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Diarios de viajeLituania

Vilnius. Día 2: Recorriendo el gueto judío

por Cristina Monsalvo 25/02/2016
Las Tres Musas Vilnius

Lunes 7 de diciembre – Vilnius

Nuevo día en Vilnius, y después de una noche reparadora en el Moon Garden Hotel tocaba ponerse de nuevo en marcha… y hay que ver que sensación tan rara abrir la cortina casi a las nueve de la mañana (vale, no madrugamos mucho) y ver que fuera apenas ha comenzado a clarear aunque las calles ya están llenas de vida. Así que había que ducharse y bajar a desayunar antes de abrigarse y  salir de nuevo a conocer más rincones de la bella Vilnius.

El comedor estaba en un semi sótano del hotel y sin duda era la parte más fría del mismo, aunque eso lo descubrimos cuando llegamos abajo y nos tocó subir para coger algo más de abrigo. Tomamos dulces, embutido, queso y hasta pipas de calabaza peladas, zumo de naranja y café (bueno, yo té, que el café salió de mi vida hace tanto que casi no recuerdo como sabe, solamente tengo claro que no me gustaba tanto como el sabor que me ofrecen las infusiones), todo acompañado de luces y música navideña.

Nada más salir a la calle bofetada de frío, de esos que te obligan a taparte todo lo que puedas, y es que además ese día no lucía nada el sol, el cielo aparecía totalmente cubierto y eso daba aún más sensación de “me estoy helando”.

Empezamos nuestra ruta del día en Vilnius por el mismo camino del día anterior, cruzando la Puerta del Alba para entrar en el casco histórico de Vilnius. La diferencia es que hoy no había prisa, y fuimos parando para contemplar todo lo que nos llamaba la atención, desde la Iglesia de Santa Teresa a las Puertas Basilianas, tras las cuales se esconde un tranquilo patio con un iglesia que luce unos desgastados frescos en su fachada. Lo único malo que nos estaba pasando es que todas las iglesias estaban cerradas, son lugares de culto y en la mayoría de lo casos se abren solamente para las misas.
Las calles estaban mucho más vacías que el día anterior, se había terminado el fin de semana, los turistas habían vuelto a su ciudad y la gente de la ciudad estaba trabajando, así que en algunos momentos teníamos la sensación de tener la ciudad para nosotros solos. Poco a poco fuimos avanzando hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento, un edificio que parece sacado de la antigua Grecia y puesto en el centro de la capital de Lituania. A su alrededor bonitos edificios de discretos colores se asoman a la plaza y bajo ellos tiendas, restaurantes… y una preciosa librería con una dueña encantadora que en cuanto dije que era española empezó a enseñarme libros de autores de nuestro país y guías de España. Además y aunque no quieras comprar ninguno de esos libros (no sabes lituano, así que no te lleves nada que luego no entiendas) puedes llevarte como recuerdo alguno de los preciosos puntos de lectura que tiene en sus estanterías.

[unitegallery iniciodia2vilnius]

En este punto cambios nuestra ruta respecto a lo que hicimos el día anterior. Hoy nuestro destino era el camino que nos llevaría conocer la historia de los judíos en la que fue conocida como la Jerusalén del Norte. Para ello nos dirigimos a Rudininku gatve ya que en esa calle fue donde se encontraba el Judenrat, el edificio encargado de la administración del gueto durante la ocupación nazi. Unos metros más allá, una placa marca el lugar donde se encontraba la única puerta que daba paso al gueto.
En Vilnius hubo dos guetos, el primero se conoció como el Pequeño Gueto y todos los judíos que estaban en él fueron conducidos y exterminados en Paneriai, un bosque cercano a la ciudad. El segundo de estos guetos fue conocido como el Gran Gueto y en él estuvieron aquellos judíos que los nazis consideraban válidos para el trabajo. Gaono, Zydu, Ligonines o Stikliu gatve son algunas de las calles que formaron parte de esos guetos y por las que nosotros caminamos durante ese lunes gris. Hoy la ciudad ha vuelto a la normalidad y pocos recuerdos materiales quedan de lo que allí paso aparte de placas conmemorativas como las que hay en Rudininku gatve.

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Caminamos hacia Pylimo gatve, calle en la que se encuentra la Sinagoga coral. Este templo sobrevivió a la destrucción nazi ya que durante la ocupación fue utilizada como almacén farmacéutico. Hoy en día está en perfecto estado y es frecuentada por la pequeña comunidad ortodoxa judía de la ciudad. Al llegar a la puerta nos sorprendió la azul valla que la rodea, y que en la puerta había dos grupos de turistas que parecían indecisos sobre que hacer o sobre si se podía entrar. Yo había leído que la sinagoga estaba abierta todo el día y que admiten visitantes. Mire por todas partes y encontré un timbre junto a la puerta, y como lo peor que podía pasar es que no respondieran o que no nos dejaran pasar, pues lo pulse. Dos minutos más tarde estábamos dentro (nosotros y todos los demás que había fuera sin saber que hacer para entrar), en un templo luminoso y muy cálido donde un hombre de aspecto serio y casi siniestro nos indicó por donde acceder al interior de la sala de oración, en la cual un mujer encantadora nos explico algunas cosas de la historia de la sinagoga y nos dijo que podíamos hacer fotos y preguntar cuantas dudas nos surgieran.

