Decidir viajar a Indonesia fue la parte más sencilla de nuestro periplo. Lo complicado vino cuando empezamos a organizar la ruta. Solo disponíamos de tres semanas para nuestro viaje. Y todo lo que leíamos sobre ese país nos parecía tan fascinante que resultaba realmente complicado decidir que islas de las 17.000 que tiene Indonesia íbamos a visitar. Después de mucha vueltas y teniendo en cuenta que nosotros preferimos viajar con calma decidimos que nuestro viaje se limitaría a cuatro islas: Java, Bali, Sulawesi y Gili Meno.
En nuestro viaje a Malasia la última ciudad que visitamos fue George Town. Estuvimos tres noches alojados en un hotel de su centro histórico y aprovechamos los días para conocer la ciudad y algunos otros lugares de Penang. Para mi, y aunque Malaca la sigue muy de cerca en cuanto a atractivo, George Town es la ciudad más bonita de Malasia. Se pueden pasar horas descubriendo todo lo que hay que ver en George Town. Sus calles son un lugar por el que pasear sin rumbo fijo. Infinidad de antiguas shophouses se apiñan acá y allá. Algunas se han convertido en hoteles, otras en museos, unas pocas son restaurantes y por desgracia, otro buen número de ellas piden a gritos que alguien las rescate y las devuelva el esplendor de antaño.
Escaparse a Navarra es siempre una buena idea. Un lugar perfecto para pasar un fin de semana descubriendo pequeñas ciudades medievales o las bodegas de la zona. Para mi el fin de semana que pasamos en tierras navarras era la primera salida tras muchas semanas inactiva tras la lesión que me hice en mi viaje a Malasia y Singapur. Tenía ganas locas de salir después de todo el verano en casa, así que nada más empezar septiembre nos fuimos hacia el norte para pasar un fin de semana conociendo algunos rincones de una de las provincias que no habíamos visitado juntos. El hotel elegido para alojarnos durante nuestra estancia fue el Hotel Ríos, en San Adrián.
¿Alguna vez os habéis parado a pensar en los edificios de un siglo u otro que habéis conocido durante vuestros viajes? Yo nunca lo había hecho. Visitas ciudades y recorres sus calles. Durante el paseo ves todo tipo de edificios. Desde iglesias a teatros, sin olvidar todos esos que forman parte del paisaje urbano y que muchas veces son sencillamente edificios residenciales. Vas tomando nota y aprendiendo de cada lugar que ves y los vas situando en una época u otra. Pero nunca me había parado a pensar de entre todos ellos cuales son los edificios del siglo XX que por una razón u otra me han gustado más. O sencillamente han llamado más mi atención.
Tengo que confesar que conocer la capital irlandesa fue una de esas gratas sorpresas viajeras que uno encuentra en el camino. Dublín no era una ciudad que tuviera especial interés en visitar. Pensaba en ella como la hermana triste de Londres. Pero mientras buscábamos algún destino para pasar un fin de semana invernal se cruzó en nuestro camino una oferta irresistible para volar hasta ella. Así que sin pensarlo dos veces compramos los vuelos y la guía para empezar a organizar los tres días que íbamos a pasar allí. Y poco después descubrimos los muchos colores de Dublín. Esos que tiñen puertas, ventanas y fachadas.
Los viajes forman parte de mi vida. Es la actividad que más me aporta como persona y con lo que más disfruto. Ya sea al preparar un nuevo periplo, al realizar el viaje o la vuelta, revisando fotos o escribiendo mis experiencias en el blog. Digamos que el viaje dura mucho más que esos días que paso en el destino. Todo empieza cuando decido el lugar que quiero conocer y me empiezo a documentar con guías de viaje, en internet, en otros blogs y cada vez más, con algunos libros de historia o basados en ella.