9 de diciembre – La Perla del Sur
Nos despertamos por primera vez en San Juan. Era nuestra primera mañana en la capital de Puerto Rico y en el Hotel Villa Herencia. Nos duchamos y fuimos a desayunar bastante temprano pues ese día íbamos a cruzar la isla de norte a sur para visitar Ponce, la perla del sur, una ciudad colonial junto al Caribe. Era uno de los días que esperaba con más ilusión de nuestro viaje a Puerto Rico.
Abandonamos el hotel rumbo al parking donde habíamos dejado el coche la noche anterior y pusimos rumbo a las afueras de San Juan. Desde allí y siempre por autopista empezamos a circular hacia el interior de la isla, pasamos por Caguas y Cayey mientras disfrutábamos del exuberante paisaje de Puerto Rico. Todo a nuestro alrededor era de un intenso verde, y de vez en cuanto, una mancha rojiza nos indicaba que allí crecía un flamboyan, el árbol nacional puertorriqueño. Poco a poco el paisaje fue cambiando y cuando estábamos llegando al sur de la isla la vegetación cambió radicalmente, desaparecieron los árboles y empezamos a distinguir los contornos de unas colinas verdes y redondeadas que llegaban casi hasta el mar.
Dejamos la autopista en Salinas para coger la carretera que discurría al borde del mar, o al menos eso parecía en el mapa. Sin embargo fue un error, pues no vimos el Caribe en ningún momento de la ruta, los pueblos que pasamos tampoco tenían nada especial y el tráfico era bastante denso. Un pequeño error que retrasó algo más de media hora nuestra llegada a la perla del sur.
Ponce es la segunda ciudad en tamaño de Puerto Rico y se la conoce como “la ciudad de los leones” (ese animal es su símbolo) o “la perla del sur” por la belleza de sus edificios coloniales. Nosotros fuimos con el coche directamente al centro de la ciudad siguiendo las señales de tráfico y aparcamos en una calle rodeada de antiguas mansiones, algunas rehabilitadas, otras pidiendo a gritos que alguien las preste atención. Íbamos a pasar el día completo en la ciudad de modo que lo primero que hicimos fue dirigir nuestro pasos hacia la Oficina de Turismo de la Plaza de las Delicias para conseguir un buen plano de la ciudad y con él marcar todos los lugares que íbamos a visitar.
Al llegar a nuestro destino empezamos a descubrir que la perla del sur ya estaba lista para la Navidad. La OT de Ponce está en el interior de la Casa de la Alcaldía, edificio cuya fachada de estilo colonial español estaba totalmente decorada con bolas de Navidad, y en el interior descubrimos un Belén al que estaban dando los últimos toques, y nos explicaron que al Niño Jesús no se le pone en su cuna hasta el 24 de diciembre por la noche.
Con un plano en la mano e información sobre la ciudad salimos a descubrir lo que escondía Ponce en sus calles y comprobar si el apode de la perla del sur era merecido o no. Lo primero que tuvimos que asumir es que esta parte de la isla de Puerto Rico es mucho más calurosa que la parte norte, tuvimos que aguantar ese día temperaturas de casi 35º cuando en el resto de la isla lo máximo que habíamos tenido los días anteriores habían sido 28º. A pesar de ello yo tenía muchas ganas de recorrer la más bonita de las ciudades coloniales del sur del país, así que con un abanico en la mano empezamos a pasear por Ponce pasando por estos lugares:
- Plaza de las Delicias – En realidad esta plaza está compuesta por otras dos, las cuales separa la Catedral de la ciudad. La Plaza Federico Degetau es la mayor de ambas y es a ella a la que abre sus puertas el edificio de la Alcaldía de Ponce. También en esta plaza se puede ver la Fuente de los Leones, uno de los muchos lugares en los que encontramos a este animal símbolo de la ciudad. La otra plaza que forma el conjunto de las Delicias es la de Luis Muñoz Rivera. Es más pequeña que la anterior y lleva el nombre del poeta puertorriqueño cuya estatua preside la plaza.