Vilnius, Sinagoga CoralCurioseamos entre los bancos viendo los libros escritos en hebreo que descansaban en cada uno de ellos, los candelabros, los tapices, los textos en las paredes, observando la plataforma que hace de altar en las sinagogas y la Tora que contiene la ley de pueblo judío. Preguntamos por los dos niveles de la sinagoga, que aunque ya imaginábamos que eran las zonas de hombres (abajo) y mujeres (arriba), la respuesta de la mujer que nos había recibido nos confirmó que así era.
Al despedirnos y dar las gracias después de haber deambulado por todo el templo la mujer de repente me dio una abrazo y me dijo que era una de las mujeres más bonitas que había visto y que tenía una sonrisa tan encantadora que iluminaba a quienes tenía cerca. Lo que hizo que mi cara se iluminara también, pero de un rojo intenso que tardó en desparecer lo que tarde en salir a la calle y sentir de nuevo el frío en el rostro.

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Anduvimos de nuevo hacia las calles que fueron el hogar (por llamarlo de alguna manera) de todos los judíos recluidos en el gueto. Descubrimos durante el paseo que muchos de los edificios de Vilnius tienen un patio oculto, una entrada que lleva a un espacio que pertenece a las casas a las que se accede desde la calle o en algunos casos incluso desde el patio. Allí en algunos casos encontramos sencillamente un parking, en otros algunas tiendas y en un par de ellos las terrazas de algunos coquetos restaurantes.
Nuestros pasos nos llevaron hasta la iglesia gótica más antigua de la ciudad, San Nicolás, la cual pudimos ver nada más que por fuera pues de nuevo encontramos la puerta cerrada. Aún así no nos desanimamos y seguimos paseando hacia otra iglesia, la de la Asunción, con la esperanza de poder encontrar ese día algún templo católico abierto. Y hubo suerte, la conocida como la iglesia de las Arenas (por el barrio en el que se ubica) estaba abierta y pudimos acceder a un interior en obras que sin embargo nos obsequió con unos muros de ladrillo visto adornados con alguna bella escultura que hacen del templo un lugar tranquilo y sobrio en el que pudimos ver algunos fieles sentados en los bancos (suponemos que rezando)

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Habíamos pateado ya gran parte del antiguo gueto cuando llegamos a dos de las calles más turísticas de lo que fue aquel encierro para los judíos: Zydu y Gaono gatve. En ellas y en las calles más cercanas hay cafeterías, restaurantes, tiendas…. Un mundo que en nada recuerda lo que ocurrió allí hace solamente unas décadas. Al final de Zydu gatve pudimos ver la casa del gaón Elijahu Ben Sholomo Zalman y un busto en honor a este sabio judío que con tan solo seis años recitó el Talmud entero de memoria. Nuestro recorrido por esta parte de Vilnius terminó cuando llegamos a Didzioji gatve, lugar en el que el viajero puede ver otro de esos planos que indican que como fueron los guetos de la ciudad.

[unitegallery GaonVilnius]

Vilnius es una ciudad pequeña que se recorre con facilidad, así que el tiempo cunde bastante pues sin caminar mucho se llega rápidamente de un lugar a otro. Así que en ese momento del día vimos que íbamos muy bien de tiempo, que quedaban cosas por hacer y que a pesar de todo a las cuatro volvería a ser de noche. Queríamos seguir viendo cosas y parar a comer implicaba invertir horas de esas pocas que nos quedaban con luz. Habíamos desayunado bien, así que nos compramos un café para llevar y un bollo y continuamos hacia la casa del compositor y pintor M.K.Ciurlionis. De nuevo nos encontramos con uno de esos lugares a los que para acceder hay que llamar al timbre. Una vez dentro pudimos dejar nuestro abrigos y nos explicaron un poco la historia del artista y su obra, todo esto mientras nuestro guía iba tocando piezas del músico para ilustrar lo que nos relataba. La verdad es que descubrimos un personaje peculiar, quizás podemos decir que era algo así como la versión lituana de Dali y resultó una visita interesante en la que además entramos en calor gracias a la potente calefacción de la casa. Lo único malo es que mi nivel de inglés es bastante básico, y aunque entiendo bastante bien me resulta un poco agotador porque todo se lo tengo que traducir a Arturo. Pero lo hago con gusto (hasta que me agoto, me enchufo a masa y ya no me entero de nada)

[unitegallery MKCiurlionis]

Nuestro siguiente destino era la iglesia de Sta. Ana, pero la ruta que elegimos nos llevo por una de las calles más peculiares de Vilnius, la de la Literatura. Se trata de una callecita peatonal en la que las paredes sirven de homenaje a artistas lituanos. Pequeñas placas, dibujos o cualquier cosa que pueda estar relacionada con ese escritor pasa a formar parte de la decoración de la calle se pueden ver cosas como una dentadura o un puñado de tenedores.

