Diario de Puerto Rico. Día 3: El Yunque y Luquillo

por Cristina Monsalvo
El Yunque y Playa de Luquillo

6 de diciembre 2016 – Nuevo día en Puerto Rico… y lo mismo que el día anterior parece que la lluvia nos iba a acompañar durante parte del día. Nuestra primera idea para esta jornada era pasarla en Playa Flamenco, pero al consultar el tiempo el pronostico indicaba que el sol iba a lucir más al día siguiente, de modo que hicimos un pequeño cambio de planes e invertimos el orden del día. Decidimos que después del desayuno cogeríamos el coche para visitar uno de los lugares más destacados de la isla: el Yunque. A las 8:30 ya estábamos listos para salir rumbo a nuestro destino para esa jornada.

Desde nuestro hotel ubicado en Fajardo llegar hasta el bosque pluvial El Yunque es realmente sencillo. Tan solo tuvimos que salir a la autopista que habíamos recorrido dos días antes para volver sobre nuestro pasos, teníamos que conducir unos kilómetros dirección San Juan, y pasada la playa de Luquillo ir atentos a las señales. Así nos lo indicaron en el hotel, y nosotros hicimos todo tal y como nos dijeron. En apenas 20 minutos ya habíamos encontrado la desviación que indicaba El Yunque, allí abandonamos la autopista para entrar en la carretera que iba ascendiendo montaña arriba. A las nueve de la mañana y bajo un buen aguacero pasábamos delante del centro de visitantes de El Yunque, un edificio en el que se aporta todo tipo de información sobre este bosque de Puerto Rico. La entrada es de pago, pero solamente a ese lugar, el acceso al bosque es totalmente gratuito.

Mientras íbamos subiendo la montaña dejó de llover, algo que agradecimos para poder bajar del coche y visitar el primer lugar destacado de El Yunque: la cascada de La Coca. Unos metros antes de llegar a ese punto ya hay señales indicando que está a corta distancia y un poco antes encontramos un parking donde estacionar el coche para seguir andando hasta la cascada. Allí encontramos una de las imágenes más típicas del bosque: agua que cae sobre grandes piedras verticales, musgo, abundante vegetación y cómo no, el sonido de la rana coqui como música de fondo. Lo cierto es que esta cascada no es nada espectacular, pero es parada obligada en el recorrido por el bosque. Al llegar nosotros a ese punto no había absolutamente nadie, pero cuando nos marchamos unos minutos más tardes dejamos allí a un buen grupo de visitantes.El YunqueDe nuevo con el coche seguimos ascendiendo hacia el siguiente lugar que había que visitar: la Torre Yokahú. El edificio en si no tiene nada, pero es ineludible subir a lo más alto de la torre, desde allí las vistas son realmente espectaculares. Se puede ver todo El Yunque, todo es de un verde intenso mires donde mires. En algunos lugares vimos pequeños puntos rojos, eran las flores del flamboyan, el árbol nacional de Puerto Rico. Pero lo mejor sin duda es que al mirar al este, allí donde acaba el bosque y su color verde, empezaba el azul del Caribe. Y basta darse la vuelta para distinguir el pico El Yunque, una elevación de poco más de 1,000 metros de altura a la que se puede llegar por un sendero de 4,400 metros para disfrutar de las mejores vistas del lugar. Nosotros confieso que nos conformamos con disfrutar de las vistas desde la Torre… demasiado calor y humedad para hacer esa ruta por muy buenas que fueran las vistas desde lo alto.El YunqueLo que si queríamos hacer era la ruta que nos llevaría a la Cascada de la Mina, probablemente el punto más popular de El Yunque. El camino que lleva hasta ella es uno de los muchos que tiene el bosque adaptados para que los visitantes puedan pasear rodeados por una exuberante vegetación, nosotros vimos en un plano que hasta esa cascada se podía llegar por la vereda de los árboles grandes, así que cuando encontramos el parking que señalaba ese punto, dejamos allí el coche. Justo al comienzo del camino había un grupo de trabajadores y yo me acerqué a preguntar si esa era la ruta más acertada para llegar a la cascada. Uno de ellos muy amablemente me indicó que era mejor ir por la ruta que comenzaba más arriba pues el paseo nos llevaría junto al río y era mucho más bonita. Le di las gracias y le dije a Arturo que mejor dábamos un pequeño paseo por la vereda de los árboles grandes y luego hacíamos caso al hombre que me había dado la información para recorrer el otro camino hasta la cascada. Así lo hicimos y mientras dábamos ese pequeño paseo entre grandes árboles Arturo me comentó que esos trabajadores con los que había hablado eran reclusos de alguna carcel puertorriqueña. Mientras yo hablaba él se había fijado en los coches, los policías, las pistolas, los uniformes… Bueno, solo puedo decir que serían presos pero desde luego de El Yunque parecían saber mucho.

