Llamada la perla del Adríatico, Dubrovnik es una preciosa ciudad con calles de mármol y rojos tejados que debe su nombre a las encinas (dubrava) que crecen por toda la región. Dubrovnik es la ciudad más próspera y cara de Croacia, el número de visitantes que llegan a ella crece cada año, hasta tal punto, que en temporada alta en ocasiones los grupos tienen que esperar en la entrada de la ciudad hasta veinte minutos para poder entrar en ella. Hay mucho que ver en Dubrovnik y sin duda visitar esta ciudad es una de las cosas que hay que hacer en Dalmacia, la más bella de las regiones croatas.
Viajar a Bruselas no es solamente ver la Grand Place, comer chocolate o beber cerveza. Como en casi cualquier viaje la gastronomía juega un papel importante y en la capital belga merece la pena sin lugar a dudas probar algunos de sus platos más afamados, como los mejillones, las croquetas de camarones o la carbonada flamenca (ternera estofada en cerveza y especias).
Cuando comencé a preparar nuestro viaje de una semana por Croacia poco tardé en darme cuenta que teniendo el vuelo con llegada y salida por Dubrovnik nuestro recorrido tendría que limitarse a conocer lo más interesante de la región de Dalmacia. De modo que leí detenidamente mi guía Lonely Planet (Arturo dice que es mi biblia de viajes) y en ella fui descubriendo algunos lugares de los que confieso sin ninguna vergüenza que no había oído hablar jamás. Uno de ellos fue Sibenik. Otro, la isla de Korcula, la sexta más grande del Adriático, en la que me llamó la atención lo que leía sobre la ciudad del mismo nombre. Inmediatamente la añadí a la lista de lugares que íbamos a conocer y fue sin duda el mayor acierto del viaje.
¿Cuantos de los que habéis hecho un viaje a India habéis estado en Jodhpur y hecho una foto al hombre de esta imagen? Supongo que muchos estaréis diciendo “yo, yo, yo…”
Por supuesto yo también he estado allí, dos veces. La primera de ellas hice la foto que el hombre lleva en la mano, la segundo, esta que abre el post. Cuando se la entregué al vistoso indio de peculiar barba que todo el mundo enfoca con sus cámaras me dijo “la gente me hace fotos, cientos, pero jamás nadie se había molestado en traerme una de ellas en mano”. Así nació está historia que más tarde mi amigo Jose bautizó como “Tengo una foto para ti”.
A mi me encanta el mundo de la foto, tengo probablemente algo más de ojo que de técnica, y tengo que confesar que de entre todo lo que puedo fotografiar, lo que más me gusta es el retrato, las fotos de la gente con la que me cruzo en el camino. Habitualmente cuando esas fotos las hacía de un modo “consentido” luego pedía la dirección a esas personas y las mandaba por correo, aunque no siempre era tarea sencilla entender la escritura de gente de India, Myanmar o Nepal. Así que cuando supe que iba a regresar a India por tercera vez tan solo un año después de mi segundo viaje a ese país, decidí que iba a cambiar la jugada y las fotos irían conmigo.
Es muy raro que alguien vuelva a pasar por las mismas ciudades dos años seguidos, pero yo iba a hacerlo (cosas de la pasión que siento por India), así que empecé a preparar fotos para llevar intentado tener claro el lugar dónde había conocido a cada una de esas personas. Y la misión fue un éxito ya que a pesar de la dificultad en algunos casos conseguí encontrar a mujeres gitanas en Mandawa, a un aguador en Delhi y a una mujer que vivía en alguna calle de la ciudad azul de Jodhpur entre otros muchos. La mayoría de ellos me miraban con tal cara de sorpresa que de nuevo eran dignos de otra foto. Muchos no hablaban ni una palabra en inglés, por lo que con gestos tenía que explicar que yo misma había hechos fotos el año anterior. Al final, todos me regalaron sonrisas y terminé tomando chai en la tienda de aquella señora de Udaipur que al final me regaló también un colorido juego de esas sonoras pulseras que llevan todas la mujeres indias adornando sus brazos.