A pocos metros nos encontramos con la iglesia de Santa Ana. Dicen de ella que es la más bonita de la ciudad, algo que es mucho decir en una ciudad conocida como la de las iglesias. Lo cierto es que la mayoría de ellas son barrocas, así que al menos lo que queda claro es que Santa Ana con sus amplias curvas y delicados pináculos es una agradable nota de color en las calles de Vilnius. De nuevo nos dieron con la puerta en las narices, porque la iglesia estaba cerrada y nos quedamos con las ganas de entrar, pero al menos si nos encontramos abiertas las puertas de la iglesia que hay justo detrás, la de San Bernardo. Nos llamó mucho la atención el conjunto que forman ambos templos, los dos de ladrillo, y aunque Santa Ana es mucho más estilizada, uno apenas tiene claro si se trata de la misma iglesia o de dos diferentes hasta que no está dentro de alguna de ellas y descubre que no se comunican.

Vilnius Iglesia de Santa AnaHabíamos cumplido el plan de visitas del día así que para aprovechar la poca luz que quedaba ese día pusimos rumbo a la Plaza de la Catedral. Aprovechamos que no estaba cerrada (casi nunca lo está, pero no quisimos dejar pasar la oportunidad de entrar en una iglesia abierta) y accedimos por una de las puertas laterales al inmenso templo que ocupa el mismo emplazamiento que tuvo en su día el lugar donde se rendía culto a Perkünas, el dios del trueno. Habíamos leído que lo más destacado del templo, que es bastante sobrio, era la capilla de San Casimiro. Sin duda ofrece un marcado contraste con el resto de la Catedral, pues en esta capilla todo es mármol y granito de colores, además de esculturas de estuco blanco y una cúpula barroca que se distingue sin problema desde el exterior.

Desde allí comenzamos a subir por la más elegante de las calles de la capital lituana, Gedimino prospektas, hasta el Teatro Nacional y ver allí la preciosa estatua de las tres musas, la cual desde aquí recomiendo a todos que vayan a verla si pasan por Vilnius. Son tan expresivas, tan estilizadas, tan iguales y tan diferentes entre si que no creo que puedan dejar indiferente a nadie.

Vilnius, Las Tres MusasYa que estábamos en Gedimino decidimos caminar un poco más para curiosear en uno de los centros comerciales más elegantes de la ciudad, Gedimino 9 (se llama así porque está en el número 9 de esa avenida, la verdad es que no se han complicado mucho con el nombre). Lo mejor de este lugar es que está ubicado en un antiguo edificio histórico de Vilnius, el cual ha sido restaurado con esmero, luciendo en el exterior tal y como fue en sus tiempos de gloria pero con un interior moderno donde encontrar tiendas de marcas internacionales y también locales donde comer, tomar un café o comprar chuches (algunas de las que tienen son españolas, como las bolsas de kilo de nubes).
Antes de regresar de nuevo al centro nos acercamos a Vilniaus gatve, una calle que parte de Gedimino. ¿Qué buscábamos? Pues Lucky belly, una oronda tripita que asoma en una pared de la calle que he nombrado y que basta tocarla para tener buena suerte. Así que estando tan cerca y aunque fuera con guantes no podíamos dar esquinazo a la fortuna.

Cuando salimos de Gedimino 9 ya era completamente de noche y aún no eran las cinco, así que había llegado el momento de buscar un lugar caído donde tomar una cerveza y hacer tiempo hasta la hora de cenar a la vez que entrábamos en calor. Para ello regresamos al centro de la ciudad en busca de un pub que habíamos visto la noche anterior: el Mad Dog, un local de estilo inglés frecuentado por turistas y locales a partes iguales. Como era pronto no había mucha gente, apenas un grupo junto a la barra. Tomamos asiento y pedimos de nuevo cerveza lituana ya que fuera de su país es complicado (que yo sepa) encontrarla. Pasamos un rato de charla, sobre todo del acierto que no estaba pareciendo haber decidido viajar a Vilnius en esas fechas, pues a pesar del frío y de los días cortos estábamos descubriendo una ciudad bella y muy interesante.
Acabadas nuestras bebidas aún nos parecía pronto para cenar, por lo que decidimos caminar hasta el museo-galería del Ámbar, un lugar cuya planta superior es una tienda donde encontrar objetos de todo tipo fabricados con ámbar, pero en el la planta del sótano ofrece una interesante exposición (gratuita) en el que se muestra de donde viene el ámbar, como los insectos quedan atrapados en él y como se trabaja este material para hacer con él todo tipo de bisutería.