Para llegar a la Cascada de la Mina fuimos con el coche hasta un parking que había unos kilómetros más arriba, desde allí comenzamos nuestro paseo que primero nos llevó junto a una especie de merenderos, pequeñas casetas con tejado, mesas, bancos y hasta pequeñas barbacoas. Encontramos muchas de ellas y nos quedó claro que El Yunque es un lugar al que lo boricuas acuden a pasar el día, algo así como cuando los madrileños subimos a pasar el día a la sierra con los amigos o la familia, solamente que en el bosque donde estábamos eso de ponerse a jugar al balón parece complicado, es tanta la vegetación que queda poco espacio para correr o jugar  con los niños. Nosotros continuamos el paseo junto al río, un lugar agradable, de esos en los que el sonido del agua se mezcla con el de la hojas de lo árboles y el de la ligera lluvia que caía cada poco tiempo. Hacía calor y la sensación de humedad era cada vez mayor, de modo que cuando llegamos a la cascada que buscábamos entendí perfectamente que tanta gente se quedara en bañador para darse un chapuzón bajo la caída de agua. Creo que fue el lugar más bonito que vimos que El Yunque, aunque lo cierto es que había bastante gente y eso mermaba ese encanto de lugar perdido en mitad del bosque.El YunqueRegresamos sobre nuestros pasos para volver al coche y abandonar el bosque pluvial El Yunque. Para ello tomamos de nuevo la carretera hacia Luquillo, y al llegar abajo encontramos que el día lucia realmente soleado. Decidimos entonces que la tarde la íbamos a aprovechar en la playa del hotel, pero no sin antes hacer una parada para ver la playa de Luquillo y esos chinchorros (bares y restaurantes) tan famosos que hay allí. Tardamos cinco minutos en encontrar la desviación, aparcamos el coche y nos fuimos a la playa. Encontramos que la estaban arreglando, haciendo nuevos caminos, creando algunos jardines y adecentando algo más la zona. Aún así nos quedó claro que la playa de Luquillo con su gran extensión de arena y palmeras es sin duda una excelente playa a la que acudir a pasar el día.

El Yunque y Playa de Luquillo

De nuevo en el hotel cambiamos pantalones por bañadores, cogimos los bronceadores, unas cervezas frías de nuestra nevera de la habitación, los libros y nos fuimos hacia el barco que nos llevaría a Isla Palomino, la playa del hotel. Estaba claro que íbamos a tener suerte esa tarde y que iba lucir el sol. A las dos ya estábamos subidos a la lancha que nos iba a llevar a la playa con ganas de darnos un buen baño y descansar al sol. Dimos algún paseo e incluso saltamos la vaya que separa la parte privada de Isla Palomino de la pública para poder caminar por ese arenal sin hamacas ni sombrillas, un lugar al que solamente se puede llegar si tienes un barquito que te deje allí.El Yunque e Isla palominoEl último barco para regresar al Hotel El Conquistador salía de Isla Palomino a las 17:30, nosotros aguantamos hasta esa hora en la playa para volver a nuestra habitación a última hora de la tarde. Una ducha, una cerveza, vestirse y salir a cenar. Por la mañana habíamos visto un chinchorro en Luquillo que nos había gustado bastante y hacia allí nos fuimos a cenar. Su nombre es El Terruño, estaba mucho más animado que otros y además resultaba mucho más bonito y acogedor. No tuvimos duda en cenar allí, pedimos cerveza y probamos por primera vez uno de los platos más típicos de Puerto Rico: el mofongo. Arturo lo eligió con camarones y yo con una deliciosa carne con salsa de guayaba. Cenamos muy bien y comprobamos de nuevo que Puerto Rico no es barato, teniendo el lugar lo que habíamos cenado y el lugar esta claro que en otros muchos lugares hubiéramos pagado la mitad por lo mismo. Pero cuando se está de vacaciones tampoco es cuestión de racanear, al fin y al cabo se viaja para aprender y disfrutar, y la gastronomía nos enseña y nos hace pasar un rato agradable alrededor de la mesa.

Nos fuimos a la cama con la ilusión de que al día siguiente nos esperaba un lugar especial: Isla Culebra y Playa Flamenco.

Quizás también te interese

2 comentarios

Laura Arteaga 09/01/2017 - 10:54 PM

Que bueno que disfrutaran del Yunque y de la playa de Luquillo. Son lugares especiales en la isla. El mofongo de mariscos es mi preferido. Me alegro que los disfrutaran. Carinos.

Reply
Cristina 10/01/2017 - 7:56 PM

Llevaba ganas de probar el mofongo y puedo asegurar que el que comimos en Luquillo fue el mejor de todos los que probamos. Un abrazo.

Reply

Dejar un comentario