Poco después, mi amigo Jose, el que se animo a llamar a esta historia Tengo una foto para ti, se fue a Myanmar. Y claro, no podía dejar de pedirle que cargara con mis fotos e indicaciones sobre donde encontrar a cada una de esas personas. Mingún, Mandalay o el Lago Inle eran algunos de los lugares donde tendría que buscar a niños que se habrían hecho grandes, a hombres y mujeres… A mi me parecía bastante complicado, no era lo mismo que yo fuera buscando el lugar donde hice la foto que mandar a otro, pero el resultado fue genial, mi amigo encontró a muchas de aquellas personas y vino con un montón de anécdotas con las que nos reímos ambos.
“En el momento en el que mi amiga Cristina me propuso aprovechar mi viaje a Myanmar para entregar fotos que ella había realizado unos años antes a los birmanos que en ellas salían pensé: “Bueno, por hacerlo no se pierde nada, pero va a ser una tarea muy difícil en un país tan grande…” Pero el día en el que quedé con ella en una terraza de Madrid para explicármelo me fui dando cuenta que podría ser una tarea gratificante, porque iba a cumplir con una promesa que ella hizo en su viaje, y a la vez entendí que era posible hacerlo porque me entregó las fotos muy bien organizadas en sobres según cada área en las que teníamos que repartirlas.
En Birmania habíamos contratado a una guía llamada Leh. En cuanto la vimos en el aeropuerto de Yangón, y después de presentarnos, le conté la misión que todos teníamos encomendada. Isabel, Feli, Manolo, Leh, el chófer y yo mismo nos propusimos hacer posible que las fotos llegaran a sus destinatarios. La misión ya no era solamente mía sino de todo el grupo.
Conseguimos entregar muchas de esas fotos. Es difícil, muy difícil, poder contar la reacción de la gente. La primera fue la de poner cara de sorpresa, la segunda la de esbozar una sonrisa, la tercera la de convocar a los amigos que tuvieran alrededor para contarles lo que pasaba (“MIra, estos extranjeros nos traen unas fotos en las que estamos nosotros que nos hizo una amiga suya hace tiempo. ¡¡¡Yo ya ni me acordaba!!!) y la cuarta la de agradecernos lo que hacíamos. A Manolo se le ocurrió que yo llevara una foto de Cristina y de Arturo para enseñársela a los birmanos y que pudieran reconocer a sus autores. Y así hice cada vez. Todo, claro está, con mediación de Leh, sino hubiera sido imposible.
En definitiva, una experiencia muy confortante y agradable por inesperada y sorpresiva. Se lo he contado a mucha gente y he mostrado las fotos que certifican nuestra labor. Ahí quedan como testimonio gráfico de estos momentos congelados.
Y al final de todo aprendí que si prometes algo, por dificultoso que sea, hay que cumplirlo”. (Jose)
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El año pasado, recién llegada al mundo blog empecé a interactuar con otros colegas y me enteré de las chicas VIPAVI se marchaban a Nepal. No dudé en preguntarlas si las apetecería llevar con ellas algunas de las fotos que yo había hecho cuando visité el país del Himalaya y la verdad es que tardaron cero coma en aceptar. Pasé a papel todas las fotos que consideré podrían ser relativamente fáciles de entregar y se las mandé a su casa en Burgos. A la vuelta me contaron que aunque no habían encontrado a todas aquellas personas si habían localizado a un buen puñado y volvían con una grata experiencia en sus mochilas y algunas fotos como prueba de lo que allí habían hecho en esto que mi amigo Jose ya había bautizado como Tengo una foto para ti.
“Nuestra experiencia fue muy positiva, la verdad es que en un país como Nepal da gusto hacer una cosa como esta, la amabilidad y agradecimiento de la gente por una simple fotografía te hacía emocionar, lo repetiríamos mil y una vez.” (Ana y Arantxa)
En junio del 2014 yo me marchaba a Perú y pensé que igual que otros habían querido ayudar a entregar mis fotos, quizás yo pudiera encontrar a personas que otros viajeros hubieran retratado. Así que lancé el reto y Esther (Viajando por Asia), Carmenchu y María (Callejeando por el mundo) se animaron a enviarme algunas fotos hechos años antes. En Cusco, Puno o el Valle Sagrado encontré a algunas de esas personas, y a las que era imposible para mi por recorrido pregunté el modo de hacerlas llegar y se las quedaron en algún hotel con el firme compromiso de enviarlas con los siguientes viajeros que fueran a los lugares en los que yo indicaba estaban aquellas personas.