[unitegallery ambarvilnius]

Mientras tomábamos la cerveza habíamos decidido ir a cenar a Senoji Trobele, un típico restaurante lituano algo alejado del centro, por lo que pensamos pasar por el hotel, dejar la cámara de fotos allí y ponernos alguna capa más de ropa. Preguntamos en recepción si el camino y lo datos que yo tenía para llegar allí eran correctos y si podíamos andar o era mejor coger un taxi. Nos dijeron que en 15 minutos caminando llegaríamos, así que salimos a la calle con la intención de andar solamente hasta que un taxi pasara delante de nosotros…. y llegamos caminando al restaurante. Porque no vimos casi coches, y taxi, ni uno solo. El local estaba lleno, tan solo quedaba libre una pequeña mesa que fue perfecta para nosotros. Mientras mirábamos la carta y pensábamos que pedir nos dimos cuenta que casi todas las mesas estaban ocupadas por turistas, aunque también había algunos lituanos por allí.
Pedimos todo platos típicos como no podía ser de otro modo, desde los cepelinai (una especie de croquetas de patata) a la lietuviskos salotos (la versión lituana de la ensaladilla). Todo estaba bueno y sin duda era contundente, salimos de allí agradeciendo el paseo que teníamos que dar para poder meternos en la cama y descansar de un día en el que habíamos hecho un montón de cosas y descubierto mucho de la historia y forma de vida de Vilnius.

[unitegallery SenojiTrobele]

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Diarios de viajeLituania

Vilnius. Día 1: la ciudad desde las Tres Cruces

por Cristina Monsalvo 21/02/2016
Vilnius

Domingo 6 de Diciembre – Vilnius

Cuatro horas duró nuestro vuelo entre Madrid y Vilnius. Volamos con Ryanair y no hubo ni retrasos ni ningún problema durante el vuelo, de modo que aterrizamos a la hora esperada (12:15 del mediodía) en la capital lituana.

Abandonamos el avión y cruzamos caminando un pequeño tramo de pista para entrar en el aeropuerto, pequeño pero sin duda uno de los más bonitos que he visto, pues su zona de llegadas parece un verdadero palacio con columnas, paredes de color pastel y bonitas lámparas. Incluso su puerta luce como un verdadero templo griego con su fachada decorada con esculturas. En fin, que parece que no pueda haber mejor modo de entrar en un país desconocido.

Vilnius AeropuertoHabíamos acordado con el hotel que nos mandaba un taxi que nos llevaría de “puerta a puerta” por diez euros, algo que nos pareció barato y cómodo, aunque más tarde nos dimos cuenta de que era algo caro… pero eso forma parte de otro capítulo.
Nuestro hotel estaba muy ubicado, a escasos metros de la Puerta del Alba, principal entrada al casco antiguo de la ciudad. El Moon Garden es un hotel boutique con un puñado de habitaciones de diferentes tamaños, pero todas amplias, con baño privado y alguna incluso con una pequeña cocina. La recepción del hotel ya estaba decorada para la inminente Navidad, y todo resultaba acogedor… excepto el recepcionista que creo que era el hombre más serio y frío con el que me he cruzado. Nos entregó la llave de la habitación, nos indicó los horarios y el lugar del desayuno y nos comentó que había que pagar por adelantado. A mi me daba igual, total, de un modo u otro tengo que pagar, pero sigo sin entender que algunos alojamientos procedan de este modo… parece que creen que te vas a marchar sin pagar.
Una vez acomodados en la que sería nuestra habitación durante las siguientes tres noches nos abrigamos bien (muy bien) y salimos a descubrir la ciudad que puede presumir de tener el mayor casco histórico barroco de Europa del Este. Ahí es nada…
Accedimos a la ciudad por la Puerta del Alba sobre la que se encuentra la Capilla de María Bendecida, uno de los lugares de peregrinación más importantes del Este de Europa y en la cual se venera por ortodoxos y católicos una pintura a la que se atribuyen milagros.

[unitegallery PuertaAlba]

Sabíamos que no teníamos muchas horas de sol por delante, que la luz duraría hasta poco más de las cuatro de la tarde, de modo que al abandonar la capilla sobre la Puerta del Alba dirigimos nuestro pasos hacia la Plaza de la Catedral, pues nuestra intención era llegar a la Colina de las Tres Cruces para ver el atardecer. Enseguida nos encontramos ante la entrada a la Iglesia ortodoxa del Espíritu Santo, y nos pillaba tan a mano que hicimos un nuevo alto en el camino. Sus cúpulas rosas la identifican sin problema y una vez en el interior los iconos, las lámparas de las velas o los trajes de los sacerdotes nos recordaron a esas iglesias que habíamos visitado en Rusia. Lo más llamativo de este templo para nosotros fue la urna dentro de la cual reposan los restos de tres santos (Antonio, Iván y Eustaquio), lo cuales están cubiertos desde la cabeza a los tobillos, de modo que sus pequeños pies se ven enfundados en unas delicadas zapatillas. No dejan hacer fotos, y si alguien toca el cristal que les cubre enseguida aparece alguien para quitar cualquier huella que haya podido quedar marcada.