- Catedral Nuestra Señora de la Guadalupe – Es el edificio más importante de la Plaza de las Delicias. Su color claro contrasta con el intenso azul del cielo caribeño y con el verde de los árboles que dan sombra en la plaza. Se construyó como iglesia en 1830, pero por decreto del Papa Pío XI se declaró Catedral en 1924. Poder acceder al templo nos permitió escapar durante unos minutos del calor de calle y comprobar que actualmente el interior de la Catedral luce igual de inmaculado que el exterior. A pesar de ser un templo sencillo resulta acogedor con su bóveda pintada de azul, sus vidrieras de colores que reflejan la luz en el suelo y su sencillo retablo con una imagen de la Virgen de Guadalupe. (Gratis, abierta todos los días)
- Parque de Bombas – Es el edificio más famoso de la ciudad, y seguramente también el más peculiar. Se puede ver en un lateral de la Plaza de las Delicias, no tiene pérdida. Sus colores rojo y negro de la fachada se ven en la distancia. Se construyó en madera en el año 1882 para servir como pabellón principal en la celebración de la Feria de Exposición, siendo un año más tarde cuando pasó a ser el parque de bomberos de la ciudad de Ponce. Como tal funcionó hasta 1990 y a partir de entonces se abrió como museo y en se pueden ver objetos y cuadros relacionados con la historia de este peculiar edificio. Además, también aquí encontramos otro centro de Información Turística. Durante nuestra visita encontramos también en el interior del Parque de Bombas una vistosa colección de leones que hasta hace poco decoraban las calles de la ciudad, cada una está pintada por un artista y representa algo de la ciudad, desde la mujer ponceña hasta la fiesta de carnaval en la perla del sur. (Entrada gratuita, abierto todos los días)
- Calle Isabel – Abandonamos la Plaza de las Delicias dejando atrás el Parque de Bombas para recorrer esta calle, una de las más importantes de la ciudad y en la que se pueden ver varias casas coloniales restaurantes y muchas de esas convertidas en museos. Nos dimos cuentas de que era una pena contar tan solo con un día para conocer la perla del sur, a esas alturas ya nos habíamos dado cuanta de que Ponce tiene mucho que ver y hacer y que bien merece pasar al menos un par de días en ella. Pero en nuestro caso no había solución teníamos que ver lo que se pudiera antes de regresar a San Juan, así que fuimos paseando por la calle Isabel para desviarnos cada vez que alguna calle se cruzaba y distinguíamos un jardín, un bonita fachada o alguna llamativa varanda. La verdad es que no conseguíamos avanzar pues todo era color e historia a nuestro paso.
- Museo de la Historia de Ponce – De entre todos los museos que podíamos haber elegido para visitar en la ciudad nos decidimos por este. Lo primero porque al estar en la antigua casa Salazar nos daba la oportunidad de ver una mansión colonial por dentro; segundo, porque en este museo podríamos ver objetos de la historia ponceña, desde fotografías de como fue la ciudad hace décadas a objetos de uso cotidiano, como instrumentos musicales, máscaras de carnaval o incluso distintas botellas de ron Don Q. Dentro agradecimos el aire acondicionado y las explicaciones de que nos dio una de las personas que se encargan de este museo, nos acompañó durante todo el recorrido respondiendo a nuestras preguntas y contando anécdotas sobre las salas de la casa o lo objetos expuestos. (Gratis, abierto de martes a domingo)
- Teatro La Perla – Se trata de uno de los edificios más destacados de la perla del sur. Data de 1864 y dicen que es uno de los primero edificios construidos en Ponce en estilo neoclásico. Lo que hoy se puede ver es el fruto de una reconstrucción de 1941 ya que el edificio original resultó muy dañado tras el terremoto de 1918. Es una construcción que no pasa desapercibida por su gran tamaño, su color amarillo y sus altas columnas blancas. ¿Su ubicación? Entre las calles Isabel y Cristina. (Entrada gratuita, abierto de lunes a viernes)
- Campioni – Pasamos delante de este restaurante justo cuando íbamos pensando el calor que hacía en Ponce. No teníamos hambre, pero si unas ganas tremendas de tomar una cerveza bien fría, así que sin dudarlo entramos en este bonito local que ocupa una de las antiguas casas de la Calle Isabel. Dentro olor a deliciosa pizza y decoración navideña en cada rincón. Nos ofrecieron las típicas cervezas de Puerto Rico, algunas de importación y también otras artesanas. Yo me decidí por una del país que me supo a gloria por lo fresca que estaba. Al escuchar que éramos españoles el jefe del local se acercó a saludarnos y estuvimos un buen rato charlando con él sobre Ponce y lo necesitada que está la ciudad de recuperar el esplendor de siempre para que los viajeros quieran visitarla y pasar en ella más de una jornada.