Tengo que reconocer que la recepción de las fotos tuvo emociones diversas. Hubo quien se emocionó al ver a familiares suyos e incluso decían “mira que pequeño estaba fulanito”; otros sin embargo mostraron total indiferencia y una señora me llegó a decir que mejor la diera un sol, que para qué quería ella una foto. En cualquier caso creo que fue una experiencia divertida que repetiría con tal de ver algunas de esas sonrisas o caras de sorpresa.
Sorpresa cuando mi amiga y colega Olga (Charcotrip) comentó que se marchaba a Perú. Lo descubrí cuando me empezó a preguntar por los hoteles en los que yo me había alojado y yo la dije que la contaba todo a cambio de que formara parte de Tengo una foto para ti. Fue otra viajera que se animó sin dudar, así que organicé todas las fotos y se las mandé a Francia que es donde ella vive. Tuvo suerte en algunos casos, pero en otros su modo de hacer el viaje fue distinto al mío y no pudo localizar a esas personas, aunque en cualquier caso también volvió a casa con una experiencia distinta y alguna foto que compartir.
“Me sentí como toda una detective buscando a “las señoras de las fotos” en el mercado de Cuzco. El tener que ir y preguntar si conocía a la persona de la foto me dio vergüenza, pero a la vez un gusto cuando me contestaban “si, es mi cuñada” o “si, es mi hija”. Entregarles las fotos fue muy emocionante. La anécdota graciosa de la historia es con la señora que me pregunto que si “cuanto es”, le digo que nada. Me voy de ahí con una sonrisa.” (Olga)
La última historia de este Tengo una foto para ti ha tenido lugar hace tan solo unas semanas. Con Miriam tengo una relación laboral que ha ido más allá desde el momento en el que ella me dijo “Me voy a Nepal” y yo la pedí si podría intentar encontrar a esas personas a las que Ana y Arantxa no localizaron un año antes. Enseguida se subió al carro y yo la mandé las fotos. A pesar del tiempo y del terrible terremoto que asoló el país hace uno meses, Miriam encontró a muchas de esas personas y cuando me contó como fue aquello consiguió emocionarme.
“La iniciativa de Tengo una foto para ti ya me parecía maravillosa antes de llevarla a cabo (cuando Cristina me lo pidió) y más después del terremoto que sacudió este país, pero vivirlo…¡ha sido increíble! Me di cuenta de lo servicial que puede llegar a ser la gente y de que con un simple “¿Conoces a esta persona?” y una foto, todos hacen lo posible para ayudarte a encontrarlos. A un chico que me ayudó a encontrar a dos de las personas de Bahktapur, intenté invitarlo a algo por su ayuda y me dijo que no, que “era parte de su cultura”.
Por otra parte, la historia que más me afectó fue la tercera de Bahktapur, la de una madre y una abuela a las que les llevé la foto de su hija / nieta, que ya no vivía con ellas, porque vi a la primera visiblemente emocionada, me llevó dentro de la casa y me dijo un “gracias” que me conmovió. Lo curioso de esto también fue que una vecina me llevó hasta ellas…¡porque reconoció la ropa de la abuela en la foto! (Seguía siendo la misma). Muchos motivos para seguir creyendo en la humanidad” (Miriam Gómez Blanes – Over the White Moon)
Esto son las historias que un grupo de viajeros hemos conseguido a nuestro paso por algunos países. Creo que todos en algún momento habrán hecho una foto a gente desconocida que incluso es probable que les regalara un sonrisa para su cámara. ¿No os gustaría que esas imágenes llegaran a esas personas por sorpresa? Si es así, animaros a comunicar con otros viajeros, no es un esfuerzo especial el que hay que hacer y os prometo que merece la pena intentarlo.