Vilnius, Iglesia ortodoxa del Espíritu Santo Avanzamos por Ausros Vartu, Didzioji y PIlies gatve, las tres calles que cruzan el casco histórico de Vilnius y unen la Puerta del Alba con la Plaza de la Catedral. Por el camino dejamos atrás sin apenas prestarles atención a las Puertas Basilianas, la Iglesia de San Casimiro o la Plaza de la Catedral. Y es que aunque yo quería pararme en cada lugar sabíamos que había que entretenerse lo menos posible si no queríamos que se hiciera de noche antes de llegar a la colina.

Alcanzamos la inmensa plaza de la Catedral de Vilnius, un espacio inmenso en los que se encuentran el Palacio Real, la colina Gediminas y por supuesto, la iglesia que la nombre. Aunque había leído mucho sobre las calles de la ciudad y los lugares que iba a encontrar, tengo que decir que a cada paso Vilnius me sorprendía una y otra vez, todo era más hermoso y armónico de lo que esperaba, quizás la luz dorada del atardecer me estaba ofreciendo una imagen demasiado perfecta de la ciudad… pero mira, esa suerte que tuvimos la capital lituana y yo, porque creo que para mi fue un flechazo a primera vista.
Cómo el tiempo apremiaba y sabíamos que teníamos días por delante para volver a la imponte plaza, continuamos nuestro camino pasando por delante del árbol de Navidad de la plaza, del Museo Nacional de Lituania y de la estatua de Mindaugas, el primer y único rey que ha conocido el país.

[unitegallery Cascohistorico]

Cuando llegamos junto al río Neris giramos a la derecha y continuamos avanzando por Arsenalo gatve mientras sentíamos el débil sol a nuestra espalda. Pasamos junto a la entrada al funicular que sube a la Colina Gediminas y también junto a uno de los caminos que el plano que llevábamos parecía indicar que nos llevaría a las Tres Cruces, pero por la hora calculamos que aún nos daba tiempo a visitar un par de lugares que nos iban a pillar lejos el resto de días, de modo que continuamos el paseo hasta el final de la calle, lugar en el que nos encontramos frente a la Iglesia de San Pedro y San Pablo. Se trata de una de las joyas del barroco de Vilnius, y aunque el exterior es sencillo, su interior es un despliegue de esculturas que adornan cada rincón de paredes y techo del templo.

Vilnius, Iglesia de San Pedro y San PabloAl abandonar la iglesia de nuevo comprobamos la hora y calculamos. Sí, nos daba tiempo a buscar el antiguo cementerio judío antes de emprender la subida a la colina que era nuestro destino final en ese paseo. Caminamos unos metros por Olandugatve,  nuestro plano de Vilnius indicaba unos metros más allá el enclave de lo que fue el enclave judío de la Jerusalén del norte. Apenas queda nada que no sean los restos de alguna lápida, y es que los soviéticos destruyeron el lugar en la década de 1950 para construir un estadio, y las lápidas se reutilizaron como peldaños en la escalera que asciende por el monte Tauro hasta el palacio del Sindicato. En 1991, la comunidad judía pudo recuperar algunos de esos símbolos profanados y con ellos construyeron un monumento en el emplazamiento de su antiguo cementerio. Hicimos algunas fotos, curioseamos un poco por la colina y por fin nos fuimos a ver el atardecer a junto a las Tres Cruces.

Vilnius Cementerio judíoEn ese momento la confusión se unió a nosotros. El plano parecía indicar una cosa, pero la realidad no nos hacía creer que fuéramos por el camino correcto. Aún así y para evitar volver sobre nuestros pasos decidimos adentrarnos en Kalnu, parecía que si lo cruzábamos llegaríamos directamente a la colina que era nuestro destino. Pero los parques, ya sabéis, que si un sendero para acá, otro para allá, los árboles que parecen todos iguales, tan pronto estábamos subiendo como bajando… Había muy poca gente por allí, pero creíamos que lo mejor sería preguntar a alguien que al menos nos indicara que íbamos en buena dirección. Y por fortuna así fue, habíamos conseguido no perdernos y en pocos minutos, aún con el cielo de un azul intenso y el sol en el horizonte llegamos junto a las Tres Cruces.

