Una de las definiciones de enamorarse dice que es “cuando una persona pasa a sentir entusiasmo o gran afición por una cosa”. Eso me pasa a mi con el continente asiático en general, así, a lo bruto. Que me fascina, me pierde, me enamora, me entusiasma… Desde su cultura a su arquitectura o su gente todo son para mi motivos sobrados para regresar a Asia y seguir descubriendo lugares que siempre son únicos y generalmente sorprendentes. En este post tengo una tarea concreta sobre esos lugares que he conocido en Oriente: contaros cuales son esas ciudades de Asia que me enamoran, esas para las que no tengo nada más que buenas palabras y a las que regresaría de forma gustosa con una frecuencia que ni la distancia ni la economía hacen que sea sencillo.
No estoy sola en esto de hablaros de ciudades fascinantes y espectaculares, si bien yo os llevaré a ciudades de Asía, otros cuatro grandes viajeros os mostrarán ciudades impresionantes de Europa, Oceanía, África y América por las que ellos sienten la misma pasión que yo por las del continente asiático. Al final del post podréis ver los enlaces que os llevarán a recorrer el mundo paseando por las ciudades que más fascinación han despertado en nosotros cinco.
Ciudades de Asia que me enamoran
Índice del artículo
Kioto
Cuando comencé a preparar nuestro viaje a Japón ya sabía que Kioto tenía muchas papeletas para pasar a ser mi ciudad preferida en el país del sol naciente. Leía mucho sobre la cantidad de cosas que había que hacer en Tokio, pero a mi me atraía más Kioto, la tradicional, esa ciudad cuya belleza e historia consiguieron salvarla de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Lo que nunca llegué a pensar es que iba a sucumbir a sus pies con tanta rapidez, fue un amor a primera vista. Desde ese primer paseo desde la estación de tren a nuestro hotel ya iba disfrutando del ritmo sosegado de la ciudad, de esos templos imponentes que asomaban en cualquier avenida.
Día tras día, paseo tras paseo, templo tras templo Kioto se fue ganando un hueco en mi corazón, me hacia sentir cómoda y tranquila en sus calles, los días de sol me ofrecía sombra mientras paseaba por el sendero del filósofo; cuando llovía sus cuidados mercados bajo techo eran el lugar perfecto para pasar una mañana. Recorrer Gion, pasear por calles con sabor a pasado, imaginar como sería la ciudad cuando maikos y geikos acudían a sus citas sin ser perseguidas cámara en mano por decenas de turistas,… Kioto no solamente alimenta el espíritu con su riqueza cultural, también el estómago en cualquier de sus muchos restaurantes, todos cuidados, siempre con bonitos detalles y con un servicio que te hace sentir alguien importante aunque estés en el más sencillo de los restaurantes de la ciudad.
No se si regresaré a Japón algún día, se que en nuestro primer viaje quedaron muchas cosas por ver y hacer en todo el país, pero sea cual sea el plan intentaré regresar a Kioto, una de esas ciudades de Asia por las que siento una debilidad especial.
Udaipur
India no es un país que guste a todos los viajeros, muchos cuando regresan a casa desde ese país prometen que jamás volverán a pisar India. Sin embargo para mi es uno de lo países más increíbles de Asia y aunque tiene decenas de lugares que me parecen mágicos es Udaipur la ciudad blanca a la que no me canso de regresar. Desde la primera vez que pisé sus calles y descubrí sus palacios reflejados en las aguas del lago Pichola sentí algo especial por esa elegante ciudad. Alojarse cerca de algunos de los ghats que bajan hasta el lago, cenar en algún restaurante con vistas a la ciudad iluminada y ver la puesta de sol desde una barca en el centro del lago son algunos de los imprescindibles en Udaipur.
A esto que os cuento hay que sumar la visita a todos los lugares de la ciudad antigua, desde el Palacio de la Ciudad con sus lujosas estancias y jardines interiores al templo Jagdish, sin olvidarse de los paseos por las calles a las que se abren puertas de antiguas havelis con pinturas que representan damas de la corte, grandes elefantes, peligrosos tigres y deidades del hinduismo pintados a todo color en sus paredes.