Hacía muchos años que había visitado Varanasi por primera vez. Mi recuerdo era bastante difuso, creo que la ciudad me había superado, fue un choque muy grande para mi mente occidental y joven ver todo lo que tenía ante mi, me costaba asimilar que la gente se bañaba y bebía el agua junto a los muertos que flotaban en el río, no soportaba el olor, me agobiaba el calor…
Pero desde que regresé a España de aquel viaje sabía que tenía que volver a esa ciudad caótica y medio en ruinas, tan solo necesitaba tener más mundo para poder vivir la experiencia con la apertura de mente que hace falta. Y así fue, viajé por otros países, conociendo otras realidades, creciendo por fuera y aprendiendo de cada vivencia. Había llegado el momento de volver a India y por supuesto de regresar a Varanasi.
Viajar a Bruselas hace sin duda imaginar una ciudad con montones de tiendas donde comprar chocolate y cerveza. Y quien piense eso acertará. Pero no todo el comercio de la capital belga termina ahí. De unos años hacia acá triunfa lo vintage y cada vez es más sencillo encontrar tiendas de moda donde todo parece sacado del armario de nuestras madres y sin duda la capital belga es un buen lugar para buscar ropa y objetos que estuvieron de actualidad hace años. La Bruselas vintage está en tiendas y mercadillos que son parada obligada para aquellos en busca de abrigos, sombreros o bolsos de esos que lucieron las mujeres de alguna generación anterior a la nuestra.
Si hay una zona de la capital belga que es la estrella en este tema, ese el barrio de Les Marolles, uno de los barrios que ver en Bruselas. Su epicentro es el rastro que se celebra cada día (excepto lunes) en la Place du Jeu de Belle, un lugar muy popular en el que encontrar antigüedades, artesanía africana o ropa de los más variados estilos. Los fines de semana se pueden encontrar objetos más especiales y a la hora de comprar hay que recordar entrar en el juego del regateo y así conseguir un precio algo inferior al que el vendedor pide. Sin duda el lugar perfecto para comenzar un recorrido por el barrio rey de las tiendas vintage bruselenses.
Una vez recorrido este rastro (también conocido como Antiguo mercado), el destino de los que busquen moda vintage serán sin dudas Rue Haute y Rue Blaes. En ellas se pueden encontrar una tras otra tiendas en las que entrar a curiosear y descubrir seguro algún tesoro. Las hay con más o menos estilo, algunas parecen almacenes de ropa usada donde las prendas se venden al peso, otras están decoradas con mucho gusto, pero seguro que todas esconden algo interesante esperando a un posible cliente.
Una de estas tiendas de la ruta Bruselas vintage es L’amour moderne, un lugar en el que los zapatos, sombreros y bolsos que harían feliz a cualquier amante del estilo vintage comparten espacio con vestidos de fiesta, ropa de los 70 y bañadores dignos de la mismísima Esther Williams. Su dueña tiene buen gusto hasta para entregar la tarjeta con los datos de la tienda.
Pero no todo el Bruselas vintage termina en ese barrio. Paseando por las calles aledañas a la Grand Place y mientras uno mira curioso esas grandes pinturas que forman parte del arte urbano de la ciudad se encontrará con tiendas cuyos escaparates lucen con estilo moda de grandes firmas y que tuvo una vida anterior en los 70 ó los 80. Y es que hoy en día es sencillo tener en el armario prendas de Dior, Gucci o Yves Saint Laurent a precios asequibles… aunque para ellos haya que comprarlas de segunda mano.
Por último no hay que dejar de mencionar el mercadillo vintage que cada primer domingo de mes se celebra en el antiguo Mercado de St. Gery. En un espacio que cuenta con dos amplias plantas abiertas y una cafetería donde parar a reponer fuerzas uno puede pasar el día curioseando entre decenas de percheros con ropa del más variado estilo a precios que invitan a no dejar de comprar. También hay diseñadores que aprovechan para mostrar y vender sus creaciones, ya sean artículos de bisutería, marroquinería o ropa, aunque todo siempre con cierto toque retro.
Bruselasgirly
Todos estos sitios son los que las chicas del blogtrip “Bruselasgirly” de la Oficina de Turismo de Bruselas y Valonia visitamos en nuestra escapada de cuatro días el pasado mes de septiembre. Creo que alguna se contuvo a la hora de comprar porque solamente llevaba equipaje de mano y porque no dispusimos de demasiado tiempo para parar a probarnos todo lo que nos gustaba con calma… De otro modo fijo que más de una hubiera cargado y de verdad.