[unitegallery TresCrucesVilnius]

Lo primero que sentimos al llegar a lo alto fue el viento helado en nuestras caras. Tuvimos que ponernos los gorros y abrochar los abrigos hasta el último botón, estábamos helados, pero había que aguantar unos minutos para ver el atardecer con la ciudad de Vilnius a nuestros pies, así que aprovechamos para hacer algunas fotos, pero hacía tanto viento, la manos las teníamos tan heladas, que fue una tarea complicada conseguir alguna imagen medio en condiciones, y no os cuento ya sacar la guía para leer que estas tres cruces llevan en el mismo lugar desde el s.XVll, en memoria de tres monjes que fueron crucificados en la colina. Así que en vista de lo desapacible del lugar, en cuando el sol dijo adiós comenzamos a descender hacia la ciudad. En pocos minutos estábamos de nuevo en la plaza de la Catedral disfrutando de las luces del mercado de Navidad que cada año se monta allí.
Cierto que hacía mucho frío, pero sin embargo allí no soplaba el viento, lo cual permitía manejarse mejor con cámara de fotos, guía, guantes, gorro, bufanda… Bueno, con todo eso que hay que llevar cuando se viaja en invierno a un destino como Lituania. Dimos un paseo, curioseamos en los puestos de comida y recuerdos, hicimos algunas fotos, tomamos un vino caliente (raro) y una especie de empanadilla (mala) antes de decidir que siendo ya de noche lo mejor era buscar un lugar cálido donde tomar una cerveza y hacer tiempo hasta la hora de cenar.

[unitegallery MercadoNavidad]

Nos adentramos de nuevo el casco antiguo de Vilnius y pasamos por la animada Pilies gatve, una calle por la antes o después todos los turistas pasan, ya sea por la cercanía a muchos de los lugares de interés como por las cafeterías, enotecas, tiendas de recuerdos y restaurantes que hay en ella. Al ir ya sin prisa, nos fuimos fijando en todos esos locales que a esa hora (alrededor de las seis de la tarde) estaban bastante concurridos, y es que en Lituania restaurantes y cafés tienen público todo el día, uno puede comer o cenar prácticamente a cualquier hora hasta las diez/once de la noche que es cuando casi todos echan el cierren.
Nosotros no paramos en esta calle, yo llevaba apuntada la primera cervecería que íbamos a visitar en la ciudad: Büsi Trecias. Estaba a poca distancia, pero yo cada vez estaba más helada, y eso que parecía una cebolla con la cantidad de capas que llevaba puestas. Cuando ya pensaba que me había equivocado de calle o que habían cerrado definitivamente, allí aparecía el lugar que buscábamos. Entramos y encontramos una gran sala de aspecto sencillo y rústico, con un puñado de mesas donde había desde alguna familia (con la madre tejiendo mientras se tomaba su cerveza) a grupos de amigos. Tomamos asiento y miramos la carta de cervezas. Por supuesto, había que elegir una del país ya que Lituania junto a la Rep. Checa pueden presumir de ser los países del mundo donde más cerveza se consume por habitante… Así que mala no puede ser cuando la beben tanto. Ante la amplia oferta nos dejamos aconsejar por la camarera, tan seria como la mayoría de los lituanos, y bebimos la que nos recomendó. Estaba buena, pero yo la verdad es que me hubiera tomado con más ganas un buen caldo caliente.

Se iba haciendo la hora de pensar en la cena, yo iba acusando el madrugón y puesto que poco quedaba por hacer ese día, mejor cenar y retirarnos pronto a descansar. Salimos de la cervecería para dirigirnos a Vokieciu gatve en busca de un par de restaurantes lituanos que yo tenía apuntados como recomendados, pero nuestro gozo en un pozo. Ambos habían desaparecido, así que tocaba buscar otra opción y viendo el plano y mis notas vi que estábamos cerca de Cozy, otro restaurante que hace a la vez de cafetería, bar de copas o restaurante con una cocina de inspiración asiática. Como no estaba lejos nos fuimos a buscarlo con la esperanza de que no hubiera desaparecido también. Tuvimos suerte ya que no solo sigue en su lugar, sino que también había un mesa libre donde pudimos sentarnos a probar algunos de sus deliciosos platos y beber más cerveza lituana.

Terminada la cena aún nos apetecía tomar un té y dar un paseo, el haber llenado la tripa y entrado en calor estaba claro que nos había animado, así que volvimos a Vokieciu gatve donde habíamos visto antes varias cafeterías con buen aspecto y entramos en una de ellas a pasar un ratito de charla comentando lo encantadora que no estaba pareciendo Vilnius.

[unitegallery ComerVilnius]

Sin duda ya había llegado la hora de retirarse y bien abrigados salimos de nuevo a las frías calles de Vilnius. Nos cruzamos con algún despistado, pero en general podemos decir que las calles estaban desiertas, aunque por las ventanas de cafés y cervecerías veíamos que dentro había ambiente. En pocos minutos llegamos a la arteria central del casco antiguo por la que lo único que se escuchaba eran nuestro pasos avanzando bajo la discreta decoración navideña de las farolas de esa parte de la ciudad (en otras partes no es que la decoración fuera discreta, es que era inexistente).
Pasamos de nuevo junto a las Puertas Basilianas a las que tan poco caso hicimos unas horas antes y pasamos bajo el arco de la Puerta del Alba para llegar a nuestro hotel en el que nos esperaba un cálida y cómoda habitación en la que descansar y coger fuerzas para seguir recorriendo a ciudad al día siguiente.