- Museo de la Música Puertorriqueña – No entramos a ver este museo pero no pudimos dejar de admirar el exterior del edificio que lo aloja, una preciosa construcción de estilo neoclásico que perteneció a la familia Serralles. Al parecer sus salas ilustran el desarrollo de la música en Puerto Rico a través de instrumentos y partituras. (Entrada gratuita, abierto de miércoles a domingo)
- Puente de los leones – Al final de la Calle Isabel encontramos una tranquila plaza arbolada que era el Parque del Tricentenario. Justo al lado está el Puente de Leones, uno de los accesos la casco histórico de la perla del sur. Siendo el león el símbolo de la ciudad era lógico encontrar este animal repartido por distintos lugares de Ponce, como este puente, en cuya entrada y sobre altos pilares se pueden ver dos leones, uno el león sabio representado por un animal adulto que recuerda el esplendor y el pasado de la ciudad; el otro león es un ejemplar joven, en actitud amenazadora que representa el presente y el futuro de una ciudad luchadora.
- Casa Weichers Villaronga – Regresamos callejeando a la Plaza de las Delicias para desde allí caminar hasta una de las mansiones coloniales más bellas de Ponce. Se encuentra en la Calle Reina y fue construida en el año 1911. Su interior aún guarda mobiliario original de la época, nos hubiera encantado poder visitar la casa, pero por tema de horarios no tuvimos suerte y no quedó más remedio que conformarse con ver el magnífico exterior de la mansión. (Entrada gratuita, abierto de miércoles a domingo)
- Casas de los bomberos – Antes de ir a visitar este lugar fuimos a por el coche, lo que quedaba por ver en Ponce estaba más alejado. Ya motorizados circulamos por la Calle Reina hasta la calle 25 de Enero. Allí hay un conjunto de casas de bomberos fácilmente identificables por su color rojo y negro, el mismo que luce el Parque de Bombas. Estas casas se comenzaron a construir en el año 1905, momento en el que se comenzó a sortear como regalo una vivienda por año entre los bomberos de Ponce en reconocimiento a su labor. Hoy en día siguen siendo familias de bomberos las que habitan esta parte de la perla del sur.
- Castillo Serralles – Esta mansión propiedad de la familiar Serralles, dueños de las fábricas donde se produce el ron Don Q, se encuentra en lo alto de la ciudad. Desde allí se domina Ponce con el Caribe como telón de fondo. Hay que subir preferiblemente en coche, está algo alejado del centro de histórico de la ciudad y hay que atravesar unas calles en las que los propios ponceños recomiendan no detenerse pues se producen con asiduidad asaltos a los visitantes. Nosotros llegamos hasta el castillo no con la idea de visitarlo pero si de despedirnos de la perla del sur con una vista general de la ciudad. Nos costó un poco poder encontrar ese lugar desde donde tener una vista completa, pero al final lo conseguimos. También en esa zona de Ponce se puede visitar un jardín japones y la Cruceta del Vigía, una gran cruz de piedra que ocupa el lugar donde se encontraba un puesto de vigilancia que desde el siglo XIX controlaba la llegada de los barcos. Ponce una parada de respostaje para barcos de carga, pero también para piratas. Por ello junto a este puesto de vigilancia se colocaba una bandera que indicaba a quien pertenecía el barco que llegaba a puerto y de ese modo avisar a los ponceños para que estuvieran preparados si eran piratas los que llegaban a la ciudad. (Entrada de pago, abierto de jueves a domingo)
Acababa nuestro día en Ponce. Había llegado la hora de abandonar la perla del sur y poner rumbo a San Juan. Esta vez nos dejamos de experimentos y directamente salimos a la autopista que nos llevaría de regreso a la capital de Puerto Rico. Empezaba a caer la tarde y el tráfico era más denso cuanto más nos acercábamos a San Juan. Esa noche no volvíamos a hotel, antes teníamos que dejar el coche en la oficina de alquiler que se encontraba en Isla Verde, una de los barrios de la ciudad.