Es difícil que alguien que pase por Udaipur no se sienta fascinado por esta ciudad de Rajastán aunque si es cierto que hay que visitarla tras la época de lluvias, cuando los lagos están rebosantes de agua y de vida, las mujeres bajan hasta los ghats vestidas con luminosos saris para hacer la colada y las tiendas vuelven a sacar sus mercancías llenas de color a las calles de la ciudad.
Yangón
La antigua Rangún destila historia en las calles de su antiguo barrio colonial, allí y alrededor de The Strand, un elegante hotel victoriano, aún se pueden contemplar algunos edificios y jardines que rememoran el pasado de la ciudad cuando por esos mismo lugares paseaban colonos ingleses enfundados en sus trajes occidentales nada apropiados para el clima tropical de Myanmar. Sin duda este lugar es perfecto para empezar a descubrir Yangón antes de asomarse al impresionante río Ayeyarwady y desde allí dirigirse a lo que para mi convierte la capital birmana en un lugar único: sus payas o pagodas. A Myanmar se la conoce como el país de los Templos de Oro y cuando uno recorre su capital tarda poco en entender la razón de este nombre.
Desde la céntrica Sule paya a la Botataung paya la visita a estos lugares acerca a la vida de la ciudad, de los budistas y de los jóvenes monjes, gente para que las ofrendas a Buda y la visita a los templos forman parte del día a día. Sin embargo es Shwedagon paya el lugar más especial de la ciudad, la pagoda más importante de Myanmar y un lugar que no deja indiferente a nadie. Ya en el exterior empieza la magia cuando paseando entre puestos de ofrendas uno emprende la subida al templo sintiendo como el sonido de la ciudad queda lejos y el suave tañir de las pequeñas campanas que cuelgan en el templo te van envolviendo del mismo modo que lo hace el aroma del incienso. Fue en ese momento cuando me enamoré de Yangón y deseé no tener que abandonar el templo ni la ciudad.
Olvidando los templos y pagodas también hay espacio para lo mundano en la capital de Myanmar. Ir de compras con los habitantes de la ciudad es sencillo: tan solo hay que acercarse al mercado de Bogyoke Aung San donde comprar desde comida para llevar a ropa u objetos para la casa. Además hay un bello edificio de la época colonial que se ha restaurado y convertido en un mercado lleno de tiendas de artesanía dedicadas principalmente a los turistas.
Katmandú
Estoy de acuerdo en que la capital de Nepal no es una ciudad ni tranquila ni limpia ni bien urbanizada. Pero me da lo mismo, para mi es sin duda una de las ciudades más fascinantes del mundo y de la que me sentí prendada desde la primera vez que pisé sus calles. Después de terrible terremoto que asoló la ciudad en 2015 gran parte del patrimonio de la ciudad quedó dañado o perdido para siempre, pero aún así la esencia de Katmandú sigue ahí, escondida en sus templos, palacios o en los patios que se esconden tras las puertas de las casas del casco antiguo y que alojan esculturas de dioses o pequeñas estupas. Un paseo por la ciudad ofrece momentos únicos regateando en los mercados de la ciudad, charlando con los discretos habitantes de la ciudad o jugando con niños que sonríen al viajero desde el otro lado de la cámara.
A la singularidad de su centro histórico se suman algunos lugares en la periferia que son verdaderos regalos para el viajero, ya sea la deslumbrante estupa de Swayambhunath en lo alto de una colina o el templo hindú de Pasupahtinath, lugar sagrado junto al río Bagmati en el que los shadus sonríen a los turistas en busca de unas monedas y los hindúes acuden a las cremaciones de sus familiares.
Sin embargo es la estupa de Boudhanath el lugar que más me gusta de Katmandú. Si durante el día el lugar es el lugar perfecto para curiosear por los monasterios tibetanos de los alrededores o disfrutar de una cerveza en alguna de las azoteas de los restaurantes que rodean la estupa, el atardecer es el mejor momento para acercarse hasta este lugar budista. Es entonces cuando los refugiados tibetanos de la ciudad salen para rezar mientras caminan con sus rosarios en las manos alrededor de la estructura sobre la que los ojos de Buda miran hacia los cuatro puntos cardinales. Sus mantras repetidos una y otra vez se mezclan con la música que sale de las tiendas cercanas, el olor de la velas de mantequilla y del incienso flota en el aire… En pocos lugares me he sentido tan relajada como en este rincón de Katmandú.