Vilnius, Navidad

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ComerMadrid

Makkila, tapas y raciones con estilo

por Cristina Monsalvo 17/02/2016
Restaurante Makkila Madrid

Cuando en Madrid hace frío la cosa no es ninguna broma, y el pasado domingo fue un día de esos desapacibles en la capital de esos en los que el cielo está cubierto, amenaza lluvia y encima sopla el aire. Estaba claro que había que buscar un lugar acogedor para comer, y estando por la zona de Salesas, Chueca y Alonso Martínez, la oferta es variada y para todos los gustos. Yo conocía Makkila de una visita anterior en la que el local me dejó algo decepcionada, pero cuando comenté esto en una red social, no tardaron en ponerse en contacto conmigo para pedir disculpas y pedirme una segunda oportunidad, argumentando un cambio tanto en la filosofía del local como en su carta.
Sin duda, ese domingo era el día perfecto para acudir a este amplio y luminoso restaurante de apariencia acogedora, ambiente relajado y una carta donde las tapas y las raciones son las protagonistas. Aunque el local estaba bastante lleno, no tardaron en atendernos y llevarnos a nuestra mesa situada al fondo de la sala. Era una mesa baja con sillón y silla, pero Makkila tiene también mesas altas y otras donde los amplios sofás invitan a sentarse relajado al caer la tarde a tomar un café o una copa con los amigos. Y es que este lugar es bastante polivalente, y lo mismo te vale para comer en pareja que para acudir a merendar con las amigas y compartir chismes mientras desde las ventanas uno mira al siempre animado exterior de esta zona de Madrid.

Makkila restaurante

Una vez acomodados comenzamos a mirar la carta, y aunque breve, todo resultaba de los más tentador. Finalmente y ayudados por uno de los camareros nos decidimos por el croquetón de camarones, la tosta de secreto con queso del casar, rollitos de verduras y chipirones encebollados con patatas. Si vuelvo seguro que repito los chipirones, que estaban deliciosos, y el croquetón, porque aunque el resto de platos  estaban bastante buenos, no llegaban a ese nivel de sabor y buena elaboración.

Makkila Madrid

Las raciones son correctas, tienen la suficiente cantidad como para quedarte con ese hueco para el postre. La carta ofrece cuatro tartas diferentes, y nos comentaron que además cada semana se ofrece una tarta especial. De modo que nosotros nos decantamos por esa de la semana, que era de remolacha (muy similar a la tarta de zanahoria) y el coulant de chocolate. Personalmente tengo que decir que la tarta me dejo ni fu ni fa, pero que con gusto me hubiera comido otro coulant.

Makkila restaurante

Así que después de esta nueva experiencia en Makkila debo decir que me atrevo a recomendarlo, tanto por lo acogedor del local, como por la atención del personal o la calidad de sus platos. Si estáis por la zona, no dudéis en pasaros por allí aunque sea solamente a tomar un café con un delicioso coulant.

MAKKILA – Calle Fernando Vl, 2
Metro Alonso Martínez
Precio para dos comensales: en torno a 45 €

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ExperienciasIndia

Ser mujer en India

por Cristina Monsalvo 14/02/2016
Ser mujer en India

¿Alguna vez os habéis preguntado cómo es ser mujer en india? Os lo voy a intentar contar…

Caminan envueltas en saris de vibrantes colores, descalzas, no puedo evitar mirarlas asombrada cuando a pesar de la suciedad que pisan consiguen ser tan elegantes que ya las quisieran para sus pasarelas muchos diseñadores de prestigio. Sonríen y miran curiosas tras el velo que cubre sus cabezas a esa mujer occidental que las apunta con la cámara; primero posan con timidez y finalmente a través de gestos ellas y yo conseguimos comunicarnos, entendernos superando la distancia cultural que nos separa. A veces miran curiosas mi ropa occidental, pero cuando me atrevo a lucir un salwar kamez me observan con aprobación y comentan entre ellas haciendo con la cabeza ese gesto tan indio que parece querer decir no pero que en realidad es un “si, esto me gusta”.
Una mujer siempre da confianza a otra mujer. Nos entendemos porque a pesar de la distancia, la cultura, la fe o la educación que nos separan, tenemos motivaciones similares y formas de ver las cosas que solamente nosotras entendemos. Tanto ellas como nosotras nos afanamos por estar guapas, adornar nuestro cuerpo y maquillar nuestro rostro. La familia es importante y cualquier sacrificio que se haga por ella parece hacerse con gusto. Nos gusta charlar entre nosotras, comentar lo que llevan las demás mujeres, ir juntas de compras, pasear y reír con las cosas más sencillas.

