos a mucha gente como en otros lugares de India caminando por la carreteras quien sabe rumbo a que lugar.

Después de casi tres horas en el coche, llegamos a la región de Chettinad y entramos en una ordenada población en la que apenas nos cruzamos con nadie. Pero ¿qué vamos a encontrar en este lugar? Pues al igual que en los pueblos de la región de Shekhawati en Rajastán las familias pudientes construyeron esas coloridas havelis, la región de Chettinad es conocida por sus mansiones del s. XVlll cuyos patios y amplias habitaciones están decoradas con mármol y madera de teca importados de Italia y Myanmar.

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Estas mansiones hoy en día están cerradas en muchos casos, alguna se ha reconvertido en hotel y otras se pueden visitar dando unas rupias a las personas que se encargan de mantenerlas limpias y ordenadas mientras los dueños viven y trabajan en las grandes ciudades.

Al salir a la calle y empezar a pasear nos fuimos encontrando cerrada una tras otra de esas mansiones que habíamos ido a ver. Yo me estaba cabreando un poco pensando en la paliza de coche y carretera para al final no ver nada, cuando encontramos a unas mujeres dibujando un kollam en la puerta de una de las casas. Nos indicaron que la que ellas cuidaban no se la podían enseñar porque estaban los dueños en ese momento, que un poco más arriba y abajo había un par de ellas que si se podían ver.

Chettinad

Con esa información subimos unos metros y llamamos a una puerta. Vittal nos acompañó pues en muchos casos la mayoría de la gente de allí solamente habla tamil y sería imposible entendernos. Nos abrió la puerta un matrimonio mayor que nos dijo que si nos enseñaban la casa a cambio de 100 rupias. Entramos con ellos y fuimos viendo patios, magníficas columnas de teca, puertas y puertas en dos plantas que conducían a diferentes habitaciones, la zona de la cocina, del aseo… y así hasta llegar a la puerta trasera que era la utilizada por el servicio.

Tuvimos que recorrer todas las estancias descalzos, y al salir y volver a calzarnos le dimos al señor que nos había acompañado por toda la casa las 100 rupias acordadas y salimos de la casa para visitar la otra mansión que nos habían dicho en la misma calle.

Chettinad

En ese caso la puerta estaba abierta y como no vimos a nadie a quien preguntar entramos a la primera sala donde se estaba genial, hacía mucho fresquito y estaba totalmente decorada. Curioseamos un poco, nos asomamos a los patios y vimos a gente trabajando en la limpieza. Nos hicieron un gesto para que pasáramos a ver los patios, y no lo dudamos dos veces. Además aquí nadie nos pidió nada por andar por ahí curioseando.

Chettinad

Una vez fuera la señora de la primera casa nos estaba esperando con cara de pocos amigos y se puso a gritar y a caminar detrás de nosotros mientras nos enseñaba las 100 rupias. Nosotros no entendíamos que narices nos decía, pero sospechábamos que nada bueno. Cuando alcanzamos a Vittal este nos tradujo y nos dijo que la señora nos pedía 100 rupias más. Yo le dije que no, que para que lo que había visto me parecía que estaba bien pagado y que además era lo que ella nos había dicho. Pero la señora erre que erre, y cada vez gritaba más, así que Arturo, con tal de acabar un conflicto que yo hubiera finiquitado montando en el coche y olvidándome de ella, le dio 100 rupias más y nos marchamos tranquilos.

Subimos en el coche Vittal nos llevó hasta lo que era el Palacio de la ciudad y se bajó a preguntar si era posible la visita, pero la respuesta fue negativa. Nos comentó que había algunos templos, pero le dijimos que ese día era el día de “Arturo y Cristina sin templos”, con todos los vistos los días anteriores estábamos algo saturados y no queríamos ver nada que no fuera espectacular, y los templos de este lugar no lo eran.

Nos acercamos entonces en coche hasta un hotel instalado en una mansión y al que nos dejaron entrar sin problema. Lo mejor del lugar sin duda los colores y los luminosos patios. No sabemos como serían las habitaciones, pero el comedor y la recepción resultaban bastantes decadentes y anticuados, aunque con cierto encanto.

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En se momento hacía un calor húmedo increíble, decidimos que poco más había que hacer allí, de modo que le dijimos a Vittal que nos íbamos hacia Madurai, ciudad que sería nuestro hogar un par de noches.

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