Seúl
La capital de Corea del Sur es la última de esas ciudades de Asia por la que siento una atracción especial. La he visitado hace pocos meses, no iba esperando mucho de ella y sin embargo desde el primer día la ciudad pareció decidida a convencerme de que es una ciudad atractiva y merecedora de formar parte de la lista de imprescindibles para cualquier viajero al que le apasione Asia.
Al contrario que algunas de las ciudades de Asia que he mencionado antes, en Seúl hay orden, limpieza y todo lo que podemos encontrar en cualquier ciudad moderna de occidente, desde edificios dotados de la mejor tecnología a medios de transporte que conectan al viajero con cualquier rincón de la ciudad con suma puntualidad. Su población es activa, alegre y siempre ofrecen una sonrisa al visitante además de mostrarse muy interesados por lo que a los extranjeros nos gusta de su pequeño país.
Hay mucho que ver en Seúl. Para mi es una ciudad atractiva en conjunto. Pero sin duda los impresionantes palacios a los pies de las colinas, los santuarios o los jardines son algunos de los mayores reclamos para el viajero. Es complicado en la capital coreana decantarse por un solo lugar porque aunque los lugares que he mencionado son realmente magníficos, pasear por barrios antiguos como Bukchon o descubrir tranquilos templos budistas a la sombra de modernos rascacielos es algo que en pocas ciudades se consigue con la armonía que se puede ver en Seúl.
A todo esto hay que añadir la posibilidad de degustar los mejores platos coreanos o internacionales en la infinidad de restaurantes de la ciudad. así como el poder pasar una tarde de compras en alguno de los impresionantes centros comerciales o buscando las mejores galerías de arte de esta fascinante ciudad de Asia.
Al principio del post os anuncié que esto iba a ser una “vuelta al mundo” en busca de las ciudades más impresionantes, fascinantes y atractivas del planeta. A mi me ha tocado mostraros las ciudades de Asia que me enamoran, ahora os invito a recorrer otros continentes de la mano de grandes viajeros que se han sumado a este reto de hablar de lugares que bien merece la pena visitar.
África – El rincón de Sele
América – Mil Viatges
Europa – Ida y Vuelta Blog de Viajes
Oceania – Viajes Chavetas
12 comentarios
Maravillosas ciudades todas. Si, Cristina, te dire que mi favorita entre todas es Seul. Un pedacito de mi corazon se ha quedado alli. Bellas las fotos como siempre. Gracias.
A mi Seúl también me ha gustado mucho, quizás porque no esperaba tanto de ella. Un abrazo.
Pues vaya, no he estado en ninguna de las 5 – todavía! Esto no hace más que alimentar mis ganas de descubrir más del más exótico de los continentes. Un saludo!
¿Y por cuál empezarías? 😉
Una selección bastante interesante, pero de todas las que mencionas tengo mucha ganas de ir a Nepal. Saludos
A mi Nepal me fascina y siempre digo que hay mucho país más allá de Katmandú.
Por todo lo que he leído sobre Kioto creo que ya es una de mis ciudades preferidas de Asia y eso que aún no la conozco. Espero no tardar demasiado en conocerla.
Y Katmandú también me llama mucho la atención, siempre he tenido muchas ganas de visitar Nepal. Quizá algún día…
Saludos.
El mundo es tan grande… hay tanta cosas que ver!!! Quizás algún día 😉
ola soy de Chile y me gustaría viajar a corea del sur en abril del 2017, pero me gustaría que me orientara se fuese posible muchas gracias
Hola Brenda. Te invito a leer todo lo publicado en el blog sobre Corea (http://www.krisporelmundo.com/category/corea-del-sur/) seguro que encuentras muchas información que te viene genial. Un saludo.
Qué interesante mezcla entre ciudades desarrolladas (Seúl y Kioto) y las demás! Y eso que me suena que habías estado en China, también, no?
Sí, también he estado en China, y según el día puede que te dijera unas u otras ciudades. Pero hay algo en las más caóticas que me fascina… igual porque son un poco como yo 🙂