Mujer en IndiaLas mujeres de India son la nota de color en el desierto del Thar, las que caminan por esos caminos rodeados de arena llevando saris de colores imposibles y sobre sus cabezas grandes tinajas para el agua. Son las que venden flores frescas para las ofrendas en los templos. Las que trabajan los campos, los jardines, los mercados, en las obras… Son las que de sol a sol se afanan por llevar unas rupias a casa que sirvan para alimentar a su prole y sacar adelante su hogar.

Mujer en IndiaEllas tienen una vida mucho más complicada que la nuestra, desde antes de nacer tienen que luchar para venir a este mundo, esperar que nadie decida que una hija es una lacra y no una alegría. Hay niñas que lo tienen más fácil, pero otras desde pequeñas tendrán que trabajar como lo hacen su madres, tendrán que cargar leña sobre sus cabezas mientras sus hermanos están en la escuela o jugando al cricket, cuidarán de los más pequeños de la casa esperando el día en el que su matrimonio sea concertado y tengan que abandonar su casa, su familia y su vida para empezar una nueva historia en otro lugar donde muchas veces serán tratadas como criadas, buscando tan solo que tengan hijos varones que serán el sustento de padres, hermanos, hijos y nietos.

Mujer en IndiaLa vida para una mujer en India puede ser más sencilla en las  grandes ciudades, aunque si la pobreza las persigue pueden terminar durmiendo y criando a sus hijos en cualquier calle por la que otras mujeres con más posibilidades pasaran cada día sin tan siquiera verlas, no serán nadie y seguramente a sus hijas las espere un futuro similar.

Las ciudades pequeñas siempre son más amables, pueden no tener luz o agua corriente en las casas, pero las mujeres tendrán más opciones de conseguir un techo para cobijar a su familia, podrán trabajar en los campos, podrán lavar para otros, quizás vendan fruta en algún puesto en la calle, pero casi siempre estarán dispuestas a regalar una sonrisa porque creen tener todo lo que necesitan. Y quizás sea así, quizás eso que tienen, aunque sea poco, sea suficiente para convertirlas en esos seres que parecen flotar con su ágil caminar sobre los caminos, las carreteras o los basureros.

Mujer en IndiaLa vida de las mujeres no es sencilla en casi ningún lugar de mundo, pero para una mujer en India es sin duda algo más complicada que para el resto. La sociedad decide siempre por ellas, trabajarán para su familia, son siempre la pieza menos importante del hogar y cuando queden viudas se les impondrá vestirse de blanco para el resto de su vida, llevando una vida piadosa y célibe, siendo muchas veces expulsadas de la casa del que fue su marido si no han tenido hijos y teniendo que vivir a partir de entonces de la caridad.

En mis viajes a India he conocido a muchas mujeres y para todas tengo buenas palabras, desde aquella que me enseñó a hacer chapatis a la que me invitó a tomar té en su casa cuando aparecí con una foto suya, sin olvidar a las que me animaron a bailar con ellas en el fuerte de Jodhpur o aquella que me regaló una guirnalda de flores a cambio de una foto. Gracias a todas, por sus sonrisas, sus gestos y su ayuda. Mis mejores deseos para todas, porque al final todas somos madres, amantes, cocineras, enfermeras, limpiadoras, maestras y un poco psicólogas. Ojalá algún día se nos respete a todas como la parte fundamental que somos para que el mundo gire y siga adelante con cierto orden. Ojalá algún día pueda escribir que ser mujer en India es bueno porque finalmente tienen voz, voto y una sonrisa constante porque nadie decide ya por ellas y por como debe ser su vida.

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Asia

Retratos de Asia

por Cristina Monsalvo 11/02/2016
Retratos de Asia

Cuando reviso mis fotos de viajes no puedo negar que mis preferidas son las que hago a esa gente que se cruza en mi camino, como estás personas de India, Nepal, Myanmar o Japón. Todos juntos forman esta galería de retratos de Asia.

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Castilla-León

Burgos: planes para un fin de semana

por Cristina Monsalvo 10/02/2016
Burgos

Ahora que por fin parece que el invierno ha llegado he recordado un fin de semana que pasamos no hace mucho en una ciudad en la que parece hacer siempre frío. Aún recuerdo la primera vez que la visité, era verano y en cuando comenzó a caer  la tarde empezó a refrescar tanto que alguien de la ciudad me dijo “señorita, es que en Burgos solamente hay dos estaciones: el invierno y la del tren”.

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¡Hola! Mi nombre es Cristina, madrileña y apasionada de los viajes. Desde hace casi una década escribo mis experiencias por el mundo en Kris por el Mundo. Aquí podéis encontrar recomendaciones, curiosidades y muchas ideas para organizar vuestros propios viajes.

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