20 de Octubre – Wayanad
Tras abandonar Kannur y nuestro sueño de algunos días de playa el destino era Wayanad. Ante el inesperado cambio de planes tuvimos que buscar un lugar que no nos desviara de la ruta que más tarde nos llevaría a Karnataka. Las opciones no eran muchas ni muy interesantes, así que de entre todo lo que podíamos elegir nos quedamos con Wayanad pues leímos que era según los propios habitantes de Kerala uno de los lugares más bonitos del estado.
Pasamos prácticamente todo el día en la carretera, aunque la distancia no era muy larga, poco más de 100 kilómetros, la vías no eran buenas: muchas curvas y tráfico, subidas, bajadas…. Y la incertidumbre de donde nos podríamos alojar una vez allí.
Wayanad es una reserva de 345 km2 dividida en dos zonas distintas. Eso lo encontré yo en nuestra guía, pero tenía poca información más aparte de que está dividida en dos zonas, una en la frontera con Tamil Nadu y otra en la frontera con Karnataka. A esto había que sumar que Vittal había ido pocas veces por allí y no terminaba de ubicarse así que dimos muchas vueltas y cruzamos muchos pueblos de aspecto poco interesante. En alguno paramos para picar algo, en otro para estirar las piernas, un poco más allá a beber agua…. Finalmente y después de muchas idas y venidas encontramos una habitación a nuestro gusto en el hotel Vythiri Village. La verdad es que hubiéramos preferido algo más barato, pero lo que costaba menos no nos gustaba y yo después de la experiencia en Kannur tenía claro que quería estar en un lugar cómodo, limpio y agradable. Así que nos dieron el precio de la habitación y antes de decir nosotros que si nos rebajaron 1000 rupias por cada una de los dos noches que pasaríamos allí. Así que listos, teníamos habitación.
Quedamos con Vittal para salir a la mañana siguiente y después de acomodarnos en nuestra habitación y regalarnos un rato de piernas estiradas salimos a cenar. Cerca del hotel no había nada, y el pueblo tampoco tenía aspecto de ofrecer algo interesante, por lo que nos decantamos por subir al restaurante del hotel y cenar el buffet. Luego salimos a dar una vuelta por los jardines y enseguida notamos que el clima era más benigno que en otros lugares de Kerala, y que incluso ponerse una chaqueta se agradecía. De regreso en la habitación comenzó a llover y nos dormimos con la ventana abierta (¡¡gracias mosquiteras!!) escuchando el agua sobre las hojas de los árboles….
21 de Octubre
Después de un copioso desayuno dejamos el hotel con destino lago Pookot, un lugar llenos de indios que acuden a pasar el día, comer, montar en barca y fotografiarse con los elefantes amaestrados. No fue una visita muy interesante pero ya que estaba tan cerca del hotel no queríamos dejarlo pasar. Lo más emocionante fue que vimos una pequeña y brillante serpiente que según nos dijeron los indios que estaban allí era muy venenosa….
Cuando salimos llegaba el momento de emprender camino para visitar la reserva de Wayanad así que fuimos a la parte que Vittal nos dijo que estaba más cerca del hotel y era la zona que hace frontera con Tamil Nadu: Muthanga.
De nuevo mucho tiempo en el coche, mucho tráfico y muchas curvas… Casi dos horas llegar a nuestro destino, yo no daba crédito a que pudiéramos tardar tanto, pero en India las cosas son así, tienen su propio ritmo.
Una vez en Muthanga comenzó la aventura de entrar a la reserva. No había ningún orden para conseguir el pase y si mucha gente agolpada en una caseta intentando comprar las entradas. Enseguida me di cuenta que o me hacía oir más que los hombre que había allí o después de toda la historia nos quedábamos fuera porque hay un cupo diario de visitantes.
Así que le pedí el dinero a Arturo y me metí a empujones entre todos los hombre que forcejeaban para hacerse con los pases. Creo que les sorprendió tanto mi energía para hacerme hueco que les dejé a todos tan parados que el objetivo de llegar a la ventanilla fue más sencillo de lo que esperaba. Pero curiosamente el personal de la ventanilla hizo como que no me venía ni me entendía ni nada…. desesperante. Me puse a hablar en español muy alto y entonces ¡sorpresa!, reaccionaron. No sabían que decía pero al menos llamé su atención, les puse las rupias delante, les dije que éramos dos y que me diera las entradas. Y lo conseguí, aunque en ese momento ya estaba bastante mosqueada por la mala organización de todo aquello.
Una vez que tuvimos los pases quedaba el tema del coche. Porque no se puede entrar en la reserva nada más que en un jeep con permiso. En cada uno de ellos caben entre 8 y 10 personas (depende de lo dispuestos que estén los visitantes a apretarse). El precio del jeep se paga entre todos, y aquí vino otra de las cosas que me molestó. Uno de los vigilantes encargados de ese tema nos comentó que íbamos a subir a un jeep con una familia india de cinco personas. Perfecto, no tocaba apretarse. Que ellos pagaban la mitad del importe, y nosotros la otra mitad. ¡Mira que listos! Evidentemente no me iban a tomar el pelo por muy occidental, mujer y blanca que fuera, así que les expliqué que el precio del coche se dividía entre siete, y yo pagaba dos partes. La familia india, pagaría cinco. Menos mal que todos lo entendieron a la primera….
En ese punto ya estábamos listos para entrar en la reserva… pero había que esperar a que entraran todas las personas con coche asignado antes que nosotros. En total pasamos allí tres horas de espera, sin nada que hacer, solamente eso: esperar.
Por fin llegó el momento y Arturo y yo tomamos asiendo junto al conductor en la parte delantera. Atrás la familia india junto a un empleado del parque armado con una escopeta. El jeep totalmente abierto… poca seguridad. Pero mucho temíamos que ningún tigre nos atacaría ni tan siquiera podríamos verlo de cerca.
Emprendimos el paseo. Un lugar sin mucho atractivo, algunos ciervos, unos elefantes bastante lejos…. Nada tan interesante como para haber pasado cinco horas entre viaje y espera. ¡¡¡Qué decepción!!
Pero de pronto el conductor pisa el freno. Y dice “TIGER”. Yo miré a Arturo como diciendo “menuda tomadura de pelo”. No me creía nada, pensaba que intentaba dar un poco de emoción al aburrido paseo. Avanzaba muy despacio, sin motor, dejando caer el coche…. cuando de pronto a escasos dos metros de la carretera en el lado del conductor había un leopardo precioso sentado y mirando en nuestra dirección. Fue alucinante, era un ejemplar grande, brillante y más bonito de lo que yo pensaba que serían los leopardos en vivo. Nos miró, nos enseño los dientes, rugió (¿rugen los leopardos?) y se marcho entre la maleza. Todos en el coche estábamos encantados, felices…. de repente toda la espera para entrar a la reserva, el viaje, todo había merecido la pena por esos segundos.
Arturo me miró con una gran sonrisa…. y me preguntó si había hecho una foto. No la hice, ni me dio tiempo ni reaccioné. Pero no me importa. Lo que importa es lo vi en Wayanad y esa imagen me la quedo para siempre en la memoria.
Al final del paseo fuimos en busca de Vittal para contarle emocionados la historia del leopardo y él se puso contento por nosotros y nos dijo que habíamos sido afortunados. Montamos todos en el coche para regresar al hotel al cual llegamos ya casi al anochecer. Ducha, cena y a descansar. Al día siguiente nos iríamos a otro estado: Karnataka.