Llegamos allí cerca de las ocho de la tarde y justo al entrar en la oficina empezó a llover con fuerza sobre San Juan. Nuestro hotel estaba lejos, estábamos cerca del aeropuerto y varios kilómetros nos separaban del Viejo San Juan. La opción era un taxi, pero salir a la calle para ir en busca de uno, con lo que llovía, no parecía lo más apropiado. Fue entonces cuando uno de los chicos de la empresa de alquiler de coches nos sugirió usar el servicio de UBER, una empresa cuya APP descargas en el móvil y de la que yo no había oído hablar nunca. Nos dijo que era algo más barato que el un taxi, aunque por nuestra experiencia final de las dos veces que lo usamos en Puerto Rico tampoco me pareció barato. (Trayecto Isla Verde – Viejo San Juan: 26$)
Lo cierto es que en apenas diez minutos y a pesar de la lluvia teníamos un coche esperando en la dirección indicada para llevarnos a nuestro hotel. Tardamos unos 15 minutos en llegar al destino, el mismo tiempo que tardó la lluvia en dejar de caer. Dejamos la cámara de fotos en la habitación y salimos a cenar. Regresamos a la Calle Recinto Sur, la noche anterior nos habíamos quedado con ganas de cenar en La Cueva del Mar y puesto que esa noche era aún pronto decidimos probar suerte.
Las calles del Viejo San Juan estaban muy animadas, se notaba que era viernes y que la gente salía a tomar algo, pasear o cenar. Llegamos al restaurante y tuvimos la suerte de que justo se acabara de quedar vacía una mesa para dos. Esa noche repetimos platos típicos puertorriqueños a base de pescado, como unas ricas arepas de pulpo. El precio, de nuevo caro para haber cenado a base de empadillas, arepas, calamares y unas cervezas: 62 $.
Aprovechando el viernes y que la ciudad estaba muy animada al terminar de cenar nos fuimos a la tomar una copa a la Calle San Sebastián, una de las que más locales tienen en el casco antiguo de San Juan. Entramos en uno de ellos ubicado en la planta alta de una antigua casa colonial cuyos balcones se abrían a la Plaza de San José. Nos sentamos allí y le dije a Arturo que quería una piña colada… pero no pudo ser. Nos tuvimos que conformar con una copa, eso sí, con un buen ron puertorriqueño.
6 comentarios
Pues Kris por lo que cuentas e interpreto Ponce debe de haber sido en otra época algo esplendorosa. Una pena que no esté tan cuidada esta ciudad colonial porque el lugar se ve pintoresco. Me ha fascinado el reconocimento a los bomberos de la ciudad. Nunca escuché que este tipo de hechos acontezca en otro lugar del mundo. Dato curioso.
Gracias por tu post.
Saludos Viajeros.
Ponce es una de esas ciudades que poco a poco va despertando del letargo y sin duda volverá a ser esa ciudad bella que fue en el pasado.
Pues la verdad es que parece muy coqueta la ciudad de Ponce a pesar de que como cuentas hay partes abandonadas. El colorido de las casas me ha encantado, le da un toque especial. Se me hace extraño ver los adornos navideños y verte a ti en tirantes jejeje.
Un beso
Carmen
A mi también se me hacía muy raro lo de posar junto al árbol de Navidad llevando el abanico en el bolsillo 😉
No conozco Puerto Rico pero con relatos como este cada vez más me dan ganas de recorrerlo a centimetro a centimetro. Qué bonito es Ponce y qué colorido.
Debe ser curioso ver la decoración Navideña a 35°. Es algo que nunca he experimentado pero que quiza lo haga no tardando mucho.
Ponce es una ciudad poco conocida pero que sin duda merece la pena… y en Navidad resulta de lo más peculiar 😉